Capítulo 3: «Traumas y un próximo resurgir»

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Chloe Baker era víctima de las circunstancias, pero eso nadie lo decía, exceptuando a la misma Chloe cuando se victimizaba cada vez que tenía un problema gordo. Le funcionaba, pero no le gustaba hacerlo. Se sentía vulnerable, débil. Y pese a todo, no quería que la gente la recordara así, no en su totalidad. Ella quería poder, más del que tenía ahora mismo y la única forma de conseguirlo, era pisoteando a los demás.

Eso iba a hacer.

Pisar fuerte y que el suelo retumbe porque viene ella. Temida, odiada, ovacionada con miedo. Quería eso más que nada.

Le entregarían sus emociones fuertes con devoción, porque las necesitaba. Lo que sentía ella no se equiparaba a lo que sentía un ser humano normal, tal vez porque de partida, no era un ser humano. ¿Quién diría que entre los Wizards existían psicópatas? Sí, ella era un verdadero monstruo y todavía no sabemos por qué.

...

—¿Piensas que Dios existe? —preguntó la pequeña su madre.

—Por supuesto que existe —respondió la mujer acompañada de un trago de su botella de ron.

—¿Y cumple milagros?

—Claro, muchos.

—¿Y por qué no cumple los míos?

—No lo sé.

Chloe observó cómo Victoria se empinaba la botella con esa última respuesta. Había cumplido apenas ocho y tenía claro que Dios no existía, porque de lo contrario, la habría salvado.

Pero Chloe no era una blanca paloma, y dado que su ambiente era sumamente tóxico, la había llevado a adquirir mecanismos de defensa impropios a su edad.

—Uno, dos, tres, cuatro...

El cuerpo del gato aullaba de dolor. Con las patas destrozadas y suplicando para que las cosas no se le dieran bien a la niña, así conservaría su ojo izquierdo. Pero Chloe conocía la verdad, ¿no? Si Dios no existía, nadie iba a salvar al animal.

Las noches para la niña eran una pesadilla. Usualmente las tenía, pero no se comparaban a las de la vida real, cuando su padre se metía a su habitación, borracho para aprovecharse de ella desde que tenía memoria.

Era hija única y lejos de encontrar eso repugnante, lo veía normal porque para ella no había punto de comparación.

Pero su padre no fue quien la convirtió en lo que es ahora. Todo su ambiente había contribuido a que su personalidad se desarrollara de esa forma, eso y su propia genética. Hija de un traficante sin escrúpulos y una camarera alcohólica que se prostituía cuando su trabajo no era suficiente para pagar sus cuentas. Ella no fue deseada ni un poquito y siempre lo tuvo claro.

Su actuar era inexpresivo, como si no supiera cómo sentir. Pero era buena imitando a ojos de otros. Imitaba para ser considerada normal. Sin embargo, su desdén por las reglas se empezó a manifestar con mayor notoriedad en sus años de escuela.

—¡¿Por qué?! ¡Solo dilo! —clamaba su madre después de su citación a la escuela de Chloe, de la cual la habían expulsado.

—¡Porque no entiende! —dijo su padre y antes de dar un golpe a la mesa, continuó—. ¡NUNCA ENTIENDE!

Chloe no quería ceder. Odiaba la debilidad, la odiaba. Ni pestañeó con el atropello de furia de su padre. Estaba sacando a relucir su personalidad inexpresiva, que casi nunca sacaba a la luz, para culminar con el plato fuerte.

—Llamé a tía Melanie.

Su madre abrió los ojos como platos, pero su padre, Gaige, se puso como loco. Lo tomó como una traición a la familia. Su tía era exitosa, con una casa, un auto. Cuando sus padres comían mierda todos los días y se encontraban estancados en empleos degradantes a ojos de su hija, su única hija.

The War [Corregida]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora