🕸Prólogo 🕸

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Cuando Daphne Anderson cumplió los dieciocho años, nunca imaginó que su vida daría un cambio tan drástico. Se sumó a su vida la universidad, el trabajo y valerse por si misma; no por falta de apoyo, ya que tiene de más, sino porque recibió una beca en Studio's University, una de las más exitosas universidades, ubicada en el pequeño pueblo de Sacrettown, donde lastimosamente no tiene familiares. Aunque ahora, con dos largos años viviendo allí, no se siente sola. Sacrettown resultó ser un buen lugar para vivir. Todos son muy amables y educados, más que todos se conocen debido a lo poco extenso que es el pueblo, que, por si fuera poco, está ubicado detrás de tres enormes montañas y ya lo demás que lo rodea; en su mayoría, es bosque.

Daphne se encuentra en el restaurante Campbell donde trabaja. Camina con prisa pero con una hermosa sonrisa en su espléndido rostro. Es una muchacha de tez clara, ojos canela, cabello castaño y una altura de 1.66cm, llevando puesto el uniforme del restaurante que está compuesto por una camisa roja, pantalón negro de tela fina, tacones negros y delantal blanco con una campana bordada en el bolsillo del mismo.

― ¡Daphne, una taza de té verde, por favor! ― pide alguien.

― ¡Yo quiero un café sin azúcar! ― se suma una chica.

― ¡ Y yo necesito algunas servilletas! ― continúa otra persona más.

Daphne asiente a sus pedidos, apurandoce a si misma para hacerlos. Busca y entrega todos los reclamos de los clientes para cargarse de otros al instante, pasándose así toda la tarde, hasta que poco antes de la hora de irse a casa, el dueño del restaurante, Ivan Campbell, le hace una señal para que se acerque. Ella obedece.

― ¿En qué puedo ayudarle, señor Campbell? ― pregunta sonriente. Desde que se mudó a Sacrettown el señor Campbell ha sido muy bueno con ella.

― Lamento interrumpirte, Daphne ― dice él, sonriendo lentamente ― ¿Cómo estás? No pude salir de mi oficina en todo el día, disculpa a este pobre viejo por no haberte saludado antes.

― Este usted tranquilo, señor. Es comprensible que se la pase así. Tener dos trabajos tan cargados debe ser difícil.

― Y que lo digas ― suelta una pequeña risa antes de ver casi con ruego a la castaña ― ¿Ya te estabas por ir?

― ¿Necesita algo? ― responde Daphne, conciente de que lo más obvio es que sepa que si lo haría y preguntó solo para probar su disposición. Ivan Campbell sonríe antes de responder:

― Olga no podrá venir a ocupar su horario de trabajo, así que me gustaría saber si puedes quedarte a cubrirla.

Daphne simula pensarlo. Entre ellos les gusta jugar al hombre manipulador o mentiroso y chica inteligente por cuerda de Ivan Campbell, quien cuando la vio simplemente comenzó a hacerlo y ella, como es evidente, le sigue el juego.

― Si, puedo quedarme.

― Haz perdido. Debiste negarte, señorita inteligente.

― No lo creo. Escuché a algunos de mis compañeros hablar de la inasistencia de Olga, por lo cual descubrí que sí va encerio.

― A la próxima no será así.

― Intentelo ― ríe victoriosa, mirando al aviejado hombre de cabello rubio canoso y ojos verdosos achinados, con pinta de orgullo.

Daphne se da la vuelta dispuesta a irse, pero la mano de Ivan Campbell la detiene al tomarla por el hombro con suavidad.

― A la hora de salida mandaré a Jeremy a recogerte. No te vayas sola a casa ¿de acuerdo?

― Eso no es necesario, señor. Jeremy a de estar muy ocupado con su trabajo como para venir a medianoche solo para llevarme a casa.

― ¿Cómo que no? Jeremy es un hombre y además, tú novio. Es su deber traerte y llevarte a donde quiera que desees.

― Igual no quiero que lo haga.

El señor Campbell suelta un suspiro de resignación un tanto dramático, haciendo que a Daphne se le escape una sonrisa.

»― No se preocupe por mí. Si gusta, le mandaré un mensaje de texto antes de salir y luego de llegar.

― Bien. Pero que no se te olvide.

El mayor le sonríe y ella asiente. Campbell la trata como la hija que nunca tuvo y ella a él como el padre que perdió a los doce, mientras Jeremy, el hijo mayor de Campbell, es exactamente el tipo de chico que deseaba a los dieciséis. Pero ahora, con veinte años y con la llegada de él, talvez hayan algunos cambios.

DYLANWhere stories live. Discover now