Capítulo 3

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Amarescente libertad.

Alissa.

Al abrir los ojos lo primero que noto son las insoportables lágrimas que caen en picada a través de mi mejilla. Parpadeo y me incorporo sobre la cama en la que me encuentro hasta quedar sentada mientras ahogo las ganas de vomitar.

Todo me da vueltas y los escalofríos en la piel se intensifican con cada respiro. Elevo la barbilla y desorientada maldigo al hijo de puta que me puso en este estado. Maldita sea. Al parecer me han dado una cucharada de mi propia medicina, el puto karma o yo que se, pero en ningún momento imagine que la segunda parte de la prueba sería inyectarme la sustancia que una alguna vez yo le inyecté a Konrad, uno de los prisioneros de mi familia, el cual todavía yace debajo de los cimientos de la mansión Black.

La vida se debe estar dando unas buenas risas conmigo.

Masajeo mis sienes por un buen rato hasta que el dolor de cabeza diluye, repitiéndome que los efectos del suero han pasado, sin embargo, un invasivo brote de recuerdos me atropella con fuerza logrando que las lágrimas vuelvan a surgir.

No es real, no es real. 

No. Lo. Es.

Tomo aire por la boca y deslizo la mirada a la puerta de caoba que tengo a pocos metros de la cama, luego, recorro con la mirada la habitación donde me encuentro con detenimiento, intentando controlar la explosión de sentimientos y sensaciones insanas que se esparcen en cada recóndito lugar de mi cuerpo.

Miedo. Agonía. Desesperación. Rabia.

La boca me sabe amarga y no dejo de temblar.

¿Qué es esto? ¿Qué me está pasando?

Cierro los ojos gritando con todas mis fuerzas ante la serie de imágenes que se hacen presente al ritmo de una ametralladora. No puedo deducir si son reales o no, ya no puedo, pero siento cada recuerdo en carne viva. No lo aguanto más y me echo a un lado hasta caer el piso, vaciando todo lo que tengo en el estómago. Vomito hasta sangrar, hasta que termino con la mejilla pegada al piso llorando amargamente.

No puede ser real, no...

Pierdo la conciencia.

(....)

Me levanto de un tirón con la respiración al límite.

Carajo.

Hago una mueca ante lo débil que me siento y arrugo las cejas al sentir comezón en la muñeca. Noto la intravenosa de inmediato. Cierro los ojos mientras calmo los latidos de mi corazón, me siento de la mierda.

Me reviso a mí misma, cayendo en cuenta que todavía porto el mono negro lleno de sangre. Que asco. No quiero ni imaginar como esta mi cabello. Saco las fuerzas necesarias para quitarme la intravenosa y salir de la maldita cama. Repaso mi panorama y me dirijo a unas de las tres puertas que hay en esta habitación, celebrando por mis adentros al dar con el cuarto de baño. Observo con delicadeza y sonrió al ver una tina, si existen los milagros después de todo.

Preparo mi baño y casi me doy de bruces contra el mármol por la rapidez con la cual entro en la tina, no obstante, cuando todo mi cuerpo se hunde en el agua con olor a rosas me siento en la gloria. Tomo la esponja y comienzo a lavarme mientras mi cabeza lidia con los pensamientos que arremeten contra mí. No entiendo como carajos estoy tan cuerda después del suero. Un suero que te destruye, que te vuelve polvo mentalmente, que aniquila, según Elliott Black. 

Igual y no estoy tan cuerda al estar tomando un baño de espuma después de tremenda intrusión a mi mente. Puede ser.

Me cuesta pensar en el efecto que el suero le ha hecho a mi mente, no puedo, además, ya no son tiempos de quejas ni lloriqueos, es tiempo de actuar. Salgo del cuarto de baño enrollada en una toalla y me dirijo a la segunda puerta hallando el closet. Me fijo en el reloj de pared, no pasa de medio día, bien. Cojo unos leggins negros, un top del mismo color y un suéter gris con escote tipo uve. Me pongo un par de tenis y me acerco a la ventana para nada impresionada al ver varias camionetas negras estacionadas afuera.

Shadows In The DarkWhere stories live. Discover now