Capítulo 8 "Yo gano, tu pierdes"

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Coriolanus estaba en su cama mirando hacia el techo, fue a ese funeral para molestarla y reafirmar su amenaza pero el afectado era el, podía sentir aún en su nariz el olor al perfume de esa serpiente, era como algodón de azúcar, nunca cambio

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Coriolanus estaba en su cama mirando hacia el techo, fue a ese funeral para molestarla y reafirmar su amenaza pero el afectado era el, podía sentir aún en su nariz el olor al perfume de esa serpiente, era como algodón de azúcar, nunca cambio. Su mano viajo lentamente a su entrepierna, mantuvo su mirada en el techo, la idea de torturarla y lastimarla le era tan excitante que una erección comenzaba a llamar para ser atendida.

El rubio soltó un pequeño suspiro mientras comenzaba a subir y bajar con su mano, podía imaginar esos ojos llenos de sufrimiento y desesperación rogando por piedad y perdón, una sonrisa se trazo en sus labios mientras lo hacía más rápido, estaba lejos de ser su mujer perfecta, tal como Lucy Gray, no llevaba su estándar, no cumplía con nada pero era una maldita niña mimada con aspiraciones similares, antes no eran enemigos pero ahora lo eran, pero no era tan lista como el, la derrumbaría, tal como en un juego de ajedrez, el era el rey, ella una reina frágil que disfrutaría derribar en cuestión de segundos.

Coriolanus se sentó en la cama con el cuerpo totalmente caliente mientras una oleada de éxtasis se apoderaba de el, hizo un desastre con una de las sábanas llenandola de su espeso líquido, dió un largo suspiro mientras arrojaba la sabana al suelo y trataba de recuperar la compostura para dormir un rato.

Anatolia por su parte tampoco podía dormir, abrazaba su almohada mientras miraba por el enorme ventanal, la amenaza de Coriolanus le ponía los nervios de punta por lo que estaba por venir; quizá terminaría como Sejanus, colgada, Coriolanus jugaba sucio a la perfección, no podían ser amigos, ni mil disculpas de rodillas iban a ablandar a Coriolanus después de lo que Anatolia hizo para que fuera castigado y desterrado.

Los consejos de su madre no sonaban tan descabellados ahora, después de todo; si no podía con el enemigo podía unirse a el, lo difícil era que ninguno quería estar debajo, ella quería estar en la cima como hasta ahora, Coriolanus la quería derribar y no había duda, tenerlo tan cerca fue espeluznante y emocionante, siempre lo fue, odiaba que el tuviera tanto control de sus pensamientos cuando no era nada ni nadie a lado de ella.

Una noche más ambos pensaban mutuamente entre si, las ganas de matarse combinadas con el deseo y la tensión no ayudaban a ninguno, debió quedarse en el doce los 20 años de servicio, pensó ella; debí envenenarla a ella, pensó el.

(...)

Los 11° juegos del hambre se acercaban, Gaul estaba tan chiflada como siempre, ahora más emocionada y animada que nunca, con Coriolanus a su lado como alumno y las sugerencias para los nuevos juegos serían un digno espectáculo luego de los humillantes decimos juegos del hambre, que eran una mancha según ella, una burla.

Coriolanus estaba exhausto, más que estresado, estudios y soportar a Gaul era una lucha por no perder la cabeza; al terminar con sus clases Coriolanus fue al club de Pluribus Bell, ese viejo amigo de su familia, por primera vez hizo lo que nunca creyó posible, liberar su estrés en alcohol, pidió una copa de posca, el sabor del primer trago amargo no fue lo único molesto.

The Victor ||Coriolanus Snow [#1: El inicio de todo]Where stories live. Discover now