Viva el intercambio cultural

Comenzar desde el principio
                                    

El no cambio su expresión neutral, sin embargo podía notar que de alguna forma esas palabras no le gustaban. Y ahora que sabía a qué condición se refería, habían logrado despertar mi maldita curiosidad.

Se volvió hacia mí y camino en dirección contraria.

—Ven, Daphnet.

La chica no dijo más nada, y yo tampoco esperé a que me dijera algo a mí. Seguí al cazador por el camino que había tomado sin decir nada. Estaba pensado en mis próximas palabras, pero me acordé que había dejado a mi hermano en aquel lugar solo.

—Mierda —susurré.

—Tu hermano estará bien, nadie va a lastimarlo. A no ser que él se lo busque.

—Gracias por tranquilizarme, Káliz.

—De nada —ignoró mi sarcasmo—. ¡Ah! Por cierto. Cómete esto —me acercó una bolsita de papel que olía a algo frito.

Yo la tomé y la abrí con el estómago rugiendo del hambre que sentía. No sabía exactamente qué era , tenían forma de bolas. Parecían croquetas o algo así. Me llevé una a la boca y degusté el sabor del pescado en mi paladar.

—Croquetas de salmón —dijo cuando terminé de masticar una—. Están ricas, ¿verdad?

—Ricas es poco —dije agarrando otra.

Nos mantuvimos en silencio otra vez, mientras me comía aquellas croquetas. No sabía si era el hambre hablando por mí, pero ya no me sentía tan estresada. No por el momento. Sabía que en cuanto volviera con mi hermano y Carlotta, tendría que volver a centrarme en el problema, a enfrentar lo que estaba por venir. Porque sí, era inútil intentar suavizar lo que estaba ocurriendo.

Morir.

Dios, solo quería tener otros diez minutos de paz.

—Si tengo miedo de morir —acepté en voz alta, no sabía porque, no entendía que hacía contándole aquello al tipo más odioso que había conocido en mi vida, pero de alguna manera me encontraba en aquel momento, y ya no podía callarme—. No voy a seguir fingiendo que soy una perra empoderada y una mujer con ovarios de acero, porque no lo soy. No sirve de nada. Si. Mato para vivir. ¿Y qué? —giré el rostro y lo encaré. Me miraba como si me hubiera vuelto loca. En fin—. Ni tu opinión ni ninguna regla existencial sobre el bien y el mal me van a importar una mierda. Así que, qué narices importa si tengo miedo a morir a pesar de todo ¿Cierto? No pedí nacer vampiro, y tampoco pedí morir a los dieciocho.

Paró de caminar y me detuvo con él.

—Creo que te estás sofocando un poco —se veía un poco confuso—. Estás hablando demasiado y sacando conclusiones que ni al caso todavía.

—¿Disculpa? ¿Ni al caso? —me sobresalté.

—Ni siquiera sabemos cómo vas morir.

—Mi alma se está destruyendo, o eso entendí al menos —me iba a decir algo más, pero no llegó a pronunciar nada. Nos volvimos a quedar en silencio, pero yo decidí intentar aliviar algo de mi curiosidad. Por aquel extraño sitio—. Este lugar, ¿qué es exactamente?

No me refería al sitio como tal, porque ya sabía que era su base, le preguntaba por el mecanismo ¿Cómo funcionaba aquello?¿Cómo era posible que pareciera otra época?

—No sabría cómo explicártelo —le fruncí el ceño y sonrió—. Sin que enloquecieras aún más.

—¿Te crees chistosito ahora?

WitchbloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora