CONTRAATAQUE ━━ pablo gavi

xxviii. capítulo dieciocho

Ainhoa se envolvió en la toalla, sintiendo cómo su cabello, ahora ligero y limpio, se deslizaba suavemente por su espalda. Al salir del baño, la presencia de Gaia en la habitación era casi magnética, sentada en el borde de la cama con una tranquilidad que parecía invitar al diálogo.

—Supuse que no querrías usar un bikini después de lo sucedido —comenzó la rubia, su voz suave pero clara—. Así que me tomé la libertad de escoger cosas de mi ropa para que elijas qué usar mientras se seca la tuya.

La sonrisa de Gaia era genuina, y aunque Ainhoa aún guardaba cierta desconfianza, no pudo evitar sentir una chispa de gratitud. Las prendas estaban cuidadosamente dispuestas en la cama, una invitación silenciosa a dejar de lado las diferencias, aunque solo fuera por un momento.

Sus ojos viajaron hacia la ropa, su ceño fruncido reflejando la disonancia entre sus estilos. Gaia, por su parte, parecía cómoda en su papel de anfitriona inesperada, esperando pacientemente mientras Ainhoa sopesaba sus opciones. Entonces, con un movimiento suave, la cumpleañera tomó entre sus brazos a la ardilla de peluche que Pedri le había regalado, y la miró con una sonrisa que iluminaba su rostro.

—No lo puedo creer, ¿en serio te gustó ese regalo? —preguntó Ainhoa con cierto  tono de burla e incredulidad.

—Fueron mis obsequios favoritos —respondió Gaia con orgullo, sin perder el brillo en sus ojos—. El Señor Mofletes estará en mi set-up a partir de hoy, créeme.

—¿Señor Mofletes? —se mofó al escuchar el tonto nombre de ese objeto—. Joder, solo alguien tan cursi como tú le pondría ese nombre a un peluche.

—Me da igual lo que digas, Noa. A Pedri le gustó.

Contrario a lo que esperaba, Gaia no dejó que su comentario de moda la afectara de alguna manera, ella parecía genuinamente orgullosa por aquella ardilla de peluche y, sobretodo, feliz de tenerla. La risa de Ainhoa se hizo más evidente, una mezcla de burla y algo más que no quería admitir.

—Desde que te conoció, a Pedri le gustan demasiadas cosas y hace muchas más por ti. Jamás pensé en ver esa faceta de él —Sus palabras eran ligeras, pero había un matiz de sorpresa y tal vez, un reconocimiento tácito de la relación especial entre Gaia y Pedri.

—Oh, vamos. Pedri tuvo que haber tenido novias antes, no debe ser la primera vez que lo ves en su faceta romántica, ¿o sí?

—Tuvo una, era un poco egocéntrica. No me caía bien…

—Eso es sorprendente.

—Cállate, minion —le bufó, echándole una mirada molesta. No iba a aceptar que ella criticará de alguna forma su actitud, pero notando lo bueno que había sido hasta el momento, tomó un respiro y trató de tranquilizarse—. De igual forma, como te decía: Pedri no era así con ella, al menos no como es contigo. Ya sabes, esa cursilería de los besos en la mano, los apodos tontos, los regalos. No es algo que le haya visto antes.

Y Ainhoa no mentía. Con su ex, hasta donde pudo ver, Pedri era un novio normal casi como ella en una relación, sin demasiadas cursilerías de por medio; pero, con la llegada de Gaia, algo pareció despertarse en su mejor amigo. O, en todo caso, y lo que prefería creer, era que a le había picado alguna clase extraña de mariposa radioactiva que le dio los superpoderes del azúcar, las flores y muchos colores, haciéndolo actuar como un idiota enamorado.

Quizás era poco probable, pero era lo que había decidido creer por su bienestar mental.  

—Tengo cierto encanto que hace a los hombres ser cursis y cariñosos —bromeó Gaia.

Ainhoa no lo dudaba, pero de inmediato las imágenes de Gavi y ella en la pista de baile, arrimándose y tocándose de una forma tan provocativa le llegaron a la cabeza. “Mi niña”, el tonto apodo cursi resonó como un eco dentro de ella, zumbando como una abeja y provocándole una molestia más allá de la normalidad. Lo cual le jodió más, ¿por qué le causaba tanto desagrado que la nepobaby y el niñato fueran tan cercanos? No era celos, claro que no, ella no debía estar sintiendo algo así por él, ¿o sí?