Capítulo 1: El Experimento

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Sarah miró con nerviosismo el dispositivo que había pasado meses construyendo. Era un artilugio complejo de cables y luces parpadeantes que se erguía en el centro de su laboratorio, listo para desafiar las leyes del tiempo.

"¿Estás seguro de que esto funcionará?" preguntó Alex, su amigo y colaborador, con una mezcla de emoción y ansiedad en su voz.

Sarah asintió, tratando de ocultar sus propias dudas detrás de una expresión confiada. "Absolutamente. He revisado los cálculos una y otra vez. Este es el momento que hemos estado esperando."

Con un suspiro de resignación, Alex se acercó al dispositivo. "Entonces, ¿qué hay que hacer?"

Sarah le explicó los pasos mientras ajustaba los controles. "Primero, necesitamos sincronizar las coordenadas temporales. Luego, activaremos el generador de energía y..."

Antes de que pudiera terminar, un zumbido eléctrico llenó la habitación y una luz cegadora envolvió el dispositivo. Sarah y Alex se aferraron a sus sillas mientras el laboratorio parecía distorsionarse a su alrededor.

El tiempo se detuvo por un instante, y luego, con un destello deslumbrante, se desvanecieron en la nada.

Cuando recuperaron el conocimiento, se encontraron en un lugar completamente diferente. El aire olía a tierra húmeda y la luz del sol era más intensa de lo que habían visto nunca.

"¿Dónde estamos?" preguntó Alex, mirando a su alrededor con asombro.

Sarah sacudió la cabeza, tratando de procesar lo que acababa de suceder. "No lo sé. Pero una cosa es segura: hemos viajado en el tiempo."

Un escalofrío recorrió sus espinas mientras se daban cuenta de la magnitud de lo que habían logrado. Estaban en un lugar desconocido, en una época desconocida, enfrentando un futuro incierto.

Y así comenzó su emocionante odisea a través del tiempo, llena de peligros, descubrimientos y, sobre todo, la promesa de lo desconocido.

Sarah y Alex se encontraron en un callejón estrecho, rodeado de altos edificios de piedra y el murmullo de la vida romana que fluía a su alrededor.

"¡Increíble!" exclamó Alex, mirando maravillado las estructuras que se alzaban sobre ellos. "Estamos en la antigua Roma."

Sarah asintió, su mente aún zumbando por la experiencia de viajar en el tiempo. "Sí, parece que nuestro experimento funcionó después de todo."

Mientras se ajustaban a su nuevo entorno, escucharon un tumulto distante que se acercaba rápidamente. Pronto, una multitud de personas apareció en el extremo del callejón, gritando y corriendo hacia ellos.

"¡Tenemos que irnos de aquí!" gritó Sarah, agarrando la mano de Alex mientras corrían por el callejón.

Pero antes de que pudieran escapar, se encontraron rodeados por la multitud, atrapados en medio de una procesión de gladiadores que se dirigía hacia el Coliseo.

"¡Deténganse, intrusos!" rugió un hombre corpulento, armado con una espada reluciente.

Sarah y Alex intercambiaron miradas de pánico mientras se daban cuenta de que estaban en problemas. "¡No somos intrusos! ¡Solo estamos perdidos!" exclamó Sarah, tratando desesperadamente de hacerse oír sobre el ruido de la multitud.

El hombre frunció el ceño, pero luego pareció reconocer la honestidad en sus voces. "Muy bien, entonces. Pero deben seguirnos al Coliseo. El Emperador tiene curiosidad por conocer a estos extraños viajeros del futuro."

Con el corazón latiendo con fuerza en sus pechos, Sarah y Alex siguieron a los guardias romanos por las bulliciosas calles de la antigua Roma, sin tener idea de qué les depararía su encuentro con el poderoso Emperador.

Sarah y Alex fueron llevados ante el Emperador en el majestuoso Coliseo, donde fueron recibidos con una mezcla de asombro y desconfianza por parte de los nobles romanos que los rodeaban.

El Emperador, sentado en su trono de mármol, los observaba con curiosidad. "¿De dónde venís, viajeros del futuro?"

Sarah y Alex intercambiaron miradas nerviosas antes de que Sarah respondiera con cautela: "Somos de un tiempo lejano, un lugar llamado el siglo veintiuno."

El Emperador frunció el ceño, pero luego asintió lentamente. "Interesante. Pero no hemos tiempo para discusiones filosóficas. Roma enfrenta una crisis: la Peste Negra ha comenzado a propagarse por nuestras tierras."

El corazón de Sarah se hundió al escuchar las palabras del Emperador. "¿La Peste Negra? Pero eso no debería estar sucediendo en esta época."

El Emperador asintió sombríamente. "Lo sé. Es por eso que necesito vuestra ayuda. Los médicos de Roma están desconcertados por esta enfermedad desconocida. ¿Podéis ayudarnos a encontrar una cura?"

Sarah y Alex intercambiaron miradas determinadas. "Haremos todo lo que esté en nuestro poder para ayudar", prometió Sarah.

Con la guía de los médicos romanos, Sarah y Alex se sumergieron en la lucha contra la Peste Negra, utilizando sus conocimientos modernos para desarrollar tratamientos innovadores y salvar vidas en medio del caos y la desesperación.

Mientras trabajaban incansablemente para contener la propagación de la enfermedad, Sarah y Alex se enfrentaron a sus propios miedos y dudas, cuestionando si alguna vez podrían encontrar una cura para una enfermedad que parecía imposible de detener.

Pero a medida que pasaban los días y su investigación avanzaba, comenzaron a vislumbrar una luz al final del túnel, una esperanza de que, con suficiente determinación y trabajo duro, podrían salvar a Roma de la devastación de la Peste Negra.






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