Capítulo 11: Nuestra chica.

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IBOR

Un mes después.

No soy un tipo que miente.

No soy un Santo, lo he intentado, pero nunca lo he logrado. Es como si la habilidad para mentir no se encontrara dentro de mi código genético. Crecí junto a muchos hermanos, todos ellos hombres, y las cosas siempre se caían, se rompían, y yo era el único que era castigado porque jamás pude mirar a mis padres a la cara y decirles que no había sido yo. Donde los demás solo veían la manera más fácil de salir de un problema a través de un acto tan insignificante como decir que no habían sido ellos, en mi interior sentía que le faltaba el respeto a su educación y crianza. A los buenos valores que intentaban inculcarnos. Al trabajo duro que ambos hacían para sacar adelante a nuestra familia. Quizás eso me hace un tonto, pero es como siempre he visto las cosas. Con demasiada empatía y profundidad.

A veces desearía ser diferente.

Que la mierda no me afectara tanto, pero lo hace.

Desde lo más pequeño a lo más grande que ocurre en torno a mí, se escurre a través de mis terminaciones nerviosas y mi cuerpo se adueña de eso como si fueran emociones propias. Por eso nunca le mentí a mis padres, porque sentía su decepción antes de si quiera provocársela. Por eso cuando las cosas se ponen difíciles, prefiero permanecer en segundo plano.

Pero eso no siempre es bueno.

Ese día debí haber dicho algo.

Ese día debí haber hecho algo.

—Papi, ¿así está bien? —pregunta Gen después de que termina con sus ejercicios de geometría, a lo que aparto la mirada de mi teléfono y le doy toda mi atención a mi hija de ocho años.

Todo cambió con respecto a las mentiras para mí cuando fui capaz de mentirle a la cara esa noche, esa en la que atrapó a Weston besándose con Savannah, pero fue involuntario. Fue como si todo dentro de mí cambiara en torno a la necesidad de protegerla, de no alterar su visión del mundo o su sitio seguro, el cual se supone que deberíamos ser West y yo.

Esa noche le dije que su padre había tropezado.

Esa noche le dije que no había nada por qué preocuparse.

No me estoy justificando, ni estoy justificando a nadie, una mentira es una mentira dónde sea dicha, pero nuestros códigos y reglas morales son fácilmente alterables cuando se trata de las personas que amamos.

—¿Papi? —insiste Gen, a lo que parpadeo varias veces antes de volver a enfocar mis ojos en su rostro redondo.

—¿Sí?

Agita su cuaderno de mariposas hacia mí.

—¿Así está bien?

Weston y yo tomamos la decisión de educarla en casa después de lo que pasó, odiando la idea de que vuelva a familiarizarse con un colegio del cual luego tendremos que retirarla, de que vuelva a hacer amigos de los cuales tendrá que separarse. Hay un programa que debe seguir y pensamos que estaríamos a la altura de él tomando en cuenta la edad de Gen, pero la verdad es que no entiendo nada de lo que mi hija me enseña. Mi memoria no es lo suficientemente buena, ya que es como si me hubiera olvidado de todo lo aprendido desde el kínder hasta la preparatoria, menos lo que de una forma u otra estuviese relacionado con la fisioterapia o el fútbol.

Han venido muchos maestros desde que Sofía se fue para ocupar su puesto en materia educativa, pero siempre surge un inconveniente con Weston, con la propia Gen o conmigo que ocasiona su despido. W sí sigue asistiendo a su escuela y Weston y yo nos turnamos para llevarlo a fútbol y a natación.

Suyos (Posesión #2)Where stories live. Discover now