I hope your hand finds mine even if we are worlds apart

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Jihoon abrió los ojos de golpe. Estaba en su cama, en pijama, sudando, a pesar de tener el ventilador a máxima potencia frente a él. Giró la cabeza a su izquierda, en dirección a su mesita de luz. El reloj digital se lo confirmó. Eran las tres y cuarto de la madrugada. Otra vez. El mismo día. La misma hora. Las mismas condiciones.

Se levantó con pesar, suspirando con molestia mezclada con el cansancio de las pocas horas de sueño y busco a tientas las pantuflas. Fue al baño a lavarse el rostro y luego volvió, agarrando la campera que descansaba en el respaldo de la silla de su escritorio, se calzó las zapatillas y dejó su departamento. Cerrando con llave para que no se escape su gato otra vez.

Dejó su edificio, cruzando la calle y dirigiéndose a la plaza que quedaba frente a este, adentrándose y sentándose en ese banco en especifico. De madera, con la pintura blanca desgastada y decorado con los mensajes que dejaban los adolescentes con marcador permanente o corrector líquido en las partes despintadas.

Paso su mano por la sucia superficie, encontrando un lugar en especial. Ese que ya conocía a la perfección. Lo rozó con sus yemas y cerró los ojos. Sintiendo el relieve del corrector en el apoyabrazos de la banqueta.

Sus iniciales y un corazón. Reconocía su ortografía desordenada y la figura chueca. Lo tocó con cariño y nostalgia, una sonrisa asomándose a pesar de tratar de esconderla.

Lo escribió una tarde a los veintiún años, cuando su enamoramiento estaba en su punto más alto. Memorizando la sonrisa y los ojos de amor de Seungcheol mientras pasaba la punta del objeto con concentración, tratando de que no le quede tan desordenado.

Él se había reído, y le había tomado la mano. Guiándolo hasta su auto e indicando que suba, abrochándole el cinturón de seguridad en el camino y poniendo la playlist de canciones que había armado Jihoon, aunque no le gustaba ninguna, las escuchaba porque lo hacía feliz. Lo llevó a pasear en el vehículo descapotable color rojo, rodeado de sus risas armónicas.

"Si sos feliz, yo soy feliz, si no estás, estoy mal." Le decía, y nunca pudo entenderlo hasta que el amor se apagó. Las cosas de Seungcheol habían desaparecido de su casa y ahora llevaba en brazos a una niña y sostenía la mano de una bella mujer en vez de la suya.

Había seguido adelante. Y no podía entenderlo, parecía ser el único estancado en el pasado, recordando y añorando que esa mano lo vuelva a sostener como lo hacía cuatro años atrás.

Sus dedos dejaron el agarre del banco y se dirigieron al borde agarrándose con fuerza, inclinó su cuerpo ligeramente hacia adelante, y aún con los ojos cerrados, su mente volvió a ese lugar.

A cuando ellos no se habían derrumbado aún.

Seungcheol lo había llevado a la playa, el día estaba lindo y ellos eran felices. Sentía la sensación del agua escapándose de sus dedos en fallidos intentos de mojar al más alto. Escapándose como el tiempo que les quedaba.

Era uno de sus recuerdos favoritos y uno de los últimos que habían compartido. Antes de esa llamada que cambió todo.

Jihoon sabía que el futuro de Seungcheol era más importante, y no le importó que este le diga que rechazaría la oferta de trabajo más importante de su vida por seguir con él, porque no quería irse y dejar a su familia atrás.

Nada de eso le importó cuando llenó el formulario online con los datos de su novio y lo envió a Japón a cumplir su sueño. Convenciéndose a sí mismo que estaba bien, aún después de que Seungcheol se fuera dando un portazo tan fuerte que estaba seguro que había resonado hasta varios departamentos de distancia.

Seungcheol se había ido, y tenía un sabor agridulce en la boca. Sabía que era lo mejor, pero quería correr tras él y rogarle que vuelva a abrazarlo.

Nunca lo volvió a ver, sabía que estaba bien, era feliz con su familia. Pero no podía evitar preguntarse que hubiera pasado si lo hubiese detenido de abordar ese avión de medianoche.

Lo extrañaba, aunque tenía que seguir adelante y dejar de aferrarse a la sensación del viento y las flores que caían del árbol golpearle el rostro. Las flores le recordaban a él y a su perfume. Y el viento le recordaba a la mano ausente que envolvía la suya cuando se le colaba la brisa invernal por la ropa y lo hacía temblar de frío.

Secretamente, imploraba que volviera a su lado aunque estén tan alejados el uno del otro. Y aunque probablemente ya haya sido completamente superado y guardado como su primer amor por el mayor, una pequeña parte de él lo añoraba, y estaba mal. Lo tenía que olvidar.

Jihoon ahora tenía sus veinticinco recién cumplidos hace exactamente tres horas y cuarenta y cinco minutos atrás. Teniendo como deseo de cumpleaños viajar en el tiempo y volver a tener veintiún años y que Seungcheol vuelva a sus veinticinco, para de esa manera, intentar hacer las cosas bien.

Y tal vez, solo tal vez, ser él quien sostenga su mano y quien lleve ese anillo de matrimonio en el dedo.

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⏰ Ostatnio Aktualizowane: Feb 23 ⏰

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25, 21 | jicheol osOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz