Podían conectarse sin hablar. Tal vez eso era lo que más quería de Verosika. Eso y el hecho de que no era como ninguna otra persona que hubiera conocido, nadie se hubiera interesado por él o preocupado siquiera. Fuera del sexo, ella veía algo más. No sabía que era, pero permanecía a su lado a pesar de que sabía que era una persona rota, fría y sin sentimientos buenos. Y eso le bastaba, no podía pedir más.

Verosika lo despertó, se quedó dormido y no quería desperdiciar tiempo. Ella lo agitó con un rostro aburrido, porque no quería que siguiera durmiendo, quería que volvieran a coger.

Tal vez era muy exigente con Blitz para complacer su hambre sexual, pero le gustaba mucho, y todavía no se había cansado de hacerlo con él en todo el tiempo que llevaban en una relación. La chica desprendió su sostén, se lo quitó y dejó sus pechos al descubierto para sentir más comodidad. Blitz ignoró sus movimientos y sus intentos de despertarlo, el imp solo abrió sus ojos con bastante sueño luego de la resaca que lo estaba azotando.

Entonces, la chica quiso iniciar una conversación. Se levantó con solo unas bragas, fue al refrigerador pequeño del costado del colchón y sacó una botella de whisky. Agitó sus alas y su larga cola, solo para voltear y observar a Blitz en la cama, mirándola con desgano.

—¿Te seguirás quedando aquí, Blitzo? —le preguntó. Le dio un largo sorbo a la botella de whisky helada en su mano y continuó—. Este lugar es un asco, es pequeño y no podemos coger a gusto sin que los vecinos se quejen.

Señaló las ventanas, luego arriba y abajo. Los vecinos golpeaban las maderas porque eran ruidosos y otros los podían ver cuando llegaban descuidadamente ebrios y dejaban las cortinas abiertas. No le importaba mucho, pero el lugar era un cuchitril barato y de un solo ambiente.

Blitz se sentó con un rostro agotado y reflejando hartazgo, buscó en la repisa arriba de su colchón algo que lo mantuviera despierto y encontró las bolsas que estaba reservando.

—No tengo de otra, es lo único que puedo pagar —la miró sin realmente ánimos de discutir al respecto. Su negocio era ilícito, pero podía vivir y pagar cuentas. No necesitaba nada más, no era ambicioso o quería una gran vida. Mientras pudiera pagar sus vicios y satisfacer a Verosika en algún que otro capricho estaba bien.

La súcubo sonrió confiada. Se volvió a sentar a su lado. Dejó la botella en su repisa y ayudó a Blitz a peinar las líneas de cocaína sobre la revista que tomó del suelo. Sujetó una tarjeta, alineó con mucha perfección y fue mucho más prolija que él.

—Múdate conmigo, apuesta por mi —le tarareó con una voz tierna y femenina—. Sería genial que viviéramos juntos, ¿no lo crees? Me coges en las mañanas, te la chupo en las noches, bebemos en las tardes.

Verosika lo miró a los ojos, sonrió con dulzura porque quería compartir algo de su sueño con Blitz. Cuando el imp bajó su rostro y empezó a inhalar línea tras línea, maldijo un poco por el ardor de su nariz. Levantó su cabeza descuidadamente y se cubrió el rostro con una mano, cerrando sus ojos con esfuerzo.

No pensó tanto. La verdad, estar en cualquier lugar que no fuera ese horrible departamento sombrío que reflejaba exactamente cómo se sentía por dentro, se sentiría bien.

—Conseguiré un poco de dinero extra el próximo mes, así que podría mudarme —entreabrió sus ojos y observó a Verosika, no tan lúcido cómo quisiera creer, luego le sonrió por inercia y llevó una mano a su mejilla para acariciarla—. No podría rechazar semejante propuesta.

Verosika volvió a tomar la botella de whisky, merecía un trago por obtener esa victoria. Cuando comenzó a beber del pico, los hilos de alcohol se colaron entre sus pechos y el movimiento causó que Blitz se le quedara mirando con ese deseo candente que siempre sentía hacia ella. Sabía que lo hacía a propósito, porque necesitaba de su atención la mayoría del tiempo en la cama.

La súcubo terminó la botella de medio litro en cuestión de un minuto. La arrojó hacia atrás, gateó sobre el cuerpo de Blitz y nunca borró su sonrisa maliciosa y encantadora de su semblante. Ambos volvieron a encontrar sus miradas, rostros con ojeras negras por no dormir ante las fiestas de todas las noches y a los excesos que no dejaban de aumentar.

—Hey, Blitzo, muchos tipos se están fijando en mi luego de entregar demos en todas partes. Les gusta mi voz —le avisó al momento de recostarse sobre él y reposar sus senos sobre su pecho—. Siempre les recuerdo a esos desgraciados que no soy una sirena, soy un súcubo —bromeó al comenzar a sentir que el alcohol hacía estragos en ella— Pero, a lo que voy, es que podría tener una oportunidad en la música si me enfoco en ello.

Blitz acarició su espalda, recostó su nuca contra la pared y cerró sus ojos dejándose llevar por el efecto de las drogas. Aún así, pudo responder a la altura con una voz grave y ronca.

—Has grabado algunas canciones en ese viejo estudio con tus amigos y pienso que hay muchas que son buenas —le respondió, ya que él amaba su voz y su tonalidad dulce—. Solo necesitas a un tipo de dinero para promocionarte y que te haga publicidad. Si alguna de esas canciones se vuelve exitosa, te lloverán propuestas.

Suspiró, entreabrió sus ojos con pupilas dilatadas y comenzó a pensar un poco más. El mundo de la música probablemente era igual de cruel que el del entretenimiento. Verosika podía resistir cualquier cosa y sabía que clase de contactos tener en sus manos para poder llegar lejos. Pero Blitz, a pesar de ser consciente de eso, no sabía cuál era su propósito.

—¿Hasta donde quieres llegar exactamente? —preguntó mientras buscaba algún cigarro común entre sus bolsillos.

—¡Eso es obvio! ¡Hasta Mammon! —exclamó la joven súcubo levantándose de su pecho y sonriendo con la avaricia del propio pecado de la Codicia.

Blitz la observó con desaprobación, con molestia y cierto resentimiento hacia el sujeto que mencionaba. Y al momento que encontró un cigarrillo en sus pantalones, se lo llevó a la boca y lo prendió con un encendedor que estaba sobre el colchón. Verosika ignoró olímpicamente las miradas de reproche de Blitz, siguió hablando como si quisiera explicarle su plan.

—Estoy viendo al rey de la Codicia —le confesó sin ningún tipo de vergüenza. No dijo la naturaleza de las reuniones, podían ser sexuales o no, lo dejaba a criterio de Blitz—. Él está buscando talentos y suele hacer audiciones algunas veces al año. Necesita una estrella pop, una cantante mujer en Lujuria —le relató de una forma casual. En realidad, ella estaba insistiendo bastante para llegar a las grandes ligas y no había nadie más grande que el rey del dinero.

—¡Quiero ser esa mujer! Rica, exitosa, famosa. Estar en cada rincón, que las personas me escuchen cantar y también me consuman como producto —soñó despierta, soñó en grande. Era buena cantante, era joven, era sobresaliente en todo lo que se proponía y también era una sádica que escalaría sobre las cabezas de cualquiera con tal de ganarse un lugar en la industria. Aún tenía grandes chances de ser ese diamante en bruto que buscaba Mammon en los demonios.

Blitz reaccionó por primera vez. Miró con ceño fruncido a la mujer y decidió ser honesto.

—Ese tipo no debe ser de fiar —no podía darle pruebas o algo así, pero estaba seguro de que no era confiable.

—¿Quién es de fiar en el infierno? —se burló ella con una sonrisa irónica. Le arrebató el cigarrillo de los labios y comenzó a fumarlo por si misma. Pero a Blitz no le causó gracia que lo subestimara.

—Él en serio no parece de fiar —le volvió a decir seriamente. Ni siquiera las drogas que recorrían su anatomía causaron que pudiera tomarse esa situación como un chiste.

No podía obligar a su chica a tomar decisiones, a rechazar propuestas o a apartarse de personas inadecuadas porque él de seguro era el hombre más inadecuado de todos. Sin embargo, necesitaba advertirle. No era una buena decisión y además...

No quería que nadie que amaba fuera arrebatado de sus brazos otra vez por culpa de Mammon. ¿Qué era lo que los cautivaba de él? Era simplemente un tipo horrible, un explotador. Era el mejor en cualquier negocio y lo sabía, pero siempre existían opciones mejores. El reconocimiento y el dinero no lo eran todo, no podían serlo todo.

—Gracias por el consejo, aguafiestas —Verosika le respondió con algo de fastidio. Se levantó y se colocó nuevamente su sostén para comenzar a vestirse, ya que algo le decía que no volverían a coger ese día—. Pero terminaré tomando la decisión por mi misma. Ya soy bastante adulta para esto.

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