Sin embargo, Blitz no podía quejarse. No importaba lo agresiva que fuera Verosika, ella seguía sin abandonarlo a pesar de que claramente tenía unos cuantos problemas luego de la mierda del circo. Y en esa instancia de su vida, Blitz solo necesitaba a alguien que lo acompañara de forma incondicional.

Escribió una respuesta en su mensaje en el celular, algo que debió mandar desde el principio porque tenía la corazonada de que si no enviaba ese mensaje, algo se iba a cagar entre los dos y no habría forma de revertirlo.

"Gracias por nunca dejarme solo. Eres lo mejor que tengo. Te amo, te extraño, te adoro."

Pero Blitz dudó antes de enviarlo. Finalmente, borró todo el texto y jamás lo envió. Recostó su cabeza sobre el asiento de conductor, estiró su cuello y se llevó una mano al rostro mientras los hilos de humo invadían el interior del vehículo. Era un estúpido y un cobarde. Era como si presintiera que no podía posponer lo inevitable.

Su vida no estaba bien, solo estaba pretendiendo. Estar vivo, levantarse todos los días y tener esas dos horas de sobriedad diarias en las mañanas... era una tortura.

Lo pensó con detenimiento. Blitz salió adelante luego del accidente del circo, pero dolía. No superó nada, no hizo un duelo y cubría todo ese dolor y también sus carencias y abandonos con reventones, con drogas y sexo, con todos los excesos que podía consumir hasta que su cuerpo terminaba colapsando de cualquier otra forma. Estaba fumando un cigarrillo de marihuana en ese momento y acababa de terminarlo sin darse cuenta.

No podía estar sobrio. Le costaba mucho porque eso significaba lidiar con sus pensamientos y recuerdos, su culpabilidad, su arrepentimiento.

Estar sobrio era pensar en todo lo que perdió. Y si quería seguir con esa simulación de vida, poder mantener ese miserable trabajo y conseguir dinero para sustituir su sanidad mental con drogas, no tenía otra opción que evitar la sobriedad la mayoría del tiempo. No podía permitirse estar lucido al cien, porque ese era el único escape que consiguió para funcionar en sociedad como una persona medianamente normal.

24 años.

—¡UN PUTO AUTO VIENE A BUSCARME EN QUINCE PUTOS MINUTOS! ¡HIJO DE PUTA, SIEMPRE ERES IGUAL! ¡UN TOTAL HIJO DE PUTA! ¿VAS A VOLVER A TOMAR MI TARJETA?!

Verosika estaba echa una fiera, repleta de la rabia más delirante de todas. Estaba gritando e insultando a Blitz, ambos a metros de la puerta de salida de su nueva y espaciosa casa. Probablemente todos sus nuevos vecinos estaban oyendo su discusión, pero no era nada nuevo. Blitz se mantenía de brazos cruzados con una expresión de muerto en vida evidente, sin la más mínima intención de seguirle la pelea porque todo siempre terminaba igual.

Era un hecho. Verosika se desquitaba con él ante cualquier puta frustración, y eso se debía a que estaba bastante resentida con Blitz luego de que había pasado un año desde la grabación de su primer álbum.

Luego de que Verosika escuchara a Blitz, porque le terminó haciendo caso, puso en pausa sus negociaciones con Mammon.

Ella lo escuchó, carajo, en serio lo escuchó. Y no le iba mal en el negocio, estaba creciendo mucho más que el promedio. Sin embargo, se sentía inconscientemente frustrada y dolida por una decisión que tomó en base a lo que haría sentir cómodo a Blitz.

Él nunca la obligó a dejar de insistir con la Codicia, nunca hubo más conversaciones. Pero si Blitz se lo advertía, debía ser por algo. Razones que nunca hablaron de forma explicita. Y admitía que Mammon tenía un aura siniestra, como si detrás de su sonrisa hubiera algo muy horrible que no mostrase ante los demás. Sabía que era intimidante, pero jamás se hubiera fijado en eso si Blitz no le hubiera inculcado esos miedos.

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