Capítulo 4

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Candice

Una punzada detrás de mi cabeza es lo primero que percibo. Que estoy en una cama lo segundo. Dios, siento como si la cabeza me fuera a explotar. Despego los párpados, pero una lámpara en el techo hace que vuelva a cerrarlos, el fuerte resplandor que todavía vislumbro a través de mis párpados cerrados hace que los apriete. Mi dolor de cabeza se incrementa por la breve exposición a la luz.

Cuando el dolor remite, llevo una mano por encima de mi frente para crear un poco de sombra antes de abrir los ojos de nuevo. Esta vez el impacto visual es menor y consigo tolerar la iluminación. Las paredes blancas del lugar, desnudas de cualquier adorno me desorientan. ¿Qué es este lugar?

«¿Cómo llegué aquí?», esa pregunta da vueltas en mi cabeza.

Todavía con la mano sobre mis ojos intento erguirme para sentarme sobre la cama, pero me mareo y me quedo quieta en una posición que no es ni acostada ni sentada.

—No, no te levantes. —Esa voz. Mi corazón brinca emocionado al escucharla, reconociéndola. Sus manos me toman de los hombros y me ayudan a recortarme otra vez.

—¿Dónde estoy? ¿Qué me pasó? —pregunto con dificultad pues tengo la garganta seca.

—Estamos en el hospital. —Sus manos se apartan de mis hombros, deslizándose unos segundos por mis brazos antes de retirarse por completo—. Resbalaste en la calle y te caíste, también te diste un golpe muy fuerte en la cabeza. —Se aleja un par de pasos hasta que sus piernas chocan con una silla ubicada a un lado de la cama, pero no se sienta.

¿Golpe? ¿Qué golpe? No recuerdo nada, aunque eso explica muy bien la terrible jaqueca que tengo, siento que la cabeza se me va a partir en miles de pedazos. Ni siquiera recuerdo qué estaba haciendo antes de que me cayera.

—Yo… no recuerdo nada. —Pronuncio en voz alta mis pensamientos, todavía desorientada.

—Es normal, el doctor dijo que podría suceder. —Su tono es plano, casi indiferente, como si en la cama de hospital estuviera cualquier otra persona y no yo, pero no le doy importancia, tal vez sea el golpe el que me hace percibirlo así.

Mis ojos ya se han adaptado a la luz de la habitación así que bajo la mano para observar al hombre parado junto a mi cama. Mi corazón, que no se ha calmado ni un segundo desde que detectara su presencia, palpita furioso dentro de mi pecho cuando veo su rostro. Mis ojos se abren con sorpresa al notarlo diferente. Su larga cabellera ha desaparecido, ahora lo lleva corto. Sus facciones lucen más maduras. Mi desconcierto aumenta y temo que ese golpe me haya provocado algo más que un terrible dolor de cabeza.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —indago, tal vez pasé inconsciente más tiempo del que creo.

—Unas tres horas.

Frunzo el ceño. Tres horas es suficiente tiempo para un corte de cabello, pero no explica que se vea más maduro, como si en lugar de tres horas hubiesen pasado tres años o tal vez más. De pronto tengo un chispazo, una especie de recuerdo en el que lo veo a la distancia, sentado tras una mesa larga en compañía de otras personas, tiene este mismo corte de pelo, pero sus facciones no las puedo precisar porque la imagen no es nítida en mi memoria; el dolor en mi cabeza se intensifica y tengo que cerrar los ojos un momento. Definitivamente ese golpe me afectó mucho. Me remuevo en la cama y noto que el cuerpo también me duele, sobre todo las caderas, solo que la jaqueca opaca a este.

—Siento como si me hubiesen arrollado —murmuro, mis ojos apenas abiertos para poder mirarlo.

La expresión de él cambia ante mi queja, sus labios estirados en una sonrisa que suaviza sus rasgos.

Nuestra historia estaba incompletaWhere stories live. Discover now