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Oriana

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Oriana

La mano de Enzo suavemente acarició mi mandíbula, mientras sus ojos se encontraban fijos en los míos. Un instante cargado de tensión se prolongó, y con un gesto firme, acercó su rostro al mío.

Con delicadeza, su dedo pulgar trazó el contorno de mi labio inferior, mientras con la otra mano enjugaba mis lágrimas.
Me sentí angustiada. Era mi trabajo, y sabía que solo era laboral, sin embargo, una culpa inmensa me invadía al sentir una fuerte intimidad entre ambos que iba más allá de la actuación. Se sentía diferente, era diferente, distinto a los demás besos ficticios de mi carrera. Se sentía mal.

Segundos después, sus boca atrapó mi labio inferior, de forma tierna. Era solo eso, unos segundos así, mientras una de sus manos me tomaba por la nuca y dejaba caricias allí, buscando dar ánimos a mi personaje.
Lo sentí largo, como si hubiésemos estado así minutos, siendo que el beso solo debía durar pocos segundos.

Sus labios liberaron los míos, mirándome de forma extraña. Ya no parecía actuar, no parecía Ser Marcos Sánchez mirando a Giulia, parecía ser él mirandome a mi, e intentando decirme miles de cosas con su mirada.

— Vamos a casa, necesitas descansar. — pronunció sin apartar la mirada de mí, mientras sus caricias continuaban reconfortándome. Yo, con la mirada cargada de culpa y la inquietud palpable en mi interior, asentí en silencio.

Sus dedos mimaron mi brazo, enviándome escalofríos por todo el cuerpo.
Quería terminar todo, irme a casa, hablar con Camila de todo y llorar. Llorar por todo. Porque estaba cansada, porque me acababa de dar cuenta de que perdoné todo cuando en el fondo no estaba preparada realmente, y porque me sentía culpable por esto, por experimentar algo que jamás había sentido con otros actores durante los besos en escena. Me sentía culpable por él, por Amadeo.

— ¡Corté! — Él grito del director me devolvió a la realidad, y como si el tacto de Enzo me estuviera generando un dolor que ya no podía soportar, me alejé con una rapidez notable, que al morocho frente a mí lo extraño.

Volteé hacia el director, observando su semblante visiblemente descontento. Suspiré, sabiendo lo que vendría a continuación, y lo miré con un sentimiento de culpa palpable. Me culpaba por no separar mis problemas personales del trabajo.

— ¡Repetimos! —exclamó el director, y asentí, consciente de que mi actitud había sido la causa. Todos volvieron a sus posiciones habituales. — Ori, se nota que estás tensa con Enzo, relájate. — señaló.

— Perdón... — murmuré. El hombre negó con la cabeza, sonriendo y sacándome la culpa, y se acomodó en su sitio.

Mientras tanto, dejé que Ana retocara mi maquillaje con rapidez. En cuestión de segundos, el director volvió a gritar "¡Acción!" y dejé que las lágrimas me inundarán nuevamente, decidida a no volver a tener que repetir la escena nuevamente.

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𝗢𝗻𝗲 𝗱𝗮𝘆 (un día) | Enzo Vogrincic Where stories live. Discover now