𝐄𝐩𝐢𝐬𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐏𝐢𝐥𝐨𝐭𝐨: 𝐮𝐧 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚𝐢́𝐬𝐨

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La reina del infierno y antigua primera mujer se encontraba recostada en una silleta, observando las olas ir y venir en un vaivén casi hipnotizante. 
El lugar se encontraba deshabitado; no existía animal u ser humano. Tampoco se encontraba cerca de alguna civilización conocida por hombre. Tan solo era ella y una basta porción de tierras en medio del abundante e imponente mar. 

—Mejor que el infierno, ¿no? —pregunto curioso y maravillado Adán, el primer hombre y la primera pareja de Lilith —¿Sabes algo? Esto me trae muchos recuerdos —expresó con nostalgia el ser alado mientras comenzaba a recorrer el sitio con la mirada, acercándose cada vez más desde atrás hacía su primera compañera.   

Ante el silencio de su primera mujer, los ojos de Adán voltearon y por unos segundos la gran sonrisa de su mascará se achicó ligeramente. El primer hombre volvió a tomar aire.

—Si vas a estar aquí, debes cooperar. —expreso Adán con calma, haciendo uso de su tono de voz más calmado y comprensivo, algo que solía ser raro en él —Ya no más huidas y pataletas, Lilith —murmuró cariñosamente el hijo de Dios al mismo tiempo que posaba suavemente sus manos en el respaldo de la silla. 

Lilith se despojó de sus lentes de sol, observando fijamente a su primer esposo. 

—Ah⁓ —se regocijo Adán ante la encantadora vista de los bellos ojos color morado de la primera mujer; unos ojos que en algún momento la humanidad había perdido, reemplazado cruelmente por los comunes ojos marrones de su segunda mujer, Eva.

Los afilados dedos del guante de Adán se acercaron al rostro de Lilith, específicamente en su mejilla izquierda. Los dedos del humano se hundieron ligeramente sobre la suave y tierna piel, llegando inclusive a presionar ligeramente como si el mismo Adán no pudiera ser capaz de creer el regreso de su primera mujer. 

—Estás tan hermosa... —suspiró maravillado el líder y jefe de los ángeles exterminadores. El precursor del pecado y la humanidad acarició levemente la mejilla de Lilith —como aquel día en que huiste y me abandonaste —expresó con dolor y odio el ser celestial, sintiendo como poco a poco sus dedos comenzaban a tensarse. 

La mano de Adán tomó entre sus dedos ambas mejillas de la mujer mortal; presionando su rostro sin piedad, obligándola a mirarlo fijamente. 

—Me sentía tan solo —escupió el hombre con desagrado y rencor, sintiendo a su vez como poco a poco sus alas comenzaban a levantarse en señal de respuesta. 

La pequeña mano de Lilith se colocó suavemente sobre la mano de su primera pareja, acariciándola suavemente. La mujer marcada por Lucifer y los demonios cerró sus ojos e inhalo, preparándose para lo peor.

Adán era un hombre con un pésimo sentido del humor, además de ser volátil con sus propias emociones negativas. Se asemejaba a una mula; terco e infantil por momentos y por eso mismo era alguien con quién se debía tener mucho cuidado y precaución. 

Los afilados dedos del guante del primer hombre soltaron el rostro de su primera mujer. Adán suspiró para después maldecir en silencio. 

«Ojalá siguieras siendo la maldita reina de los demonios, así podría insertar mi lanza sobre tu podrido corazón sin piedad» Pensó el primer hombre mientras alejaba su mano -de mala gana- de las dulces caricias de Lilith. 

Matar a Lilith cuando esta misma se encontraba nuevamente en su posición de primera mujer creada por Dios sería blasfemar contra su imagen y semejanza, tampoco se encontraba con el poder y el permiso de acabar con otros seres humanos; esta regla se aplicaba con mayor prioridad a Lilith. 

Adán no sería el vencedor esta vez y ambos lo sabían, en especial la primera mujer.
Lilith volvió a abrir los ojos, encontrándose con la grata sorpresa de presenciar la máscara de Adán con una horrible mueca, representando a viva flor de piel el malestar que le carcomia por dentro.

El líder de los ángeles exterminadores iba a volver abrir su gran boca. No obstante, un pequeño cronómetro dorado hizo acto de presencia frente a él, marcando con sus agujas lo que ellos bautizaron como: "la hora de la alegria" a la exterminación; tanto de pecadores como de algún pequeño y detestable demonio que se cruzada en su camino.

—Te han salvado las campanas de nuestro padre, mea pulchra condemnatus —comentó Adán resignado ante la inesperada interrupción de su trabajo.

Las grandes y majestuosas alas de Adán lo ayudaron a elevarse en el aire. Cuando este estuvo arriba de Lilith, exclamó con voz grave:

—No tardaré, Lili —se despidió Adán a la par que invocaba un portar de color celeste sobre su cabeza.

Necesitaba reunirse con Lute y sus demás niñas y si bien, le asqueaba profundamente la idea de mantenerse tan lejos de Lilith. Necesitaba cumplir con su muevo rol y responsabilidad, aunque no le gustase del todo.

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⏰ Last updated: Mar 12 ⏰

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Principio de la creación ✝︎ 𝐇𝐚𝐳𝐛𝐢𝐧 𝐇𝐨𝐭𝐞𝐥Where stories live. Discover now