dark paradise 🏴‍☠️ portgas d. ace

ii

    Al día siguiente la noticia en boca de todos variaba en cuanto a detalles pero el encabezado era el mismo: el terrible pirata delincuente ataca al amable y luz de la comunidad señor Mei. Era obvio que se omitieron muchas partes a su historia como que el pirata no puso una mano encima suya, los golpes que tenía era porque se resbaló en un callejón al huir. ¿Y mi papel? Borrado de la obra. Según el tipo que veía sentado fuera de su tienda con vendajes y rodeado de gente consolando su falso testimonio el pirata cuya pequeña embarcación descansaba a las orillas del viejo puente sin uso lo atacó sin sentido luego de cerrar su negocio. Ajá.

Entrecerré los ojos con coraje en cuanto su mirada me encontró a lo lejos. Negué suspirando siguiendo mi camino. Si algo me había enseñado la vida era en no confiar en ningún hombre por más amable que luciera. Lo que no me prohibía ser agradecida.

Había días en los que hacía servicio en la escuela de la comunidad y si me desviaba lo suficiente podía pasar de pura coincidencia por el puente donde todos decían debería estar el pirata. Un río directo del mar cruzaba el pueblo casi a media isla por lo que existían distintos puentes para cruzarlo, incluyendo el mencionado que llevaba décadas sin uso por lo inestable que era.

Sostenía en mis manos un pastel como el que le sirvieron en el local mientras mi bolso colgaba de mi hombro. Allí estaba, un barco tipo pesquero anclado a la orilla del río a unos metros del puente abandonado.

Caminé esquivando la vegetación descuidada hasta detenerme en el piso de madera que aún se mantenía por encima del agua. No había mucha distancia hasta el barco pero no encontraba manera de brincar con el pastel envuelto en mis manos, tampoco podía arriesgar que mi mochila se cayera porque...el rechinado de una puerta abriéndose me hizo quedarme quieta y mirar al frente con los ojos abiertos de par en par. Su cabello negro desordenado indicaba que quizá lo había despertado —además de no portar el sombrero naranja— y su torso desnudo podía confirmar que dormía así.

Me miró entrecerrando los ojos ligeramente ante la luz del sol que poco a poco se volvía más brillante. Extendí los brazos con el pastel y torpemente hablé porque sabía que si esperaba un segundo más ya no lo haría.

—Gracias—dije haciéndole ladear un poco la cabeza—por lo de anoche, ya sabes—sonreí o al menos eso traté—es un pastel como los de la tienda a la que has ido. No es que te esté vigilando pero te vi una vez y...bueno, eso.

Avanzó hasta subir un solo pie encima del borde de su barco estando enfrente mío. Conectó sus ojos con los míos por lo que parecía una eternidad, estábamos casi a la misma altura.

—No tenías que hacerlo, ¿porqué?

Su pregunta me tomó desprevenida y eso que yo siempre sé qué decir, tenía fama de hablar hasta por los codos pero teniéndole enfrente con esos ojos tan otoñales y las pecas debajo de ellos decorándolos como estrellas al cielo. Nunca había conocido a alguien que las tuviera, era como si encajaran con las mías. Tomé aire antes de contestar, parpadeando varias veces deseando que no haya notado mi momento perdida.

—Porque ayer no pude darte las gracias. Me gusta ser agradecida.

Y ni tu nombre conozco pero ansiaba verte una vez más, completé para mí misma. Bajó la mirada a lo que le ofrecía y otra vez hacia mi, finalmente tomó la bandeja cubierta de mis manos y sin más volvió a encerrarse.

—Me llamo Svetlana, por cierto—dije no muy alto, bajando mi volumen por cada palabra.

No me escucharía y de todos modos estaba acostumbrada. Suspiré cruzándome de brazos con la mirada en el agua cristalina, la verdad es que había salido mejor de lo que esperaba. Di una última mirada a la embarcación antes de seguir con mi recorrido de siempre, mi rutina diaria.

El día era de lo más común incluso con los niños en la escuela de la comunidad por lo que decidí quedarme horas de más recogiendo allí y allá a manera de entretenimiento. Para cuando decidí salir el sol había bajado y su calidez anaranjada acariciaba mi piel en el largo trayecto al centro de la comunidad.

El camino con piedras en el suelo me guiaba en automático pero de todas maneras cuidaba mis pasos viendo en dicha dirección.

—He visitado muchos lugares y en ninguno he probado un pastel como el de aquí.

Me detuve en seco al escuchar dicha voz y giré hacia la izquierda más no logré ver a alguien cerca. Sólo un árbol. Y fue precisamente allí que le encontré, sentado sobre la rama mirándome.

—Es receta familiar—contesté algo confundida por lo aleatoria que fue su aparición.

—Se nota—sus pies colgaban moviéndose ligeramente recordándome a un niño pequeño jugueteando. Su expresión era tranquila incluso podía decir que estaba sonriendo pero no estaba segura—luz...

—¿Huh?—junté las cejas sin entenderlo.

—Tu nombre—saltó de la rama cayendo sin dificultad alguna de pie enfrente mío, retrocedí un paso inconscientemente—significa luz, brillo. Recuerdo haberlo escuchado por el norte.

—Ah...—fue lo único que salió de mi boca, no se me ocurría ninguna respuesta coherente más que esa.

Soltó una risa ligera ante mi reacción, un sonido que se implantó en mi cabeza sin permiso.

—Pero que mal educado, ni siquiera te he dicho mi nombre. Soy Ace—sonreía sin mostrar los dientes, parecía alguien totalmente distinto al de las otras veces a excepción de la primera, definitivamente era el chico de la primera.

—Ace—repetí sin pensarlo.

—Ese mismo. Es gracioso que ya sea una celebridad por aquí y nadie sepa mi nombre más que tú ¿no crees?—hizo una pequeña pausa que aprovechó para analizar mi rostro—aunque bueno, eres la única que no ha huido de mí gritando "¡pirata, pirata!" o algo así. ¿No te dan miedo los piratas?

—Nunca he conocido uno.

—¡Pues ahora si!

El entusiasmo en su voz era algo que iba más allá de mi entendimiento. Al igual que la manera del sol cayendo sobre su piel, como si necesitara brillar más de lo que ya lo hacía.