capitulo 1

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Estar encerrada veinticuatro siete no era algo que me molestaba, incluso me gustaba estar en mi casa, pero no me di cuenta de lo mucho que podía perjudicar luego de dos semanas, la pandemia era un gran obstáculo para yo poder llegar a mi tranquilidad. Quizás sea el hecho de que todo contacto externo lo había perdido y lo único que me quedaba era el ruido silencioso de mi casa.

O bueno, hasta ahora.

–¿Vas a comer?

Iba bajando las escaleras con una inusual velocidad, casi siempre mi ritmo era a paso tortuga. Pero ya iba tarde, le había dicho a mi primo que a las tres estaría en el gym y ya faltaban cinco para la hora.

–No mita, de vuelta como, voy tarde. –Entre al baño y saque una mascarilla

–Esta niña, ya te quiero ver cuando me llamen del hospital.

–No es para tanto– abrí la puerta queriendo escapar, era una conversación repetitiva que no quería avanzar– Nos vemos.

Ya eran más de las tres cuando tomé el colectivo, me había llegado un mensaje de mi primo preguntándome dónde venía y solo atine a responder; Llegando.

Mentira.

Me gustaba perder tiempo con el grupito que habíamos formado, las risas no faltaban y todos los días despertaba queriendo que el tiempo pasara para llegar al gym. Me reía, o más bien, me hacía reír. Siempre me hace reír.

Me bajé en la esquina y caminé de prisa, más bien corrí. Cuando estaba fuera del gym respire fondo, no quería que notaran que había corrido para llegar ahí. Abrí la puerta y al entrar pude ver al chico de ojitos chinitos.

Andrew.

Uno, dos, tres, cuatro latidos en uno.

–Hola. – avance y me baje la mascarilla. no aguantaba tenerla puesta y me ahogaba.

Yo no sabia como aquel chico podía estar con ella todo el día sin quitársela, no le había visto el rostro, solo sus ojos, y mi intriga crecia cada vez mas y mas. Había algo en ese chico que me hacía querer conocerlo.

Malditos ojos con vida que me hacen pensar.

Cuando le conté a mi única conexión que tenía del exterior aparte de los del gym (mi mejor amiga) sobre el entrenador, ella realmente se sorprendió. Simplemente por el hecho de que no le estaba hablando del chico que hace ya un año le hablaba, el cual no se si se podría llamar ex, ni para eso alcanzó. Aparte de lo emocionada de que se me escuchaba hablar de la vibra de un desconocido.

Pocas veces hablaba de chicos.

–Hola, ¿Cómo estás? – me respondió mientras estiraba la mano para saludarme.

Le respondí el saludo apretando su mano que al lado de la mía parecía la de un gigante.

Ay Dios, ya saben lo que dicen de las manos.

Basta Crhis.

–Bien, hace un poco de calor. –El correr de verdad me había hecho sudar como puerco. –Lo odio.

–Si, y tu con ese polerón, quítatelo mujer. –se rió.

La verdad ya se me había hecho costumbre escuchar su risa sin motivo de alguna broma, era más raro no escucharlo reír después de cada frase, y me gustaba eso, me hacía sonreír.

Normalmente me suelen llamar la atención las personas que son difíciles de descifrar, pero siendo un libro completamente abierto me causa demasiada intriga lo que sus ojos me transmiten.

El peso de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora