Capítulo 1: Legado mágico

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Otro suspiro sale de mi boca y con el moño ya preparado comienzo a recoger las perchas para colocarlas en la zona más alta y guardar los utensilios de maquillaje en el cuarto compartimento del armario. Agarro el paraguas negro; como mi alma en estos momentos, del paragüero. Y con pocas ganas decido salir de mi apartamento con luces sombrías por los truenos que aparecen de tanto en tanto.


—¡Laura! —grita alguien mi nombre.

Molesta muerdo mi labio, con la ligera sospecha de saber quien es.

—¡Laura, te estoy llamando! —Más bien estás gritando, imbécil.

—Ah, ¿en serio? —Debo calmarme, no puedo ser sarcástica en el trabajo. Necesito esta mierda de sueldo para pagar todos mis gastos—. Disculpa, no te había escuchado. Estaba con mis cosas.

—No me extraña, eres una cría todavía. Seguro vives en tu mundo esperando ser salvada por un príncipe. —Tuerzo los ojos al escucharle y eso le divierte—. Si quieres puedo serlo, sabes que me gusta ayudar y no me gusta ver a nadie trabajando triste. Puedo despedirte si lo prefieres.

—No, no te preocupes. Estoy bien, solo estoy así por la muerte de mi tía.

—A, bueno. Supéralo, ¿cuánto ha pasado? Dos semanas, ¿verdad? Nena, el mundo de los adultos es duro. Debes madurar cuanto antes, sobre todo si quieres ser madre pronto.

En este punto debes estar odiando a mi jefe y te entiendo. Quién no odiaría a ese estupido machista y homófobo. Al principio me trataba bien los primeros meses e incluso le llegué a ver como un padre. Porque al final, tienen un físico muy similar; ambos son delgados y con el pelo bastante encanecido. Pero después de aquel suceso poco antes de mi cumpleaños, solo me pone llena de ira cuando miro a sus iris azules. Nunca creía que aquellas situaciones de acoso se siguen sucediendo, por suerte desistió cuando vio que iba en serio a denunciarlo. Con ello comenzó mi tortura para soltar la misma frase que ahora.

—Todavía tengo mucho que vivir Mario. No estoy para traer bebés.

—Es una pena, te estás echando a perder. —Retrocedo unos pasos al sentir la manga de su traje agrisado muy cerca de mi hombro.

—Soy como el vino, cuanto más tiempo pase me volveré más sabrosa. Ya hablamos sobre esto, esta vez las cámaras si están encendidas. —Mi firmeza y seguridad parecen hacerle entrar en razón y agradezco ese efímero momento donde no piensa con su miembro viril—. Dime rápido aquello tan importante para no perder más tiempo, tenemos que abrir ya.

—Hablemos eso después.

—No, debe ser ahora. No puedo estar pendiente de ello todo el día. —Una sonrisa deforme; en mi opinión, surge sobre las facciones algo amorfas de su rostro.

Aquello solo logra generarme repulsión y al mismo tiempo consigue intimidarme. Sino fuera por la seguridad de ser grabada en estos momentos quizá flaquearía mi orgullo. Por suerte, no le voy a dar el gusto.

—¿Sabes que te digo? —añado sin darle tiempo a pensar cualquier tontería suya—. Si quieres jugar a los críos, hazlo. Si me disculpas, voy a revisar el almacén porque faltan perchas en la sección Zara Kids.

Prosigo mi camino y esbozo una sonrisa de satisfacción antes de darme la vuelta; como en las películas mi cabello se mueve de forma magistral, movido por una corriente de aire inexistente para los ojos humanos:

—Estás siendo grabado, luego hablarás en nombre de la empresa a tus superiores y les explicarás la razón de encontrarse una tienda céntrica de la capital de un país cerrada. Si quieres dejar de trabajar, ellos pueden despedirte.

Le guiño un ojo para luego seguir mi paso con satisfacción. Por primera vez he ganado una discusión con ese tío. Se cree tan maduro y la verdad es que solo tiene treinta y ocho años; además sé que dejó un trabajo como jefe de planta en un banco importante de esta ciudad por malversación de fondos. El destino le había llevado a este lugar gracias a unos contactos suyos, aparte de ser un sector algo diferente a las finanzas.

Esto lo sé no por leerle la mente o haber hecho un hechizo. Y es que podría hacerlo con los ingredientes necesarios, pero todo es más sencillo si tu jefe deja su diario en el mostrador de la primera planta. Imagínate si un cliente lo hubiese leído. Tanta prisa que nos mete para luego hacer eso, se trata de un maldito hipócrita.


Ando reventada de compaginar el trabajo con los estudios. Pero estoy agradecida de aprender tanto sobre química, al final esto puede ayudarme con mis investigaciones para elaborar pócimas mágicas. Con mis conocimientos actuales ya logro hacer desaparecer las enfermedades más comunes y en animales puedo hacer que sus heridas desaparezcan y si tiene mucha fuerza de voluntad; pueden regresar a la vida.

Por supuesto, esta información debo mantenerla en secreto ya que mi tía estuvo muy obsesionada con ello; la comprendo, ella tiene recuerdos de sus vidas pasadas y desde la primera ya podía utilizar el don que caracteriza a nuestra familia. Sin embargo, el escepticismo ha hecho mella y al fallecer Pandora, yo soy la última de nuestro aquelarre.

Son las nueve y cinco minutos de la noche y es curioso como mis primos en esta ocasión sí se muestran puntuales. En cambio, para el funeral de su madre ahí no se dignaron a aparecer hasta que pasaron tres horas. Estoy triste de todo esto, pero tengo el consuelo de que mi tía se reencarnará; según ella, siempre lo hace. Es un engorro al principio porque debes volver a estudiar todo y recordar lo olvidado, pero le gusta porque es volver a empezar para seguir un nuevo camino. Ojalá pueda verla de nuevo en esta vida.

—Muy bien, nos encontramos todos reunidos para leer las últimas voluntades de la señorita Pandora —comienza a hablar el notario mientras sujeta los papeles donde mi tía deja sus posesiones a sus herederos— Vaya..., esto es inusual.

—¿Qué sucede? —exclama mi prima la más mayor con la cara estirada por el votox.

—Parece que la casa de su madre y todas sus posesiones pasan al nombre de su sobrina Laura, aquí presente.

En este instante siento como las miradas parecen cuchillos afilados, pero por suerte no podrán deshacerse de mí con eso. En el fondo se lo han buscado, nunca la han visitado y no quiero echarme flores por una cosa tan humana como dar compañía a tus seres queridos. Si así lo ha querido mi tía, no voy a negarme.

—Esto es inadmisible —espeta otro de mis primos.

—Tendrás noticias de mis abogados —suelta el más menor igual de molesto.

—Sabía que eras una víbora —dice mi prima de nuevo con asco en su voz, aunque con la cara tan anestesiada no se le nota el enojo.

Es gracioso que lo diga ella cuando se casó con sus maridos por el dinero, luego de ser la heredera universal morían por causas desconocidas. En fin, eso no me concierne, que piensen lo que quieran.

—Espere, aún hay algo más. —Me hace un ademán para que me acerque cuando nos encontramos a solas.

—¿Qué sucede? —pregunto girando levemente mi cabeza por la confusión.

—También debo entregarle esto. —Abre uno de los cajones cuadrados de la mesa hecha con madera y de este saca un reloj reluciente de color turquesa—. Su tía insistió en que le diese esto a solas, tenga cuidado. Es un objeto muy poderoso y peligroso a partes iguales.

—¿A qué se refiere?

—Su tía Pandora es bruja. —De nuevo me hace una señal para que me calme y tome asiento—. No se preocupe, hace tiempo que ella y yo éramos buenos amigos. Cuando se enteró de que me salió un cáncer en el cerebro y no tenía solución aparente ella me ofreció un brebaje. Me pidió que mantuviese el secreto y hasta el día de hoy tú eres la única que lo sabe.

Dualidad temporalWhere stories live. Discover now