Darana

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- No reacciones cuando me escuches.

Mantuve mi sonrisa falsa y mi supuesta atención a la doctora que hablaba frente a nosotras. Milicent estaba al borde de las lágrimas mientras le informaban que la última partenogénesis con el óvulo restante que tenían en el laboratorio no había funcionado con mi espermatozoide. Que no había mucho más que hacer, si ese último embrión no se había formado era porque, simplemente, ella no iba a poder procrear de aquella forma artificial.

Milicent y yo teníamos una historia complicada, nos habíamos conocido en la Ruta de Hypatias, un centro formativo de excelencia, donde nuestras procreadoras nos habían dejado para formarnos, fue la primera amiga que hice, vivimos juntas en los dormitorios de aquella academia desde que teníamos poco más de 2 años.

Eso era algo de nuestra comunidad que nos destacaba por encima de las otras. Al tener nuestros bebés podemos escoger si formamos parte de su formación y ser conocidas y vistas en la sociedad como "madres" o si preferimos entregarlas a los centros comunitarios donde han de aprender todo lo necesario para vivir en la comunidad. De cualquier forma, ya sea que vivieras en dormitorios independientes o con tus madres, la selección de facciones se hacía apenas aprendías a hablar. Todo con respecto a nosotras, la forma en la que gateamos, el momento en el que dimos los primeros pasos, el cuál fue nuestra primera palabra, la forma en la que sostenemos el lápiz y el cómo nos gusta escribir la "Z"; absolutamente todo influye en la selección de tu primera facción.

Milicent había sido llevada conmigo al área en el que se separaban a las que iban iniciar en la facción de la ciencia. Ella era lo que se consideraba una "monoapta", una niña que solo serviría para una facción y que las demás le costarían tanto que solo sería ruinoso y ansioso el paso por la misma, mientras que, en mi caso, era lo que llamaban una "multiapta", podría escoger la facción que quisiera, alternarlas o ejercerlas todas a la vez.

Mili y yo habíamos llegado juntas a la adolescencia, donde ella me había ofrecido una relación sexoafectiva, la cual tuve que denegar. Milicent era una mujer sexo-romántica, yo no era ni sexualmente activa ni me interesaba el romance. No me gustaba Milicent, ella lloró unas semanas por mi rechazo, pero con el tiempo lo aceptó y nos convertimos en amigas.

Cuando llegamos a la edad de independencia y pudimos obtener nuestras credenciales para un piso individual, las unimos ante un juzgado exponiendo nuestro caso de no-familiaridad y no-afectividad y nos permitieron la adquisición de un apartamento doble. Vivíamos en un lugar grande desde hace ya 10 años.

A Milicent le gustaba el disfrute de su cuerpo propio y del de las demás. Con sus 80 kilogramos de ternura y cariño, el cabello tan rubio que casi parecía blanco y la piel más pálida que jamás hubiera visto, mi amiga amaba su cuerpo, al punto de tener una terapia de besos en el espejo y llenarse de palabras de afirmación y cariños físicos en solitario y compañía.

Estuvo obsesionada durante un tiempo en que yo consiguiera pareja, y lo intenté, fuimos a establecimientos de placer, lo intenté con una que otra mujer, pero simplemente no lograba pasar de un beso. Pensamos que sería asexual y arromántica, pero la realidad era que no sentía ninguna especie de repulsión, solo no sentía nada. Probé muchas cosas, mujeres excesivamente delicadas, mujeres musculosas, mujeres de cabello corto y largo, de las que desarrollan barba y tiene los dientes más largos... pero simplemente no había nada.

No era la única mujer en esa condición, de hecho, la gran mayoría de las que llegaban a la facción de la diplomacia tenían esa característica, no tenían pareja y más allá del placer sexual que pudieran otorgarse a sí mismas, no había manera de sentir absolutamente nada por otra mujer.

Durante los últimos dos años cuando terminé mis investigaciones y presenté la tesis que me dejó ingresar a los rangos más altos de la facción de la diplomacia, Mili me suplicó hasta las lágrimas que nos inscribiéramos juntas en el programa de procreación. Pensé en las ventajas de ello, podría tener una hija a la cuál formar y así seguir un grandioso legado biológico lleno de éxitos.

El Triunfo de Eva (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora