Capítulo 1

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Primera sesión

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En una noche oscura y tormentosa, en los límites del pueblo, se encontraba una cabaña oculta entre los árboles retorcidos. En su interior, Alastor, un hombre solitario y misterioso, vivía en las sombras de la sociedad, ocultando un oscuro secreto que lo atormentaba: su insaciable deseo por la carne humana.

Durante años, Alastor había acechado los bosques circundantes, alimentando su apetito con las almas perdidas que se aventuraban cerca de su morada. Su presencia infundía temor en los corazones de los lugareños, quienes murmuraban sobre los extraños sucesos que ocurrían en la oscuridad de la noche.

Pero el destino tenía preparado un giro inesperado para Alastor. Una noche, mientras acechaba en busca de su próxima presa, fue emboscado por un grupo de valientes aldeanos decididos a poner fin a sus atrocidades. Con astucia y determinación, lograron capturar al temido caníbal y lo llevaron atado y encadenado al manicomio, un lugar sombrío donde los susurros de la locura llenaban cada rincón.

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El aire en el pasillo del hospital psiquiátrico estaba impregnado de una tensión palpable mientras el enfermero de corbatín rojo avanzaba con paso firme hacia su encuentro con el paciente 1525. Su atuendo poco convencional destacaba entre el uniforme estándar del personal, pero esta elección deliberada era parte de su estrategia para abordar al paciente de manera inesperada.

El enfermero llevaba consigo el expediente del paciente, un documento que detallaba los antecedentes y comportamiento problemático de Alastor, el temido Paciente 1525. Sus pasos resonaban en el pasillo, cada uno cargado de determinación y precaución.

Al llegar a la puerta de la habitación, el enfermero inhaló profundamente antes de empujarla suavemente. El interior estaba iluminado por la tenue luz que se filtraba por la ventana, creando sombras danzantes en las paredes.

Alastor estaba sentado en la silla de metal frente a la mesa, su mirada fija en el enfermero mientras este entraba. El brillo oscuro en sus ojos parecía penetrar en el alma del visitante, evaluándolo con una intensidad inquietante.

El enfermero avanzó con calma hacia Alastor, manteniendo su compostura y tratando de ocultar cualquier rastro de nerviosismo que pudiera traicionarlo. Tenía en mente el expediente del paciente, una herramienta vital para comprender la complejidad de la mente de Alastor y anticipar sus reacciones.

Alastor observó al enfermero con curiosidad, su sonrisa deslizándose lentamente por su rostro.

El enfermero se sentó con elegancia en la silla frente a Alastor, consciente de la frágil barrera que los separaba: una mesa de metal que apenas servía como escudo contra los oscuros secretos que habitaban en la mente del paciente. Con movimientos fluidos y calculados, depositó el expediente sobre la superficie pulida de la mesa y deslizó los dedos sobre la cubierta, desvelando la cruda verdad que yacía dentro.

 Con movimientos fluidos y calculados, depositó el expediente sobre la superficie pulida de la mesa y deslizó los dedos sobre la cubierta, desvelando la cruda verdad que yacía dentro

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Un loco por amor o por carne humanaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant