Ruleta

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Fuego, cuchillos, espectadores ansiosos de que le saquen una sonrisa, que luego se vuelven risas macabras, abucheos, aplausos distorsionados, sombras de lo que fueron una vez un público y que ahora eran ánimas

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Fuego, cuchillos, espectadores ansiosos de que le saquen una sonrisa, que luego se vuelven risas macabras, abucheos, aplausos distorsionados, sombras de lo que fueron una vez un público y que ahora eran ánimas. Siguiéndole los gritos angustiosos, llenos de temor. El escenario en oscuridad total, con un gran cortinado rojo, sobre él yacía un hombre colgado, quitándose lo poco que le quedaba de aliento, con ojos secos, manchado de sangre; constituyendo el primer acto, desechando toda racionalidad. En la otra esquina, una escena peor, una mujer llena de clavos, rezando por clemencia, buscando algún tipo de solidaridad, una explicación de por qué ella era usada para eso; tenía hijos, familia y un trabajo, ella sólo era una expectante más, que se sumaba a los llantos desconsolados de los demás presentes. Más que un espectáculo, era un martirio.

Sudor frío corría por mi espalda, mis ojos no daban crédito a ese momento, tan real en sí mismo, tan tétrico y sombrío, como un sueño. ¿Sueño? ¡Pesadilla! eso era, una cruel pesadilla que mi cordura no podía asimilar, ni mucho menos entender; que ocurría en ese momento, que juego tan sucio e inverosímil estaba tramando mi cabeza.

Pensé en cerrar mis ojos y volver a abrirlos para salir de este maldito mundo, pero era en vano por más que lo intentase era imposible. Mis ojos proyectaban una película de horror y sangre, sabía que todo era un sueño que no era real pero, ¿qué tan podrida estaría mi mente al despertar? No puedo escapar.

Esa desesperación era agobiante, escuchar esos golpes, gritos, llantos, sentir esas manos que querían alcanzarme y yo corriendo, tratando de salir de ese sitio, esa pesadilla que personificaba todo lo más espantoso, que ponía todos mis miedos uno al lado del otro, queriendo volverme loco.

¡Loco! ¡Quizás era eso! Yo ya estaba loco antes de soñar, quizá mi vida había llegado a tal punto extremo que mi mente explotó y ahora éste es el resultado; ¡Un horroroso y grotesco espectáculo! ¡Sí eso debió ser! Marta, mi amor, ¿quizá fuiste parte de esta locura mía? Todo habrá sido inventado, lujuriado; o quizá lo había estropeado, no lo sabía.

Pero sí sabía que este sueño era mío:

- ¡Rodolfo! tráeme las cosas de utilería, vamos a armar este espectáculo.

Me trajo muchas cosas; cuchillos, sogas, aros, sacó los trampolines, una ruleta, algunos disfraces, títeres, unas  pelotas y bolas de acrílico, trapecios, cuerdas aéreas, telas, monociclos, zancos, y muchas otras cosas más.

Me distraje observando aquella ruleta que tantas veces ya había mirado, y había también utilizado. ¿Cómo la utilizaría también el día de hoy?
Seguí organizando con eso en mente; colgando las cuerdas de una manera distinta a lo usual, debajo de esa cuerda había una cama de púas esperando por quien hiciera mal el espectáculo, alisté el cortinado, con un payaso colgando de él y pintura roja simulando ser sangre; a las bolas de acrílico les puse astillas de vidrio para que el malabarista se cortara al hacer el número.

Metí a algunas personas dentro de disfraces que yo mismo me encargué de distorsionar para hacerlos más macabros, sin ningún tipo de orificio por el cual podrían respirar, pegando el cierre al ponerse el traje sin posibilidad de escapar. A los más pequeños les tocó ser títeres, los amoldé a mi manera, poniendo hilos, cociendo sus bocas y botones en lugar de sus ojos.

Cuentos Cortos Para No Dormir Where stories live. Discover now