CAPITULO|03

114 11 21
                                    

Perdida en la oscuridad. 

Hannah Grace

Tan fácil como llega la vida, se avecina la muerte, como las flores se marchitan nuestros cuerpos envejecen. En un abrir y cerrar de ojos nos esfumamos como una cortina de humo que parece ser persistente y por muy loco que parezca, pasamos a ser un grano irreconocible en la vida de los demás vivientes.

★★★

Había perdido la noción del tiempo.

Ya no sabía en qué mes estaba.

Y tampoco contaba en el calendario cuanto faltaba para volver a mi libertad.

Libertad.

¿Que era para mí la libertad si antes de que me metieran en la cárcel, tampoco había podido vivir ese término? Todo era un cúmulo denso y espeso en mi interior. 

De pequeña, pensaba que la vida se basaba en que la vida era un arcoiris y que cada escala de color era una faceta de bonito aprendizaje y experiencia que pese e independientemente de la situación me harían crecer como persona y ser humano.

Hoy en día podía reírme ante aquellas ocurrencias.

Era una pequeña ingenua que solo vivía entre una nube de ilusiones. Era una pequeña a la que le robaron su infancia, sus sonrisas y su ingenuidad. No era como las demás, no había tenido felicidad. Jamás sentí esa protección paterna que tendría que haber sentido y nunca experimente el amor de madre que una niña necesita tener.

Supongo que la vida te da lo peor que tiene, y la decisión de nosotros está en transformarlo o vivir con ello.

Solo fui vendida al mejor postor.

Solo tenía tan poco tiempo de vida, cuando comenzaron a venderme por tan poco.

No lo valía...

El pitido de las máquinas se mantienen.

Abro los ojos, soltando un gemido de dolor. Por acción llevo los dedos hasta la herida y un pequeño grito brota de mis labios. Casi que podía odiarme por ello. No quería que nadie escuchara mi dolor.

Yo podía sola.

Siempre puedo sola.

—¿Te duele? —aquella voz, era demasiado reconocida para mí. Y por ello, podía percibir el tono de reproche sin siquiera mirarlo.

Chasquee la lengua y comencé a buscar mi pequeña arma blanca.

—He tenido heridas peores —dije manteniendo la mirada en un punto aleatorio. Quería evitarme la idea de chocarme con un muro que me impediría expresar las palabras que necesitaba soltar para salir rápido del paso.

Sus ojos grises eran una trampa en la que yo no quería caer.

—Llevas un día inconsciente y por si no te has dado cuenta, estuviste a punto de perder el brazo.

Barro con la mirada todo el lugar buscando una salida. ¿Me dolía? Sentía la piel palpitante y abierta, pero no quería escuchar los reproches de Jared, el perfecto.

—Pero tú, como eres perfecto, no dejaste que lo perdiera.

—No fue mi voluntad. —lo miré en el instante en el que él también lo hizo— Fue la de Dios —dijimos al unisono.

Lo odio. No hay palabras para expresar la rabia latente que le tengo a Jared, era un idiota, sin vida. Solo perdía el tiempo ayudando a las demás personas, como si eso fuese lo mejor. Era un fracasado y ya me había cansado de decírselo, así como estorbaba en la vida de los demás, también lo hacía en mi vida. 

LA VIDA ZOÉ QUE ME DIO SU PERDÓN Where stories live. Discover now