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Después de mucho tiempo, la noche ya había caído por completo, la luz de la luna era tenue y las pocas estrellas la acompañan en lo alto del cielo.

Al terminar de comer, lavarse los dientes y colocarse el pijama, Takemichi se despidió de su madre y tía, dándoles las buenas noches a ambas para dirigirse a su cuarto y acostarse en su cómoda cama.

Se acurrucó y tomo uno de sus peluches para abrazarlo con fuerza, si lo sé, ya tiene quince años, (apunto de cumplir dieciséis en unos meses) alguien lo suficientemente grande como para dormir con un peluche de pingüino. Pero entienda lo, es un niño débil que no puede dormir tranquilo sin tener a su pingüino a su lado.

Takemichi abrazo con fuerza su peluche, llegando al punto de que, si el peluche estuviera vivo, el pobrecito estaría asfixiado de lo tan fuerte que lo abrazaba.

─ No quiero ir mañana a la escuela... ─ dijo, los suficientemente bajo y siendo su peluche el único capaz de oírlo en aquella habitación.

¿Y si fingía estar enfermo? No sería una mala idea después de todo. Pero esa idea, poco después fue descartada, mañana tiene prueba de biología, había estudiado tanto para está prueba que no se podía dar el lujo de faltar.

─ Maldita sea profe ─ empezó a quejarse. ─ ¿Por que tenía que hacer la prueba un día viernes? ─ empezó a lamentarse, si no hubiera sido porque tenía prueba mañana, perfectamente le hubiera pedido a su madre faltar para no tener que ver a los infelices que lo molestaban.

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El sonido de la alarma pronto se empezó a escuchar, un ritmo melodioso y pegadizo, una de sus canciones favoritas que lo ayudan a despertar con más ánimo por las mañanas.

Su mano se dirigió hasta su velador, tanteando y tratando de buscar su celular para poder pagar la alarma y quizás, poder dormir unos cinco minutos más. Estuvo así por un buen rato sin poder encontrarlo, levantó su cabeza de su almohada algo enojado al no poder encontrarlo, forzando su vista pudo ver su celular en el velador, tomándolo y apagando su alarma.

El silencio volvió a reinar en la habitación.

Se quedó con los ojos cerrados por unos minutos más, no tiene la fuerza para levantarse e ir a la escuela. Pero tiene que hacerlo.

─ Tengo que... Ir a dar la prueba... ─ dijo somnoliento.

Con flojera se levantó de su cama, quedando sentado en el borde de ella, con la mirada perdida mientras miraba su pantufla como si fuera alguna clase de objeto divino y majestuoso.

En eso, unos pequeños toques se escucharon en su puerta, con cansancio dijo un pase, pensado que era su madre. Pero no, al abrirse la puerta por completo, pudo ver a su tía, quien se vea ya arreglada y demasiado alegre y emocionada para ser altas horas de la mañana.

─ Buenas días, Michi ─ dijo Yuna, entrando a la habitación y prendiendo la luz, alumbrado todo el cuarto y provocando una leve molestia a los ojos de Takemichi por la repentina luz.

─ Buenos días tía ─ dijo Takemichi, frotando sus ojos, ya acostumbrado se de a poco a la luz.

─ Prepárate Michi, hoy día tu querida tía Yuna te irá a dejar a la escuela ─ dijo emocionada, apuntándose con sus pulgares a ella misma, sin parar de sonreír y dando pequeños saltos.

Takemichi no pudo ocultar su sorpresa.

─ ¿En serio? ─ se levantó de su cama por la impresión, Yuna asiente con emoción, le dice que se arregle mientras ella irá a preparar el desayuno para él, su madre Aoi y ella.

Esta vida... Se convirtió en un ShoujoWhere stories live. Discover now