Capítulo 7

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Mientras veo al idiota engreído acercarse a mí me planteo dos opciones. La primera, salir corriendo antes de que pueda dirigirme la palabra; la segunda, pegarle un puñetazo que le borre la sonrisa y salir corriendo de igual forma porque sí, temeraria pero no tonta.

Para cuando me he decidido —primera opción porque ya no me siento tan valiente— el chico ya ha soltado una de sus impertinencias.

—Vaya, vaya. Miren nada más, pero si es la princesita malhumorada.

—Ya basta de llamarme así, o sabrás hasta dónde puede llegar mi mal humor. —replico mostrándole débilmente un puño.

—Parece que alguien sigue agotada, aunque prefiero creer que sólo estás molesta porque aunque lo intentes no puedes evitar alegrarte por volverme a ver. —Su sonrisa es de pura satisfacción— De hecho, -acerca su rostro al mío— creo que estás siguiéndome.

—Ni en tus mejores sueños, idiota. —Lo empujo lejos de mí y paso por su lado sintiendo su mirada detallarme.

—En mis sueños tienes más curvas, princesita.

Sin siquiera voltearme le saco el dedo del medio y bajo al primer piso casi corriendo, no resisto estar cerca de él, es demasiado... demasiadas cosas. Cuando estoy a punto de salir a la calle choco contra alguien de espaldas a mí y me apresuro a pedir disculpas.

—Perdone, estaba distra...

¿¿Qué carajos?? ¿Cómo es que está aquí éste idiota? ¿No lo había dejado frente a su habitación? El elevador detrás de él me da la respuesta; y yo de tonta bajando por las escaleras.

—Para no estar siguiéndome nos encontramos con demasiada frecuencia, princesa.

Intento pasar por su lado sin molestarme en responder pero me toma de un brazo y acabo frente a él nuevamente, demasiado cerca, lo suficiente como para sentir el olor a cítricos de su colonia o admirar cómo el color gris de sus ojos cambió de tono bajo la luz de los candelabros dispuestos en la recepción.

—Lo sabía. —Esa frase tan corta basta para devolverme a la realidad.

—¿Qué es lo que sabes? —inquiero tomando distancia.

—Tus ojos. —responde dejándome más confundida— Creí haber notado algo en ellos en el avión y estaba en lo cierto. Hacen juego con los míos.

No imaginé que pudiera notarlo pero supongo que a eso se debió el hecho de que se quedara callado cuando por accidente me senté sobre él en ese vuelo. Mi cuerpo traicionero se sonroja ante el recuerdo.

—No tienes que estar nerviosa, sé que causo ese efecto en las personas. Digo, ya sé que soy guapo pero...

Me rehúso a seguir escuchando tantas tonterías juntas así que de una vez y por todas salgo a la calle, encantada de poder ver la ciudad.

Sin idea alguna de a dónde ir saco de mi bolsillo la guía de viaje y reviso si hay alguna joyería o casa de empeño cercana donde pueda vender mis pendientes. Como suponía no apareció ninguna casa de empeño, pero sí encontré una joyería muy cercana al hotel.

Sin pensarlo camino hasta la joyería y con ayuda de la guía e indicaciones de algunos transeúntes logro encontrar el sitio. A la fachada de ladrillos se sobreponen varios carteles con anuncios y el nombre del lugar. Desde uno de los ventanales de cristal que completan los laterales del vistoso edificio se puede apreciar movimiento en el interior. Entusiasmada entro al local, donde me recibe un señor canoso y con la mirada de alguien que ha visto y sabe mucho.

—Buenos días señorita. ¿Está buscando algo en particular? Aquí encontrará todo tipo de joyas y de muy buena calidad.

—Agradezco su oferta, —contesto sincera— pero en realidad no me interesa comprar, sino vender.

Princesa a la fugaWhere stories live. Discover now