Capítulo 10

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Sin rencores

Frank y yo nos sentamos en un pequeño parque alejados de todo, no quería que nos vieran juntos y que mañana salga otra noticia en ArtMorbo diciendo tonterías.

—Yo solo quería disculparme contigo, Astrid, sé que lo que te hicimos Clay y yo fue horrible, no me voy a justificar con excusas baratas, tampoco te pido que lo entiendas, solo sucedió —explica tranquilo.

¿Solo sucedió?

Mierda pensé que éramos amigos, ¿dónde quedan todas esas noches de pijamadas en las que veíamos películas y comíamos pizza?

¿Qué pasa con todas esas conversaciones que teníamos a escondidas de Clay donde me decías que él me amaba?

¿Acaso fuiste un hipócrita todo este tiempo?

¡Maldición! No me molesta que me haya engañado con un hombre, me molesta que cuando yo me daba la espalda ellos se burlaban de mí.

¿Y ahora cómo debo reaccionar para no quedar como la mala?

¿Debo decir que los perdono y que sigamos siendo amigo?

¿Tengo que fingir una sonrisa y darle un abrazo?

Joder, tenía ganas de llorar, quería salir corriendo y lanzarme por un acantilado.

Pero no voy a demostrar debilidad mientras ellos viven su mejor momento.

No voy a demostrar que estoy hundida en la mierda y que cada noche pienso que la solución es tomar un bote completo de pastillas y que al día siguiente alguien encuentre mi cuerpo desnudo en la tina llena de agua.

Mente positiva y buenas vibras.

Uno, dos, tres...

Trato de repetirme las palabras de mi amiga en la cabeza una y otra vez.

Suspiro profundamente conteniendo las ganas de estallar mi llanto o mi puño en su cara.

Lección de vida, el mejor amigo de tu novio no es tu amigo, es tu posible rival.

—¿Astrid, estás bien? —me toca por el hombro, me había quedado mirándolo fijamente sin siquiera pestañear.

—Perdón, es que no dormí bien.

—¿Sigues quedándote despierta toda la noche viendo supernatural? —sonríe amablemente como si no me hubiese quitado el novio.

—Sí, anoche vi seis capítulos y luego el miedo no me dejó dormir bien —le devuelvo la sonrisa falsa.

—¿Entonces me perdonas? —me ofrece su mano en forma de tregua.

—Claro, está todo olvidado —le correspondo el saludo.

—Sin rencores —aclara.

Sin rencores, solo deseo que alguien ponga chinches en tu ropa y te de comezón en la piel que te la arranques de tanto rascarte, que te den hemorroides y no puedas pegar tu trasero a una silla durante tres meses y que salga una herida en la boca y tengas que tomar sopa con una pajita.

Tácticas para enamorar a Storm Where stories live. Discover now