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Le relató su estado actual. Al menos el Fizz que había conocido se interesaría por él, en algún aspecto. Sabía que quizá esa persona ya no existía y que no conocía quien era en la actualidad. Pero quería sentirse cercano, aunque fuera una fantasía ridícula y un sueño.

Sabía que Fizzarolli no lo quería, no lo necesitaba y tampoco lo extrañaba. Sus caminos estaban alejados y ambos tenían sus propias vidas, sin el contrario en ellas. Y era duro de reconocer. Era difícil asumir que no volverían a cruzarse y que los tiempos en los que fueron felices juntos no volverían.

Parte de estar sobrio era empezar a recapacitar eso. Estando bajo la influencia de las drogas, Blitz solo dejó en pausa sus pensamientos porque quería evadirlos. Y sabía que su recuperación también consistía en reflexionar y tragarse esa parte de ser una persona lúcida.

—Para ser honesto, todavía estoy jodidamente colado por ti —Blitz habló en un tono bajo. De cualquier forma, no tenía sentido mentirle a un estúpido cartel—. Te sigues viendo tan radiante y hermoso al sonreír. Ni siquiera parece que hayas envejecido. El único que se ve como una mierda demacrada soy yo por haber estado años fumando toda clase de cosas.

En su lista, no había un casillero de superar a Fizzarolli.

Blitz terminó de beber su café caliente. Suspiró y bajó la mirada luego de estar reflexionando por largos minutos en la punta de la fresca azotea. Los sonidos del tráfico y de la ciudad en una noche joven se oían fuertes y claros.

—Te ves delgado y como un precioso modelo de vanguardia, ¿estás comiendo bien? ¿esos ricos bastardos te cuidan? —entrecerró sus ojos afligidos y volvió a mirar aquella figura hermosa que había iluminado su camino— ¿Alguien te abraza al dormir y te dice que te quiere?

Blitz no tenía idea de que existía alguien que protegía a Fizzarolli de la misma manera en la que él lo hizo.

Él se lamentó por no poder estar allí con él. El mundo del espectáculo era súper jodido y Fizz debía enfrentarlo solo. Verosika sufría en silencio por las presiones, escapaba de esa realidad bebiendo y podía comprender que esa era su única manera de sobrevivir porque no conocía otra manera. Fizzarolli debía pasar por lo mismo de vez en cuando, porque nada podía ser tan perfecto como se veía. Las constantes competencias de mercado, la presión de ser el mejor y de vender shows hasta no poder más. Todo debió ser una locura para alguien que salió de un pequeño circo rural como el de ellos dos.

Blitz solo quería que fuera amado de verdad. Que lo cuidaran y que protegieran parte de ese corazón sensible y amable que seguía residiendo muy en su interior.

—Esos rumores de que te estás cogiendo al tipo de la Lujuria... —susurró con malestar—. Aún no los creo. Tú no eres así...

Había leído mucha mierda que involucraba a Asmodeus con Fizzarolli. Fotos de paparazzis que invadían la privacidad de ambos, rumores de que Fizz se prostituyó para llegar tan lejos, ser la estrella de Mammon y tener como socio comercial a la Lujuria.

El medio era generoso, pero también tenía una parte horrible. Bajo los ojos de los de su raza, Fizzarolli no estaba allí por su talento, estaba allí por conexiones y por volverse una ramera que supo acostarse con las personas adecuadas.

Blitz sabía que él no era así, no podía creer en todos esos rumores. No quería creerlos. El Fizzarolli que conoció nunca haría algo como eso, y creía fervientemente en su talento y en todo ese carisma que desprendían sus presentaciones.

—Aunque... Ya no se quién eres ahora mismo —se lamentó en voz alta, arrugando su rostro con sufrimiento—. Solo conozco a tu antiguo yo. Tal vez ahora no eres el mismo, pero... Te seguiría queriendo aunque fueras un monstruo despiadado o un asesino en serie.

Blitz se rio ante su comentario absurdo. Se decidió, tomó valor y sujetó su celular luego de quitarlo de su bolsillo. Buscó el Voxtagram de Fizz y encontró los vídeos que solía subir. Al finalizar sus shows, siempre enviaba agradecimientos exclusivos en sus redes y, hasta ese momento, Blitz solo miraba sus videos sin sonido.

—Es hora de escuchar tu voz —se decidió, luego rodó los ojos tratando de no dramatizar el asunto—. No te estoy stalkeando, eres una figura pública después de todo —se defendió ante represalias imaginarias, porque estaba seguro que Fizz se burlaría de él al verlo revisar sus redes de forma sigilosa—. Y sé que debutaste hace meses mientras estaba en la cárcel y que fue un éxito. Explotaste y eres el mejor. Claro que lo eres, siempre fuiste el mejor en el circo y ahora eres el mejor en todo el infierno. No es de extrañar.

Encendió el audio del video. Y por primera vez, escuchó la nueva voz de Fizz. Era completamente diferente a lo que había esperado, masculina en exceso y demasiado arrogante al actuar. Blitz amplió sus ojos con sorpresa, aunque se acostumbró en cuestión de minutos. Se cubrió la boca y dibujó una sonrisa.

—Tienes una voz de motosierra. Es muy graciosa y terrible —se rio un poco, a pesar de que estaba seguro de que nunca había escuchado una voz tan peculiar y hermosa en toda su vida. Le sonrió con nostalgia y melancolía a su pantalla—.Me encanta... La escucharía toda la noche gritándome. Como antes.

Blitz se dio cuenta de que si existía la definición de dependencia emocional y nostalgia enfermiza, probablemente habría una fotografía de él al costado de la definición. Estaba muy afectado por el recuerdo de Fizzarolli y estar sobrio le hacía entender que su amor no había disminuido, solo fue adormecido por las drogas. Si lo pensaba con detenimiento, Fizzarolli seguía cautivando su corazón con solo existir.

Y debía terminar con eso, porque sus vidas estaban fluyendo por rumbos totalmente opuestos.

—Lo siento... —no pudo sostener su sonrisa o felicidad al verlo, se cubrió el rostro entre sus manos y sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas—. Es solo que estoy feliz por ti. Tu salud es buena, se te ve muy bien. Eres muy ágil con tus nuevas extremidades,  sonríes mucho y eres una celebridad millonaria —quiso limpiar aquellas lágrimas traicioneras—. Me alegra que lo hayas conseguido y que, aunque sea un idiota, hayas conseguido trabajar con Mammon. Es la persona que siempre admiraste, finalmente cumpliste todos tus sueños.

Blitz decía aquello conscientemente, sin embargo, su corazón estaba tan roto que se largó a llorar con más fuerza.

—Pero... me prometiste que cuando Mammon te tuviera, me llevarías contigo...

No podía controlar ese dolor. El sufrimiento de las promesas rotas y de sus recuerdos felices quemándose junto al circo del que ambos fueron parte. Cuando eran jóvenes, estuvieron juntos y existió algo que fue real e importante para Blitz. Ya no merecía nada proveniente de Fizzarolli, pero recordar sus promesas en el mejor de sus momentos era algo que lo destrozaba.

—Me siento muy solo sin ti. He perdido todo —habló con la voz quebrada, tratando de recuperarse—. Yo no tengo nada para ofrecerle al mundo. Solo soy un desgraciado a quien todos odian —lo dijo en voz alta por primera vez, ya que no le había quedado ni una sola persona en todo el infierno—. Ni siquiera merezco una oportunidad de recomponer mi vida.

Aunque pensaba que eso era cierto y aunque estaba flaqueando, no podía permtirise caer. No otra vez. Si seguía con esa espiral de pensamientos pesimistas, iría corriendo a comprarse un vino barato y terminaría igual que su padre. Y no quería eso de ninguna puta manera. Miró con ceño fruncido el cartel gigante de Fizzarolli una última vez, se permitió volverse débil para luego volver a recobrar fuerzas. Habría muchas caídas emocionales en medio de su recuperación, pero tenía que ser fuerte y ser perseverante. Esa era la clave para poder seguir.

—Lo intentaré. Aunque sea difícil, lo intentaré, Fizz.

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