Chapter 2

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Hay personas que simplemente no nacieron para amar, personas que viven en base a ideales que consideran necesarios para evitar desviarse del camino correcto. La honestidad, la puntualidad, la inteligencia y la racionalidad son algunas de las características que deben tener para ser seres íntegros y socialmente correctos y a veces, alabados. El apego emocional, el afecto a otro ser humano y el amor, tal y como lo describen mil poetas sobrevalorados, no son más que debilidades, es de tontos soñadores el hecho de dedicar media vida a encontrar algo que simplemente no existe, que es frágil y tan abstracto que no tiene sentido siquiera considerarlo como real.

Hunter es de esas personas, de las que cree que el ser humano no es más que un ente enfrascado en la lucha absurda de sentir que pertenece a un lugar, a un sentimiento, a otra alma. Desde chico aprendió que cada quien debe forjar su propio destino, que los logros se obtienen con esfuerzo, sacrificio, a veces lágrimas, a veces sangre y es por ello que a sus treinta y cinco años puede decir firmemente que el amor es una utopía, un espejismo, una simple ilusión, un invento de los débiles para justificar actos estúpidos y muchas veces despreciables.

Las palabras dichas por aquella rubia en la Estación no han hecho más que rondarle en la cabeza pero no porque considere que tiene razón o porque haya removido una fibra delicada en su corazón, no, él no es de esos, lleva años trabajando en su fuerza y su poder mental pero por alguna razón que aún no comprende, los dardos venenosos lanzados a su persona, le incomodan. Laira fue un polvo medianamente satisfactorio, lo recuerda de forma vaga como casi cualquier otro que haya tenido con mujeres del pasado, un polvo que pasó inadvertido, solo sexo sin compromiso ni promesas vacías, por eso no entiende por que la rubia lo siguió buscando sabiendo que no estaba interesado en repetir.

Ocurrió en una fecha algo fría, había estado trabajando en la oficina hasta muy entrada la noche, escribiendo un extenso informe sobre un caso ya cerrado cuando el sonido de unos tacones llamó su atención. Por aquel entonces Hunter no estaba en un buen momento, el caso en cuestión había sido difícil, siempre era difícil cuando hay un niño muerto, cuando tenías que darle a los padres la noticia de que el cuerpo había sido encontrado por partes a las afueras de la ciudad. El hecho es que al parecer Laira supo identificar su tensión, el nivel de stress del pelinegro y para resumir, le aceptó una copa, Hunter no solía beber pero aquella noche lo hizo de más cabe resaltar, no tiene muchos recuerdos porque no son importantes pero en definitiva sabe que pasó la madrugada follando a la rubia.

A la mañana siguiente se vistió y se fue, sin una nota, sin un detalle, no era un hombre de detalles y definitivamente no era un hombre de dormir junto a la mujer que se follara, aquello fue un desliz, un error, un traspié encadenado al alcohol acumulado y al cansancio tanto físico como mental. No sintió remordimientos, nada de pena o deber, fue un polvo o dos o tres pero en resumen fue solo eso, sexo y para colmo, mediocre. No mintió cuando le dijo que era mala dando mamadas, es más, le hizo un favor, la mujer era pésima aunque ella pensara que por ser guapa y tener buen cuerpo, podría conquistar a un tipo como él, ja, le deseaba suerte, la iba a necesitar si pretendía atrapar a un hombre a su lado porque la verdad es que en la cama era tan plana como la pista de aterrizajes del aeropuerto de Los Angeles.

El sonido del computador portátil anunciando un correo entrante lo sacó de sus pensamientos, inmediatamente se dedicó a abrir el archivo adjunto, había tardado más tiempo en llegar del que creyó. No se sorprendió al ver que era extenso, más de lo normal pero no perdió más tiempo, era su deber y como siempre, se metió dentro de su papel de trabajador modelo. Pocos minutos después de comenzar pudo darse cuenta de que su odioso jefe no mentía cuando dijo que era un caso complicado, le habían otorgado el cuidado personal de un joven de veinticuatro años que estaba bajo un programa de protección a testigos, hasta ahí todo era bastante normal, lo verdaderamente llamativo venía cuando leyó las razones por las cuales entró a dicho programa.

Según el informe, el chico estuvo presente en el lugar en el que se cometió un delito grave, un robo que terminó mal y causó muchos heridos, un incendio y un asesinato, dicho asesinato había sido cometido...por él. Hunter tuvo que leer nuevamente para verificar no equivocarse, por lo general las personas asignadas a este tipo de programas, eran víctimas no victimarios y le resultaba sumamente inquietante que el joven estuviera ahora bajo su cuidado o al menos lo estaría pronto, según leyó, en un mes tenía que viajar a Maine, el culo del mundo, para pasar a ser prácticamente su guardespaldas personal.

Hunter dejó de leer, esto no le cuadraba, había algo que no le quedaba claro. ¿Por qué lo pedían a él? ¿Acaso no había ningún puto agente cualificado en Maine para cuidar del culo de un ricachón mimado y asesino? La ira junto a la desconfianza y la incredulidad lo atacaron a la vez, en sus quince años de carrera se tuvo que enterar de muchísimas cosas turbias, descubrió cientos de procedimientos mal ejecutados y un sinfín de fallas en el sistema, tenía buen olfato para las irregularidades y esta, definitivamente, era una de ellas, este caso escondía más de lo que le estaban contando.

Se levantó para buscar una botella de agua, aún le quedaba bastante para leer y ya se estaba sintiendo harto, necesitaba refrescarse. Cuando retomó la lectura se fue enterando de ciertos detalles aún más turbios, el joven en cuestión no era un simple universitario, nada que ver, el jodido cabrón era nada más y nada menos que el heredero de la Farmacéutica Jansenn, el hijo mimado y culo aristocrático de la maldita familia más famosa de todo el país en el área de la medicina e insumos de esa índole. Hunter no podía entender todavía la razón por la que lo querían a él para el trabajo, era un diez en su campo, de eso no había dudas, estaba entrenado para matar sin remordimientos, para eliminar objetivos marcados sin titubear y de más está decir que su inteligencia le otorgaba la capacidad indiscutible para trabajar en investigaciones complejas y extensas pero aún así estaba seguro de que en el este del país habrían cientos de agentes tan buenos como él.

Asher Jansenn, Charlie Green bajo el programa de protección, aparecía en una foto adjunta en el correo, parecía más joven de lo que suponía según la ficha con sus datos reales. Una cara bonita, casi femenina, ojos amielados muy claros y rodeados de pestañas largas y rizadas, una nariz fina y respingona que parecía hecha en un molde perfecto, cabellos castaños, casi rubios abundaban en su cabeza pero los labios, Hunter jamás había visto unos labios tan jodidamente llamativos. Achinó los ojos para ver mejor aquella foto, el chico se veía demasiado bonito para su gusto, demasiado delicado, como una muñeca de vitrina, el ojiazul se molestó, odiaba darse cuenta del atractivo de un ser de su propio sexo y sobre todo, odiaba saber que en un mes más estaría cuidando de él como si lo mereciera, esa cara bonita de semblante inocente no era más que un careta. Hunter intuía que solo fingía ser tierno y dulce pero nadie que se viera así de bien y adorable, podía tener la suficiente sangre fría como para matar a una persona, así que se prometió dos cosas, la primera sería cumplir su papel de cuidador de culos aristocráticos como se suponía , sin errores ni fallas y la segunda pero no menos importante, llegaría al fondo de este asunto sin importar a quien tuviera que quitar de su camino porque acá nada olía bien, empezando por el muñequito de porcelana.

Testigo del malWhere stories live. Discover now