—¡Ay! Me encanta esa película... —Respondió Fiorella juntando sus manos y mirando al techo con una sonrisa risueña.

Yo las miraba con la boca entreabierta y una ceja en alto, como si tuvieran un tercer ojo en la frente. Sacudí la cabeza poniéndome en pie, cogiendo mi móvil y dirigiéndome a la puerta. La abrí haciéndoles un gesto para que salieran delante de mí para poder cerrar con llave. Ambas salieron riéndose al no querer hablar más del tema.

—Jade te va a sacar los ojos como se entere... —Canturreó Bianca mientras caminábamos por el pasillo. No dejé de mirar al frente mientras llegábamos al ascensor. Fiorella a mi izquierda pulsó el botón.

—Lo sé, Bianca. Y por eso no debe enterarse absolutamente nadie.

Las tres entramos en el ascensor, y cuando se iba a cerrar la puerta un pie la frenó. Una rubia con gafas de sol entró y se puso a nuestro lado.

—Buenos días, Jade. —Saludó Bianca mirándome con una sonrisa. Entrecerré los ojos hacia ella, advirtiendo de que no hiciera nada. La chica no contestó, se limitó a mirar el móvil.

—No suelo saludar a la plebe. —Contestó una vez se abrieron las puertas. Todas nos miramos con una sonrisa y los ojos abiertos. Salimos detrás de ella, y entonces Fiorella habló.

—Disculpe nuestra intromisión —comentó Fiorella a sus espaldas, haciendo que se girase hacia nosotras—, majestad.

Hizo una reverencia provocando que Bianca y yo casi nos cayésemos al suelo de la risa. Ella se dio la vuelta con muy mala cara y la cabeza en alto, entrando directamente en la cafetería. Nosotras entramos después, aún riéndonos de la escena de Jade. Cogimos el desayuno y nos sentamos en una mesa frente a la ventana. Ese día hacía buen tiempo y nos pusimos en la parte que más sol daba. Cada vez entraba más gente por la puerta, así que me puse de espaldas a ella para no ver quien entraba. Prefería desayunar a gusto y sin tener que preocuparme por ver o no a cierto capitán.

—Está entrando. —Dijo Bianca—. Y está mirando hacia aquí.

—El coronel ha entrado detrás suyo. —Añadió Fiorella—. Y también ha mirado.

—Ya lo he visto... —Contestó Bianca con resentimiento.

Tanto Bianca como yo nos enfocamos en el café que teníamos delante. Fiorella nos miraba divertida. Sabía perfectamente que el capullo que estaba en la barra con el coronel me estaba evitando. Si se pensaba que no había visto cómo la camarera había salido detrás de él estaba muy equivocado. Noté unos ojos clavados en mi nuca, pero no era nada intenso, algo que me descolocó por completo. Me giré hacia atrás comprobando que Killian hablaba con Gladis, la encargada de la cafetería. Me volví un poco más hacia atrás y vi a Enzo Reíd mirándome fijamente con una sonrisa de medio lado. Cuando me guiñó un ojo, sonreí negando con la cabeza por la insistencia de ese chico. Al volver a mirar hacia la barra de la cafetería, unos ojos grises me observaban como si quisieran atravesarme el alma.

Me volví hacia mis amigas. De pronto, vi una cabellera rubia dirigirse directamente hacia dónde estaba el capitán, el cual hablaba amablemente con Gladis. Entonces, él se levantó antes de que Jade pudiese llegar hasta él. No sé muy bien qué le dijo ella, pero una punzada en el estómago me atravesó cuando la rubia gritó al capitán hecha una furia.

—¡La besaste!

Toda la cafetería se quedó en silencio. Me vi obligada a mirar al capitán con miedo, confusión y un poco de rabia. Si decía la verdad, nuestra primera misión y por consiguiente nuestra primera opinión sobre nosotros al consejo se convertiría en cenizas. Según nuestras antiguas centrales, éramos los mejores. Si allí nos comportábamos como animales en celo y adolescentes con las hormonas alteradas... entonces nos veríamos completamente arruinados. Nadie dijo absolutamente nada, y por un segundo la mirada del capitán se conectó con la mía. Pero lo que dijo Jade después consiguió que, tanto mis amigas como yo, pudiésemos respirar con tranquilidad.

SIENNA CARUSO ©Where stories live. Discover now