2

1.4K 244 135
                                    

Roier se quitó los lentes de sol y se acomodó sobre el asiento del auto. Estaba en medio de una llamada que no hacía nada más que irritarlo, y moría por colgar.

—Ya sé que tenemos pedos con ellos, eso no te lo estoy discutiendo. ¿Me van a traer la merca o no? —se relajó al escuchar la respuesta afirmativa y asintió—. Arre pues. Ahí me marcas cualquier cosa.

Colgó y dejó caer su teléfono en su regazo, masajeando sus sienes con cansancio puro.

—Neta que me traen hasta la madre esa bola de pendejos. Un puto favor que les pido, cabrón.

Quackity se rio a su lado.

—¿Entonces ya me vas a aceptar la idea de nuestro propio laboratorio de metanfetaminas o qué?

Roier lo miró mal por un segundo antes de sonreír y rodar los ojos.

—Cada vez me siento más capaz. Bien dicen que si quieres algo bien hecho, lo hagas tú —masajeó su hombro con su propia mano—. Mínimo ya nos traen la merca para mañana y pronto regresan nuestros contactos en Tijuana, primero Dios.

Su compañero chasqueó la lengua y se apoyó contra la puerta para verlo mejor.

—¿A poco les vas a volver a aceptar a esos cabrones?

—Pues sí, ya que chingados. Es eso o seguir trayendo a gente como pinches chamacos, y para traer un kínder ya los tengo a ustedes.

Mariana, quien estaba sentado al frente del auto, chifló para llamar su atención.

—Si se escucha todo acá enfrente pinche Rogelio —se quejó—. Aparte, ¿qué chingados hacen ustedes hablando de negocios ahorita? Relájense un rato, me van a dar dolor de cabeza.

Quackity pateó el asiento de Mariana antes de mirar a Roier y asentir.

—Tiene razón, hay que discutir cosas más importantes —lo golpeó en el hombro con suavidad—. El chico del bar, ¿no?

Roier sonrió y comenzó a negar con la cabeza.

—Yo sabía que iban a seguir con eso —se lamentó.

—¡Ya sabes su nombre! Mira, llamamos al bar, les ofrecemos algo de dinero y ya, sacas su casa, su edad, que hace...

—¿Estás sugiriendo que le saqué información a la fuerza?

Quackity se encogió de hombros.

—Solo digo que sería una buena forma de iniciar una conversación.

—La gente normal empieza las conversaciones con un "hola" no con un "sé donde vives".

Aquello no pareció ser suficiente para que Quackity retrocediera sobre sus palabras, por lo que Roier dejó ese tema. Solo ese, porque sus compañeros seguían insistentes.

—Miren, no pienso ligármelo, ¿bien? No voy a pedirle su número mientras está trabajando, tampoco voy a esperarlo como un pinche acosador afuera de su trabajo. No quiero salir con nadie ahorita —dijo, como dando por terminado el tema.

Quackity rodó los ojos a su lado.

—Pinche aguado —se quejó—. Yo no dejaría una oportunidad así irse.

Roier golpeó su nuca.

—¿Tú de que chingados te quejas si ahí traes a tus dos viejas y no eres de ninguno?

Mariana soltó una carcajada en el asiento de adelante y Quackity solo lo miró ofendido antes de cruzarse de brazos y mirar hacia la ventana.

Al menos aquello podía significar que lo dejarían en paz, por lo que era suficiente para Roier. Con lo estresado que se encontraba por el negocio, realmente no necesitaba estresarse con algo más. Aun si pudiera admitir que el chico era bastante atractivo, no iba a meterse en esos temas.

Reckless Devotion [Guapoduo]Where stories live. Discover now