Capítulo 29

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Antes de que una serpiente se deslice por mis brazos, prefiero quedarme sin brazos.

En serio espero que esté jugando y que lo que me está diciendo sea solo para asustarme. O que solo busque que admita que no soy tan arriesgada como he asegurado antes.

Espero a que rompa en una carcajada, que se ría de mí por la expresión de espanto que se debe estar reflejando por toda mi cara y que entre un tono divertido y burlón diga que no tiene ninguna serpiente como mascota. Nada de eso pasa. Por la seriedad que queda bien señalada en su rostro, consigo comprender que él no está jugando en lo absoluto.

El bus emite un leve chirrido metálico, anunciando su detención, cortando a través de mi ensimismamiento con la precisión de una flecha.

—Hemos llegado —anuncia Darek.

Tras esto se pone de pie, desplegando su alta figura en el confinado espacio del vehículo. Sin esperarme, cruza el pasillo con pasos que parecen demasiado calmados para pertenecer a alguien con un reptil como mascota.

Mientras tanto yo, permanezco paralizada, con los segundos escurriéndose entre mis dedos tardíos en reaccionar y las palmas de las manos sudorosas apretadas contra la tela del bolso que descansa en mi regazo. Recién cuando el espacio vacío a mi lado comienza a gritar la ausencia de Darek, mi cuerpo encuentra la fuerza para seguirlo.

Mis piernas más torpes e inseguras de lo normal, me conducen por el pasillo vacío, resonando con eco de mis propias dudas al haber aceptado ir a su casa. Cuando las puertas se cierran detrás de mi espalda, me encuentro con que Darek espera por mí.

—No... no tienes una serpiente como mascota —le digo apenas me lo topo.

Sigo rogando en silencio que sus labios arrastren un "solo estoy jugando" hasta mis temerosos oídos. Una vez más eso no sucede. Darek guarda una mano en el bolsillo de su pantalón.

—Si tengo una serpiente como mascota y tiene tu nombre. —Entonces, me da la espalda y con la mano que tiene libre hace una seña para que lo siga. —Vamos, mi casa está cerca.

¿Qué mierda le pasa? ¿Cómo puede decir eso con tal despreocupación, como quien comenta el clima o menciona una tarea pendiente de matemáticas?

Por un lado, la idea de que una criatura fría y deslizante compartiera mi nombre me provoca un escalofrío. Por otro lado, la curiosidad me quema por dentro como lava incontrolable.

Tiene que estar jugando, ¿cierto?

Con un paso más cauteloso que el de él, lo alcanzo.

—No tiene nada de gracia lo que has dicho —mi voz sale más fuerte de lo necesario.

No se detiene ni se voltea, simplemente arroja una carcajada que disipa un poco el miedo que me ha generado saber que puede tener una serpiente como mascota.

—No tiene tu nombre —afirma.

No sé si él pretende que eso mejore la situación.

—No tienes una serpiente —insisto.

Ladea una sonrisa.

—Ya no quiero hablar del tema.

Con un suspiro doy por entendido que él se ha inventado lo de la serpiente. Su forma de bromear es bastante pesada para mí.

Aceleramos el paso hasta estar frente al enorme portón de hierro forjado que custodia la no tan humilde vivienda de los Steiner. Con tan solo la presencia de Darek, el portón empieza abrirse frente a nosotros. Me es inevitable no sentirme pequeña en comparación de la majestuosidad de la entrada.

No acercarse a DarekWo Geschichten leben. Entdecke jetzt