Los sentimientos de Will

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Will Graham se acomodó el alborotado cabello castaño y comprobó su imagen por enésima vez en el espejo de la pared contraria mientras esperaba su turno en el consultorio.

Jugó la camisa azul entre los nerviosos dedos y volvió a alisarla después de haberla arrugado, la había escogido exactamente para aquel pequeño encuentro, nervioso, un poco ansioso por ver a cierto terapeuta.
Su mirada curiosa iba de la puerta cerrada hasta el sillón y retornaba a hacer el mismo recorrido una y otra vez, como si fuese a cambiar el resultado inevitable o a acelerar la tortuosa espera, más ansioso a cada segundo que pasaba con esa puerta continuamente truncada e indiferente a sus ruegos.

Suspiro, se mordió el labio inferior e intentó parecer calmado cuando escuchó unos pasos que se dirigían a él con tortuosa calma, esperó su turno, procuró una mirada cansada para cuando la puerta se abrió y el Doctor Lecter dejó salir a su paciente.

Apenas si se fijó en el hombre que salía y le recorría curioso con la mirada antes de adentrarse en las profundidades de aquel conocido consultorio, el aroma a madera lo tranquilizo, porque iba impregnado del aroma de su propietario y curiosamente eso le mantenía relajado, le era reconfortante contar con la ayuda de semejante especialista, y charlar con él resultaba mucho más terapéutico estos días que su mente le jugaba malas pasadas.

—Will, pareces estar un poco nervioso, ¿gustas beber algo?

Negó recorriendo la habitación, concentrándose en cada conocido detalle, su aroma, la forma en que la luz se colaba por los altos ventanales, aquellos volúmenes que descansaban sobre los estantes atiborrados de conocimiento, y después volvió sobre sus pasos para tomar asiento frente a su querido psiquiatra.

Los días se le hacían eternos hasta ese momento, en cuanto sus ojos se encontraron sintió el confort y la cercanía de aquel hombre.

—Bueno ¿has tenido pesadillas nuevamente?

Will volvió a negar mientras jugaba sus dedos largos y las uñas mordisqueadas, un mal hábito, se dijo, y posiblemente a Hannibal le disgustaría verlo de aquel modo tan ansioso, pero ya no podía controlarlo, era algo demasiado...profundo en su persona.

Le miró, sus ojos se encontraron con los castaños que parecían curiosos por su sepulcral silencio, y bajó el rostro nuevamente cohibido.

¿Cómo demonios se lo diría? ¿Qué pensaría?

Seguramente pondría como pretexto su relación de médico-paciente para cortarle las alas sin lastimarlo.

¿Cómo decirle que no había dejado de pensarlo desde su última consulta? ¿Que esperaba más que ansioso la siguiente? ¿Cómo explicarle que gracias a él las pesadillas aminoraban apenas un poco, que su mente se distraía y podía pasar las tardes rememorando el sonido ronco de su voz o el aroma seductor ajeno? ¿Cómo exponer todas esas cursilerías frente a otro hombre posiblemente no interesado en esas cuestiones amorosas?

Nunca se creyó gay, que él supiese siempre le habían gustado las mujeres aunque no tenía demasiada experiencia con ellas, sus citas eran escasas por no decir inexistentes, al parecer su inestable carácter y la forma en que su cerebro trabajaba servían como repelente para prospectos amorosos, él tampoco hacía mucho al respecto, siempre meticuloso, siempre analizando, pero sentía que Lecter lo entendía, comprendía esos pequeños detalles que a él le asustaban tanto y metérsele bajo la piel parecía no afectarlo.

— ¿Sucedió algo?

Bueno, tendría que hablar en algún momento, debía dejar la timidez aplastante y sus interminables maquinaciones sobre cómo podría terminar aquello, debía confesarse sin hacerlo o bien descubrir lo que el mayor sentía al respecto sin delatarse, esa última era su mejor estrategia, no saldría herido pero podría penetrar en el alma del doctor sin problema y ver lo que en ella habitaba.

HannibalWhere stories live. Discover now