¿Estás preparado para enfrentarte a la muerte? ¿A seguir siendo quien realmente eres? ¿Estás dispuesto a perderlo todo?
La oscuridad se apodera de nosotros y la lucha en contra de nuestros peores instintos ha comenzado. Lealtad. Amistad. Muerte. Enl...
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Dicen que cuando un lycan no toma la poción Wolfsbane pierde la cabeza con la transformación y, con ella, toda su humanidad. Que cuando la luna consigue el máximo esplendor, un hombre lobo es gobernado por un instinto asesino sediento de sangre. Que aunque su más preciado pariente estuviera delante de él, lo mataría sin compasión y no sería hasta la mañana siguiente que lloraría por aquello que había hecho, sin siquiera recordarlo. Que no hay rastro de la persona, en la máquina de matar que se convierte en el plenilunio. Que solo el hambre de la carne les ciega hasta saciarla. Monstruos, bestias terroríficas sin alma ni raciocinio.
Muchas historias cuentan al respecto, teorías y cuentos para no dormir, sin embargo, solo un auténtico licántropo sabe realmente lo que significan las noches de luna llena sin poción. Y la verdad es que aunque su parte racional es incapaz de manifestarse y controlar sus impulsos, el humano jamás desaparece: permanece en un rincón de la consciencia, atado y amordazado. Incapaz de hacer nada más que observar y esperar.
Esperar a no hacer daño aquellos a los que ama, esperar a morir, esperar el alba y poder olvidar.
De todo esto fue consciente Enllunada durante los días interminables en Dózsa-Haz, la mansión de los Dózsa ubicada en las montañas Bükk, en Magyarország. Una majestuosa casa señorial propiedad de la familia de Joana antes que ésta se llamara Joana.
Cuando nació Enllunada ya existía la poción Wolfsbane, un invento revolucionario y novedoso del pocionero Damocles Belby. Y aunque su elaboración y costo eran desorbitados, cuando a los cuatro años Enllunada empezó a transformarse, Joana procuró conseguirla a toda costa mes tras mes, para que Enllunada pudiera disfrutar de lo que había sido considerado un mal sin remedio, la peor de las maldiciones hasta ese momento. Por eso la pequeña cigány nunca había entendido el miedo de ese tal Remus Lupin acerca de su regalo de luna. Aquello que le ofrecía libertad y armonía con la naturaleza, ¿cómo podía vivirlo alguien como una condena?