—Eso pasó hace muchos años Sana-yah, ya olvídalo. —Rió la joven un año mayor que aquel par, pero la nipona le miraba con recelo aún.

Veinticinco años, ¿Para qué tanta juventud, si no tenía una pareja dulce con la cual celarse tiernamente y derrochar miel, como lo hacían sus amigas?

—Ahg, odio esta maldita clase. Me quiero ir. —Desestimó Nayeon, negada a recibir positivamente la clase asignada. Cuando le dirigió nuevamente la atención a sus amigas, estas ya habían vuelto a la normalidad.

—Vamos Nayeon-ah, dale una oportunidad, puede ser interesante si solo pones atención... —Rieron Sana y Jihyo mientras compartían el agarre de sus manos.

Quizás por eso no había funcionado con aquella japonesa. Ellas nunca se reponían fácilmente de un ataque de celos. Nayeon tembló de pavor. Era mejor no recordar la toxicidad que compartía con su ex.

—¿Crees que después de estar todo el día rodeada de personas realmente desagradables y estiradas, me quedan ganas para comprender la filosofía de la vida? Es la materia más ridícula en toda mi carrera. —Se quejó Nayeon, con toda intención. —Seguiré perdiendo la jodida materia, la detesto. Detesto su estructura, su cometido, detesto dudar y que me hagan sobrepensar cosas que a nadie le interesa y que realmente no sirven para nada. —Gruñó la mayor con la expresión de desagrado.

—Vaya, se nota que no simpatizas con la materia —Se rió Sana.

Unos chismosos se oyeron alarmados desde la puerta de entrada al aula y Nayeon reveló su desánimo una vez más con un nuevo bufido. La tal profesora había llegado.

Nayeon apoyó el mentón sobre su mano, desde ya fatigada con el inicio de la clase al ver como poco a poco sus compañeros tomaban un lugar para despejar la puerta, ante la llegada de la responsable de la clase.

—No quedará otra opción más que asimilar que sí habrá clases hoy. —Bufó la mayor desinfládose como una infante y haciendo reír a la parejilla con su desánimo.

Desde el comienzo Nayeon supo que no solía ser muy paciente cuando de su clase se trataba, eso fue muy evidente cuando ingresó en el aula por primera vez y cerró la puerta detrás de ella sin importar que aún no se hubieran ocupado los lugares vacíos. Nayeon admiró cada una de sus actitudes y rió entre dientes ante algunos estudiantes que quedaron fuera, corriendo contra el tiempo. La mujer los vio a través del cristal que adornaba la puerta y señaló su reloj de mano para indicarles que estaban tarde como reprimenda.

—Mi nombre es Yoo Jeongyeon y estaré impartiendo clases de filosofía este semestre, por favor procuren llegar a horario a mi clase. —Determinó al apartarse de la puerta y abrirla con una amabilidad tan dura que los estudiantes que iban de retraso, hicieron su ingreso bajo su intimidante mirada que parecía avergonzarles fácilmente.

Ella parecía inexpresiva, como si intentara demostrar que su cometido era verse inquebrantable.

—Lo dejaré pasar esta vez, pero intenten comportarse como adultos y ser responsables. Después del horario de inicio, las puertas permanecerán cerradas hasta el final de la clase. —Anunció, dirigiendo la mirada a cada rostro que ocupaba el aula, incluso a los atolondrados que habían llegado tarde, quienes se inclinaron hacia ella por su torpeza.

La coreana mujer, ahora identificada como Yoo Jeongyeon, tendría aproximadamente unos treinta y varios, aunque Nayeon no estaba cien por ciento segura de si alcanzaba los cuarentas aún, cabía la posibilidad de que así fuera. La joven castaña admiró aquel instante en el que ella se quitó el sobretodo negro que procuraba cubrirla de la inminente lluvia que podría romper en cualquier instante y supo que todo en su vida se había parado en la pulcritud de su sola presencia.

𝑻𝒂𝒍𝒌 𝒕𝒐 𝑴𝒆 ꔫ [2Yeon]Where stories live. Discover now