Capítulo 23

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Aurora

Pasó un mes después de la muerte de Montana.

La quise enterrar junto a mis padres. Era justo; Montana había sido una segunda madre para mí.

Después de dar las gracias Alfa Wolfgang por ayudar a Montana el día del ataque, pensé que sería menos arrogante y mandón conmigo, pero por supuesto me equivoque.

Él y Tallulah habían estado haciendo más demostraciones de su relación ante la manada. Y cada vez que me veía con un lobo macho. Wolfgang  me prohibía volver a interactuar con él.

Por supuesto, todo temían al alfa, así que me evitaban como la peste.

Los únicos lo suficientemente  valientes como para seguir hablándome eran Beta  Max y Aspen, aunque incluso Gamma Remus había empezado a dejarse caer por donde yo estaba.

Casi siempre pasábamos las tardes viendo películas o charlando en el jardín. Eran agradables y me ayudaban a distraerme de la constante angustia.

Pero aun así, cuando llegaba la noche y me quedaba sola en la cama, no podía evitar que brotaran las lágrimas.

Todavía no entendía por qué Alfa Wolfgang me mantenía cerca de él. ¿Por qué no me había rechazado?

¿Por qué me torturaba así? Si no le gustaba. ¿por qué me retenía?

¿Era aquello algún tipo de juego para él? Debía de serlo.

-¡Rory! ¡Tierra a Rory! -la voz de Emma me devolvió a la realidad. Estaba en mi habitación, chateando con mi mejor amiga.

-Perdón, ¿qué estabas diciendo?

-Te estaba hablando de un chico muy guapo de mi clase de Física, pero parece que mi vida no es tan importante como la tuya -dijo con voz un tanto molesta.

-Lo siento, Em -me excusé. No quería que mi mejor amiga se enfadara conmigo.

-¿Seguro que estás bien? Sé que debe de ser difícil para ti, después de lo que pasó con Mont....

-Realmente no quiero hablar de ello -la interrumpí.

-Entiendo. ¿Y cómo van las cosas con el alfa? ¿Le has confesado tu amor? -preguntó moviendo las cejas.

-Tampoco quiero tratar ese tema -le dije.

-¿Qué ha pasado? -preguntó.

-Ya ha encontrado a su pareja -mentí, esperando que lo dejara pasar.

-¡Oh, Rory! Lo siento mucho -lamentó. Parecía genuinamente triste-. Pero bueno, al menos sólo ha sido un enamoramiento. Pronto encontrarás a tu pareja.

-Lo dudo -repliqué ante su intento de animarme.

-No puedo seguir humillándome así. Puede que tú no veas el valor, pero yo sí; y créeme, estás destinada a hacer grandes cosas.

Me dirigió una mirada decidida que decía que no habría lugar para la discusión.

Me habría gustado ser tan decidida como Emma. Tal vez mi compañero me reconocería si fuera más parecida a.

-Sé que parecer que la Diosa de la Luna te ha maldecido con la desgracia, pero créeme cuando te digo que la grandeza llegará al final de esta prueba. Entonces te echaré en cara que te lo había dicho -su rostro se suavizó un poco-. Tengo que irme. Tengo que estudiar para un examen mañana. Te llamaré mañana por la noche. ¿Vale?

-Claro. Buena suerte mañana -le dije, aunque sabía que no la necesitaba. Emma siempre había sido una estudiante sobresaliente.

-Gracias, Ros. Te quiero bubu -dijo antes de terminar la videollamada.

Decidí tomar una ducha fría para relajarme, y luego irme a la cama temprano.

Por alguna extraña razón, últimamente me dolía mucho el cuerpo y experimentaba extrañas oleadas de calor.

Por no hablar de que el constante ir y venir de Rhea en mi cabeza me daba dolores de cabeza.

-Rhea, ¿podrías dejarlo por favor? -me quejé. Pero ella se limitó a ignorarme y a seguir con su hiperactividad 

-¿Qué te pasa últimamente ? -le pregunté.

-No lo sé. Me he sentido agitada. Yo tampoco sé qué me pasa -respondió, manteniendo el constante ajetreo.

Me habría gustado tener a Montana a mi lado en aquel momento, para preguntarle cuál podía ser el problema.

Montana...

Mi corazón se hundió ante la idea de no volver a verla nunca más.

Un toque en la puerta me sacó de mi estado de ánimo deprimido.

-¿Si? -pregunté, extrañada por una visita tan intempestiva. Miré el reloj de la chimenea y vi que eran más de las once.

Como nadie contestó, me dirigí a la puerta y la abrí para encontrar a mi compañero de pie, con la corbata aflojada alrededor del cuello y la chaqueta del traje en una mano.

-Alfa Wolfgang, ¿necesitas algo? -le pregunté.

No contestó, solo me miró con los ojos entrecerrados. Habría jurado que se habían vuelto de un tono más oscuro que su azul cielo habitual.

-¿Alfa? -repetí tímidamente.

Por alguna razón, aquella simple acción me provocó un repentino dolor en el fondo del estómago, y el calor que sentía aumentó.

Wolfgang respiró con fuerza mientras me miraba fijamente.

Rhea gritaba y alborotada en mi mente, casi como si se hubiera vuelto loca.

Wolfgang dio un paso hacia mí y yo retrocedí. Su mirada era como la de un depredador dispuesto a atacar a su presa.

Pero aunque sabía que debía tener miedo, no podía evitar la excitación que se apoderaba de mí.

Wolfgang gruñó y se acercó un paso más, pero luego retrocedió como si se hubiera dado cuenta de que algo iba mal.

Sin decir nada, se dio la vuelta y entró en su habitación, dando un portazo.

Me quedé congelada por un momento antes de volver a mi habitación. Rhea seguía corriendo de un lado a otro en mi cabeza.

Noté que el cuerpo me dolía aún más que antes. Me apoyé en la puerta mientras intentaba calmar los latidos de mi corazón.

-Rhea, por favor....habla conmigo. ¿Qué ha sido eso? -pregunté a mi loba 

Finalmente  se recompuso y jadeó, agitada.

-Eso ha sido la llamada de nuestro vínculo de apareamiento. Es tu primer celo -dijo, provocando un escalofrío en mi espalda.

-¿Celo? ¿Estoy en celo? -grité en mi mente mientras el pánico se apoderaba de mí.

-Sí. Y no hará más que aumentar, a menos que te aparees con Wolfgang. De lo contrario, atraerás a lobos no apareados hacia nosotras -dijo con un gemido.

¿Qué debía hacer? No sólo no iba a aparearme nunca con Wolfgang, sino que si él me rechazaba, me vería obligada a esconderme de los machos no apareados.

-Está bien, estoy segura de que Wolfgang  no permitiría que nos pasara eso -trató de consolarme Rhea.

Pero lo único que sentía era el miedo ante lo que me depararía el futuro.

Cuando un macho y una hembra se aparean, tienen que unirse. Y para ello, tienen que marcarse mutuamente.

Así, ningún otro lobo puede ya aparearse con ellos.

Pero, por supuesto, eso no iba a ocurrir conmigo.

Odiada Por Mi AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora