Capítulo IV: El guardaespaldas.

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Era una sensación muy vívida, Cloud pensaba que en sus últimos momentos recordaría algo tan radical como la voz de su madre llamándolo para despertar. Se rehusaba a reaccionar, la típica respuesta al llamado imperativo de una madre preocupada. Él se mostró desinteresado hasta que finalmente tuvo que responder. —No madre, no quiero levantarme.— murmuró. Sin embargo, alguien le respondió.

—¡¿Madre?! ¡Pero si no tengo la edad para ser tu madre! ¡¿Por qué siempre me pasa lo mismo?!— la dulce voz de una jovencita fue lo que Cloud oyó ahora más claramente.

Sacudiendo sus cabellos y cerciorándose de que tenía un gran chichón en la parte trasera de su cabeza. Cloud se sentaba para luego abrir los ojos. Antes de despertar, captó el fuerte olor a polen de las flores. Miró con dificultad hacia arriba, la luz lo cegó por unos instantes. —¿Cómo es qué...?— luego reformuló. —¿Dónde estoy?— preguntó confundido el pelirrubio. 

—Estás en la iglesia de los suburbios del sector 5. Caíste del cielo rompiendo el techo, afortunadamente caíste en el colchón de flores que crece sólo en este lugar.— comunicó alegremente la muchacha.

En ese preciso instante Cloud se levantó de inmediato. —Lo siento, espero no haber arruinado tu jardín...— dijo disculpándose.

La joven negaba con la cabeza. —Descuida, esas flores son muy resistentes. Imagínate que crecen en un lugar como este, dónde apenas hay vida...— ahora lo observó con mayor detenimiento. —Debe ser el destino que hace de las suyas y nos vuelve a cruzar ¿Me recuerdas?—

Para ser un desconocido, Cloud pensó que ella se comportaba de manera muy amable. La recordó al instante. —Eres la florista que me crucé el día de la explosión del reactor 1.— contestó Cloud.

—Sí, espero que la flor que me compraste le haya gustado a tu persona especial.—

—¿Persona especial?—

—No importa. Me presento, mi nombre es Aerith un gusto.— dijo presentándose finalmente.

—Cloud.— agregó tosco.

—Bueno Cloud, me alegro de que después de semejante golpazo te encuentres bien.— aseguró, luego se le acercó mucho. —Esos ojos, son muy parecidos a los de él.— al darse cuenta de que lo intimidaba se retiró. —Bueno eso no importa...—

Mientras llevaban a cabo su conversación, ciertos individuos entraron a la iglesia. Un hombre de traje negro acompañado de la seguridad pública de Shinra. La cara de espanto de Aerith decía más que sus palabras. Claramente los conocía. —Dime Cloud ¿A qué te dedicas?— preguntó algo nerviosa llevando toda su atención a la gran espada que llevaba consigo.

Al ex-Soldado la pregunta lo tomó por sorpresa. —Bueno, en realidad hago de todo un poco...—

—Entonces ¿Podrías ser mi guardaespaldas?— Aerith se colocó justo detrás de él.

—Sí, pero ten por seguro que te costará...— respondió desenvainando su espada.

—¡Hecho! Sácame de aquí y tendremos una cita.—

Cloud no tomó enserio las palabras de la muchacha. Ahora estaba más ocupado en aquel grupo que irrumpió en el sagrado recinto. —Ustedes...— dijo colocándose al frente, en su cabeza venían recuerdos recurrentes. —Ese uniforme, tú eres un espía de Shinra, ¡un Turco!— dijo cómo deduciéndolo en el acto. 

—Veo que me conoces, aunque yo no sé quién eres.— comentó Reno.

—Soy un ex-Soldado de primera clase.— dijo Cloud presentándose.

—¿Primera clase?— cuestionó escéptico Reno.

Cloud se avanzó hacia ellos blandiendo su espada y trazando una línea en el suelo de madera. —¡Cloud no pelees aquí, arruinarás las flores!— le llamó la atención Aerith. El guardaespaldas respondió en el acto dando un salto a la posición de su protegida. Ambos huyeron corriendo a la parte trasera de la iglesia.

FINAL FANTASY VIIWhere stories live. Discover now