Capítulo 28

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Es momento de entrar

—¡Tres y media de la mañana, Zayda! ¡Tres y media!— murmuré, chillando

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¡Tres y media de la mañana, Zayda! ¡Tres y media!— murmuré, chillando.

Ella ignoró mi sufrimiento —Lean, ¿tienes la linterna?

—Sí, sí la tengo. Déjame llevar unas tijeras aunque sea —pedí— ¿Me dejarás solito?— un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

—Tenemos que separarnos, Lean. Será lo mejor— afirmó mi duda viéndome directo a los ojos y podía notar cierta extrañeza.

Así que mis ojos bonitos, también siente miedo, eh.

—Zayda— no volteó— Ojos bonitos— insistí.

—Lean... ¿Vamos?— volteó parpadeando tan rápido que casi no pude notar lo rojos que estaban sus pupilas— Vamos— quería llorar, pero ¿Por qué?

—Ojos bonitos, ¿qué tienes?— arrugue mi entrecejo acercándome a ella, tocando su hombro, tratando de reconfortarla. Aún sin saber de qué o quién.

—Vamos— contestó, zafándose de mi suave agarre.

Poco a poco fuimos caminando hacia la puerta, las raíces de aquel árbol con un terrible pasado.

—Ojos bonitos, sé que lo de nosotros ha sido... Raro, increíble, pero raro. Quiero que sepas que si hay algo que... duele, puedes decirme— inicié —Somos humanos, y está bien no estar bien.

—Cállate, Caley —dijo entre dientes.

¿Qué le pasaba?

Eso había dolido, quería decirle un par de cosas más, pero me las entregué, me sentía patético ahora.

Sus palabras me habían llegado al corazón tan duro que recordé esa vez en primaria; quería hacer amigos, pero siempre resultaba lo mismo.

Dos semanas después, me hablaban para «Ya no queremos ser tus amigos, Caley»

Por algo era bueno en los estudios, Eleazar fue el único que siempre estuvo ahí, incluso cuando lo rechazaba por otros.

Mi mente estaba en otro lado, hasta que terminé de abrir la puerta de sopetón, y el ruido me trajo en sí, además de asustarme.

—Lean, yo...

—Entremos—. Decidí hacerlo yo primero, esta vez. Al ir bajando podía sentir unos ojos sobre mí.

Al pisar el último peldaño una luz se encendió, haciendo que mi corazón se acelerara, mas no vi nada.

—Tranquilo —bajó, Zayda. —Al encontrar la puerta rosa, nos separaremos —nos volteamos a ver, su mirada cambio de repente al frente, su mano tocó la mía.

Nuestras manos unidas se veían igual, pero se sentía diferente, seguía enojado por lo cual solté aquella mano fría.

Ahí estaba todo otra vez, solo que en esta ocasión el mueble al lado de las escaleras ya tenía varias fotos. Era gente diferente en casa marco de fotos, desde pequeños hasta ancianos.

La más alta de las repisas estaba vacía.

—Parece que están dormidos —habló y yo me sobresalte.

—Pues claro, son las tres y media de la mañana— seguía pensando que era la peor decisión, a esta hora salía el chamaco y todos sus secuaces.

Las luces iban encendiéndose conforme íbamos pasando, así mismo se apagaban cuando nos alejábamos.

Puertas amarillas, y más puertas amarillas. Solo veía eso.

Por el suelo se encontraban distintos pedazos de papel, no les tomé la importancia, al menos no hasta que vi uno desdoblado. Al observarlo mejor tenía escrito una a, en color rojo, parecía sangre, la olí y mis manos empezaron a temblar.

Era simple pintura que con huellas hacia la forma de la letra.

Decidí guardarla en mi bolsillo del pans negro que traía puesto, quería regresar por los otros papeles, y regresar corriendo a mi casa, junto a mis padres.

—Zayda, ¿puedes acompañarme?

Ella ni siquiera caminaba ya, la puerta rosa estaba frente a nosotros.

—¿Estás respirando?— traté de acercarme, e igualmente me alejé en el instante que ella me fulminó con la mirada.

¿Qué estaba pasando?

—Cállate y aléjate. Aquí nos separamos, Caley —dijo, empujando levemente la puerta, esta se abrió y aunque traté de evitar que entrara ya ni siquiera me escuchaba.

No era ella.

—Ni quería tu compañía— mascullé, dándome la vuelta —. Unos amanecieron muy agresivos hoy, ¡pero dije que era muy temprano! Y no me escuchan—. Regresaría solo, no la necesitaba.

De repente, vi otro papel. Sin hacer mucho ruido, corrí a él, y antes de llegar, todas las luces se apagaron.

Una corriente de aire pasó de manera veloz a mi lado, prendí la linterna y solo logré ver una sombra.

Una corriente de aire pasó de manera veloz a mi lado, prendí la linterna y solo logré ver una sombra

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