I: ¡Qué No Tengo Novia!

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La bulla de los motores resultaba casi dolorosa a los oídos, al interior del avión sonó una alarma que competía con tal ruido e indicaba la llegada próxima al punto de salto

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La bulla de los motores resultaba casi dolorosa a los oídos, al interior del avión sonó una alarma que competía con tal ruido e indicaba la llegada próxima al punto de salto. Contemplé a mis tres compañeros, cada uno trajeado con su uniforme militar y una máscara de calavera como la mía, pero a diferencia de ellos yo iba de negro. Los cuatro fantasmas nos alistábamos para la masacre.

—Fantasmas, preparados para el salto. ¡Si algo se mueve, tiren a matar! —demandé con convicción, aunque ellos tenían eso más que claro. Eran mi escuadrón de élite.

—Tranquilo, jefe, quedarán más muertos que su última relación —contestó Jack-Jax y las risas no faltaron.

Sí, mi vida amorosa, o falta de ella, era casi de conocimiento público, al menos, entre mi escuadrón; pero sus bromas conseguían dar un enfoque positivo, de algún modo.

La compuerta de la aeronave se abrió y sin más espera procedimos a dar el salto, el viento impactó con fuerza mientras descendíamos en caída libre conforme ubicábamos la posición para el aterrizaje, todo eso previo a desplegar los paracaídas. Aquella vez, llegamos en una azotea de un edificio sumamente alto y ni bien acabado de pisar el suelo, las balas comenzaron a volar por doquier.

Con astucia y velocidad, conseguimos evadir el caos y ponernos a resguardo antes de desenfundar y sumarnos a la lluvia de fuego. Un muerto, otro más, luego el siguiente; nuestros números crecieron al igual que conseguimos nuevas provisiones durante el viaje de descenso por el edificio.

Entonces logré verlo, a través de una ventana, en la distancia capté a mi némesis, DeathGarden, ese tipo era el blanco en cada misión, pero no había conseguido volarle la cabeza, siempre se escapaba. Mis fantasmas tenían prohibido tocarlo y solo avisarme de su posición. Me preparé para darle el tiro de gracia con el sniper, nivelé mi pulso, calibré mi respiración…

—¡Flori, cariño, ya es hora!

La voz de mamá me produjo un sobresalto, había jalado un lado del auricular al hablar y el par de palmadas a mi espalda aceleraron mis latidos, el susto casi me obligó a soltar el teléfono, pero la distracción pasó factura. Contemplé la pantalla teñida de rojo con un mensaje al centro qué decía: “you are dead”. DeathGarden me voló los sesos, lo supe por los mensajes de burla en el chat.

—¡Maldita sea! —vociferé molesto y volví a escuchar a mi madre:

—¡Ay, Flori, perdón! —me dijo con una fingida consternación.

Pude ver como intentó disimular la risa, para ella todo eso era una tontería, solía decirme: “en vez pegarte a esos videojuegos, deberías buscarte una pareja y ser feliz”. Ella no tenía problema por mi bisexualidad, pero si la elección fuese suya, prefería una chica que la llenara de nietos.

—Bueno, hijito, ya que estás muerto puedes, unirte a tu familia de un vez.

Estuve a punto de decir un sinfín de cosas feas cuando escuché en el auricular las risas y bromas de mis compañeros, así que procedí a desconectarme del juego. Suspiré fastidiado y pese a que solo sería una reunión familiar en mi propia casa, sentí taquicardia. Cuando toda la familia se reunía, terribles cosas podían pasar. Exagero, pero si a diario mis padres me decían: “Florisvaldo, búscate a alguien y deja esos jueguitos tontos”; tener a mis hermanos, sobrinos, algunos primos y tíos presente con los mismos consejos no solicitados, me aportaba ansiedad.

¡Qué no me llamo Osvaldo!Where stories live. Discover now