Este hombre no deja de parecerme tan deliciosamente masculino.

Caminé de puntillas hasta posarme delante de él y me incliné un poco, con esto ganándome el poder sentir su delicioso aroma inundar mi nariz.

―¿Sabe? Seguro que si no fuera un capitán tan traumado y atormentado, le iría bien como modelo ―Hablé, por lo que él abrió los ojos de inmediato―. Todas las agencias se pelearían por usted. Es muy, pero muy atractivo. No puedo quitarle los ojos de encima y no puedo dejar de pensar en esas manos maltratando mi cuerpo de una manera muy rica.

Y sus ojos viajaron por todo mi cuerpo.

Eso antes de cerrarlos de nuevo pero esta vez con fuerza.

Solté una risita baja.

―Cúbrase.

―Oh, vamos, no sea tímido ―Me burlé, esta vez sentándome sobre sus piernas. Así; totalmente desnuda―. Sabe que me ha visto desnuda varias veces. ¿Por qué se avergüenza ahora?

―¿Puede bajarse?

―La última vez no le molestó que yo estuviera arriba de usted ―Fruncí los labios―. ¿O no se acuerda de eso?

―Señorita Feramore...

―Lucille ―Protesté―. No seas malo y di mi nombre. Me gusta cómo suena con tu voz.

―Bajate.

Me acomodé mejor sobre él y llevé mis manos detrás de su nuca.

―De acuerdo, pero solo porque estoy muy herida y sé que eres tan brusco en la cama que solo terminarás por lastimarme más ―Hice un puchero―. Anda, quita esa expresión que estás más guapo cuando te enojas y eso solo hará que me quiera lanzar sobre ti.

Pasé mi índice por su ceño fruncido y antes de levantarme le di un beso rápido en los labios que solo lo tomó desprevenido.

Abrió los ojos.

―Ahora cúbrase.

Me llevé las manos a las caderas.

―No sé dónde quedó mi ropa. No puedo volver con tu ropa puesta, la gente comenzará a preguntarse en qué polla he estado saltando estos días en los que estuve desaparecida. Mi novio se molestará.

Gruñó.

―Puede decirle a su noviecito que no se preocupe. Al final de cuentas, si estuvo en una cama diferente a la suya es porque se estaba muriendo.

―Y seguro eso te molesta ―Fruncí los labios―. Lástima, pude ser completamente tuya todos estos días, pero la vida no lo quiso así. A lo mejor y en unas semanas nos podemos perder juntitos y regresamos a este lugar. Será algo así como nuestro nidito de amor.

―No.

Lo miré mal.

―Prometo que ya no me quejaré del lugar. No soy tan superficial.

Se levantó del sofá, por lo que tuve que alzar la cabeza para mirarlo.

El cabrón es muy alto.

Me tomó de los hombros y me hizo retroceder hasta la habitación. Abrí bien los ojos por la sorpresa, una que no desapareció ni siquiera cuando él me dejó cuidadosamente sobre la cama para que me sentara en ella.

Después tomó una manta y la colocó sobre mis hombros.

―Quédese aquí.

Y después se fue del lugar para ir en dirección al baño. Para cuando regresó, ya tenía el mismo botiquín que tenía ayer.

El juego de Lucifer. Where stories live. Discover now