monotonía 01

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En el tedio infinito de su existencia, Aine, una mujer albina, escrutaba el universo con desdén, desesperada por hallar un propósito en su vida monótona. Poseedora de la capacidad imparcial de manipular el destino, veía los años pasar como si fueran efímeros segundos. Su aburrimiento la llevó a jugar caprichosamente con los destinos de seres vivos, creando y deshaciendo realidades, y alterando futuros en un intento fútil de calmar su anhelo de significado. Pero ninguna artimaña lograba satisfacer su insaciable apetito de novedad.

Un día, en su búsqueda por romper la monotonía, decidió involucrar a un alma, arrebatándole la existencia por mero deleite. Se encontró con un muchacho, y en su inquisición existencial le preguntó: "¿Qué le otorga sentido a tu vida a pesar de haber experimentado la miseria?". La respuesta del joven fue simple pero impactante: "Por las personas a las que amo". La noción del amor desconcertó a Aine; algo intangible y presente, lo consideró una estupidez.

Para escapar de su aburrimiento, propuso al muchacho enseñarle el significado del amor a cambio de devolverle la vida. El chico aceptó, convirtiéndose en la nueva pieza en el tablero de Aine. Ella se convirtió en su observadora, interviniendo para evitar tragedias, salvándolo repetidamente hasta que la repetición se volvió tediosa.

En un momento crucial, cuando el chico estaba al borde de la muerte, Aine quiso intervenir, pero una joven se interpuso, salvándolo. Por primera vez, algo despertó en Aine, un dolor en su pecho que la desconcertó. Se preguntó a sí misma: "¿Es esto dolor? ¿Mi pecho realmente duele?". Fue un despertar abrupto, un indicio de que algo más que la monotonía estaba tocando las fibras de su ser. El tiempo se ralentizó, y la perspectiva gris que tenía del mundo adquirió color. Había experimentado un sentimiento genuino, y el mundo que había manipulado se transformó ante sus ojos.

En la encrucijada de sus nuevos sentimientos, Aine experimentaba una mezcla de satisfacción y ansiedad. Emociones, antes ignoradas, surgían en pequeñas cantidades, manifestándose de manera irracional. Observaba con detenimiento el curso de la vida del muchacho, pero algo inusual ocurría: su pecho dolía al presenciar la creciente conexión entre él y la chica que lo había salvado.

Incapaz de entender este dolor, Aine lo atribuyó a la felicidad que ambos compartían. Decidió eliminar esa fuente de angustia, manipulando a asesinos de un gremio para atacar a la esposa del chico y poner fin a su existencia. Al ver el resultado, el dolor desapareció, pero la angustia se apoderó de ella al ver al chico sufrir.

Consideró la opción de acabar con la vida del chico, pero algo la detuvo. No pudo explicar la razón detrás de esa barrera interna. A pesar del odio del chico hacia ella, Aine, aparentemente indiferente, lo abandonó. Con el tiempo, la necesidad de estar con él se volvió palpable, pero al intentar acercarse, fue rechazada y amenazada. Aine se retiró, dejando que el dolor en su pecho aumentara.

Años después, viendo al chico en apuros, Aine lo salvó. Surgieron nuevas preguntas: ¿por qué salvar a alguien que intentó matarte? La respuesta se reveló en un destello de comprensión: el amor, irracional y complejo. Aine anhelaba entender esas emociones, buscando amar y ser amada, odiar y ser odiada. Ahora entendía que el amor llevaba consigo una amalgama de sentimientos.

Los celos la invadieron en un momento crucial, y fue entonces cuando actuó de manera impulsiva. Al comprender lo complicado que era el amor, Aine decidió tomar esos sentimientos por sí misma, revelando una nueva faceta de su pensamiento. No

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