Capítulo 8

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THOMAS

Unos días antes

Veo las luces de la ciudad que empiezan a encenderse dando paso a la noche, no me gusta lo que estoy sintiendo, debería estar satisfecho cuando lo que tengo dentro de mí es una especie de amargura.

A pesar de todo no me gusta verla cabizbaja, ella no es así, nunca lo fue, no le bajaba la mirada a nadie.

No era la mujer que esperaba encontrar, es alguien muy diferente.... Apagada.

Me guardo los pensamientos que divagan en mi mente cuando recuerdo que Jack también está aquí.

Adopto un semblante de serenidad como si no me importara nada de lo que paso esta semana, aunque por dentro no sé ni que es lo que estoy sintiendo.

-¿Qué piensas al respecto? -¿Cómo procedemos?

-¿De qué? –No escuche nada de lo que dijo.

Me mira con una expresión de molestia, se levanta para ir por un trago, no se molesta en tomar un vaso, lo toma directo de la botella.

En otro momento me molestaría lo que acaba de hacer, pero estoy tan cansado mentalmente que me da igual.

-¿Quieres? –Me ofrece la botella.

Le arrebato la botella tomando no sé ni cuantos tragos.

-¿Quieres hablar de lo que paso? –Dice.

-No.

Suspira antes de tomar asiento.

-No fue así como pensé que sería, lo que hicimos estuvo muy mal, no tome en cuenta las consecuencias.

-No quiero hablar. –murmuro, no sé si lo que digo es para él o es para mí.

-Deberíamos encontrar otra solución a todo esto.

Volteo los ojos antes de ingerir nuevamente una enorme cantidad de alcohol.

-¿Qué dijiste del caso?

-Estoy arrepentido, ella es mi familia.

Victoria es la hija no reconocida de Alexander, el tío de Jack, Susan, la madre de Victoria descubrió que Alexander le era infiel y decidió casarse con alguien más.

Suelto un enorme suspiro antes de responder.

-Fuiste el primero en apoyarme cuanto te dije lo que planeaba hacer, ¿Por qué estás arrepentido ahora?

-La viste, estaba quebrada por dentro aunque intento parecer serena, la vi salir del baño, estaba vomitando, ella no está bien.

-Deberíais trabajar y dejar de pensar en cosas que no van a cambiar.

-No puedo Thomas, me siento mal.

Hice caso omiso a sus palabras para dar por terminada la conversación.

-¡Haz algo!

-¡Cállate! -¡Me tienes harto! –Fuiste el de la idea que no se te olvide.

Voltea los ojos.

-Porque algunas veces no la soporto, me deje llevar, el tío Alexander la venera y la abuela no se diga, no tiene un maldito rasgo de nuestra familia, no tiene nuestro apellido, a pesar de eso, ella es la favorita hasta de mi padre, siempre dice lo hermosa que es, a mí nunca me dice nada, solo estaba un poco celoso, pero no la odio, no podría.

-¿Te molesta que tu padre no te diga que eres hermoso? –Me burlo.

-Sabes a lo que me refiero, me siento mal, no merece lo que hiciste.

-Lo que hicimos. –Le recuerdo. –Tú me ayudaste con el juez.

-Sí. –Murmura. –Lo que hicimos.

-¿Cómo está? -¿La extraña?

-Debe acostumbrarse a que ahora vive conmigo y así será para siempre.

-Encuentra otra solución, no se quedará con los brazos cruzados, sabes que no lo hará, por el momento debe estar depresiva, pero ya sabes como es...

-No puede ganarme, lo sabe, me conoce, sabe lo que soy capaz de hacer, no tiene el poder.

-Te lo digo porque en verdad te aprecio, busca la manera de solucionarlo, deja que esté con él.

-No le estoy negando verlo, tiene días de visita. –Respondo firme.

Tomo los informes que tengo esparcidos en el escritorio para iniciar con el trabajo que debo terminar antes de que acabe la semana.

Jack no deja de verme con los ojos entrecerrados.

-¡¿Qué?! –Grito

-Dos días a la semana no es justo, tiene cinco meses, no me dijiste que harías eso cuando buscamos al juez.

-Deja de actuar como inocente que estás embarrado de mierda tanto como yo, ¡los dos lo hicimos! Que no se te olvide. –Le recuerdo.

-No, no se me olvida y nunca lo haré, esto fue tan mierda de mi parte, busca una solución o te quedarás sin tu hijo.

-¿De qué carajos hablas? –Me exaspero.

-Cuando mi familia se entere de lo que paso, porque pasará, no dudarán en ayudarla.

Me remuevo incómodo en mi silla.

-Poseemos muchos contactos, no te quedarás con él, Alexander moverá hasta el cielo por su hija. –la última palabra la dice un tono más alto.

Actuó como si no me afectara lo último que acaba de decir.

¡Maldita sea!

Estaba tan cegado por la ira que ni siquiera lo había pensado, tiene razón, no será fácil ganarle a alguien como él.

Hace dos años que Alexander vive del otro lado del mundo, la muerte de Susan lo dejo devastado, mientras no vuelva todo estará bien, pero si decide que es tiempo de regresar...

-¿Qué sugieres que haga? –No sé para qué le pregunto si nunca da buenas ideas.

-No lo sé, busca una solución rápida, algo en lo que estén satisfechos los dos o cuando menos lo esperes estarás en una enorme batalla.

-¿De qué lado pelearás? –Indago

-Del lado que pertenezco, por supuesto.

-Eres un maldito traidor.

-Sería muy tonto de mi parte traicionar a mi familia, te ayudaré haciendo tiempo antes de que se enteren. –Se levanta y toma uno de los informes.

-Terminaré de trabajar en mi oficina.

Con el pomo de la puerta en su mano voltea. –Sé inteligente y no te dejes quitar a tu hijo.

-No sé si tener en cuenta los consejos de un traidor.

Sonríe.

-Si lo fuera, no te lo habría dicho, estoy poniéndote sobre aviso. –Sale ladeando la cabeza.

No ha terminado de cerrar la puerta cuando estoy tirando por todas partes todo lo que está sobre el escritorio, camino hacia el baño para lavarme el rostro, reparo mi aspecto en el espejo maldiciendo todo.

Necesito pensar.

Ser más inteligente.

Nadie me quita lo que es mío, y él es mío, no voy a permitir que alguien más viva los momentos que me pertenecen solo a mí.

Estampo el puño en el espejo del baño haciéndolo añicos, dejándome la mano llena de sangre, no siento dolor, no siento nada, lo hago una y otra vez hasta que no queda nada en la pared.

Me lavo y salgo en busca de algo que detenga el líquido que dejo esparcido por todo el lugar.

Tomo una de las camisas que guardo en caso de emergencia y la coloco alrededor de mi mano, presionando para detener la sangre.

Busco el teléfono entre todo lo que está en el suelo, cuando lo encuentro lo tomo y espero a que respondan del otro lado.

-¡Ven a mi oficina! -¡Ahora! –cuelgo antes de que pueda responder.

VICTORIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora