Se detuvo para pensar en cada paso erróneo que seguía comentiendo. Creyó que era un hombre más fuerte pero no lo era del todo, quería destruir todo ese rastro de vulnerabilidad que lo hacía quebrarse cuando estaba en sus momentos más bajos. Para volverse impenetrable, tenía que dejar de mantenerse atado hacia esas memorias que lo hicieron tan feliz alguna vez.

—Pero cuando apenas llegué aquí y pude dejar de sentir algo de dolor y empezar a pensar fríamente, no pude evitar que mis pensamientos volvieran a debilitarse —su pecho se contrajo al reconocerlo, ya que aún seguía siendo débil ante sentimientos que eran inútiles para su recuperación—. Llegué aquí con un gran conflicto en mi cabeza, no podía dejar de pensar en Blitzo. Y todavía pienso en él.

Se acurrucó en su lugar y abrazó sus rodillas, esa amargura al mencionarlo seguía siendo muy profunda, lo seguía haciendo temblar de la ansiedad y la rabia. Su recuerdo no era más que una pesadilla y se seguía forzando a que su imagen le hiciera sentir únicamente desprecio hacia él.

—Nunca te lo he dicho. Pero quiero que Blitz me vea en cada maldita publicación, en cada cartel con mi cara, en cada pedazo de mercancía a mi nombre, en todo. Quiero que me vea en cada rincón de la ciudad y que sufra de la rabia al verme —apretó los dientes con verdadero desagrado ante su recuerdo—. Que vea que lo logré sin él, que triunfé y que no lo necesito y jamás lo necesité. No quiero que escape de mi y de mi recuerdo, quiero torturarlo, quiero que se muera de envidia. Le demostraré que pude sanar y que estoy mejor que nunca, que pude volverme incluso más grande de lo que imaginamos alguna vez.

Quería hacerle recordar que seguía existiendo y que no se volvería un don nadie como lo era él. Probablemente Blitzo seguía no solamente vivo, sino disfrutando de una vida como civil normal y sin ninguna puta preocupación luego de haberle querido arruinar la vida.

No permitiría que siguiera como si nada sin cobrarle todo el sufrimiento que le hizo sentir. Se encargaría de volverse su pesadilla viviente, y que no pudiera descansar de verlo en absolutamente cada parte del infierno. Le restregaría lo rico, famoso y exitoso que sería como artista sin su condenada ayuda.

—Me prometí odiarlo. Intento odiarlo todos los días, mi odio es lo único que puede hacer que tenga una motivación sólida y... sé que me estoy envenenando en esto —apoyó su mentón en sus rodillas y envolvió su cola entre sus piernas—. Sé que no es bueno para mí, pero no encuentro otra manera de como funcionar —reflexionó en voz alta—. Aún siento un gran conflicto. Puedo odiarlo y amarlo al mismo tiempo. Mammon dijo que solo debería olvidarlo, que Blitzo no es bueno para mi, pero no puedo...

Alzó su mirada vacía hacia Asmodeus, quien escuchaba atentamente cada palabra de Fizzarolli y conservaba esa información valiosa. Se acercó dando algunos pasos hacia el pequeño, lo observó con una mirada compasiva y empática.

—Me gustaría dar un paso adelante y sencillamente borrarlo de mi memoria, pero lo recuerdo porque era muy importante y valioso. Y lo amaba, él significaba el mundo para mí...

No quería que fuera así. Envolvió mucho más fuerte su cola ante la desesperación de no poder librarse de esos sentimientos. Sería tan fácil olvidarlo si no tuviera tantas emociones tan fuertes en su corazón que lo involucraban en ese conflicto agotador y constante.

—Tan solo me gustaría dejar de recordar lo amable y dulce que era conmigo, la forma en como me protegía y me hacía sentir único, como si yo valiera la pena —enterró su rostro entre sus piernas con vergüenza de si mismo por ser tan débil—. Me gustaría convencerme de que solo era un teatro y de que buscaba todas las formas de lastimarme sin que lo percibiera. Y lo logró, logró herirme como nunca nadie hizo antes.

Sus heridas no tenían que ver únicamente con lo físico. La herida más grande era la de la traición. Esa era la que no podía cicatrizar y dejar atrás. Asmodeus bajó para estar a su altura, reposó su gran mano sobre el hombro del imp y lo masajeó un poco.

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