Parte II

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Había planeado dejarle una nota para no descolocarlo cuando se fuera, pero en un descanso que no ha sabido medir, Harry se encuentra solo en la habitación de hotel al momento de despertar y cualquier ilusión existente en su tierno razonar se esfuma tan pronto es consciente de lo que pasa a su alrededor. Sus párpados pesados se despegan al tantear el lado opuesto de la cama, ahora vacío, y nota que Louis se ha adelantado nuevamente a sus planes y ha escapado de sus brazos para volver al nido del que hubo partido originalmente la noche anterior.

El lugar contiguo está frío indicando que la huida del muchacho no ha sido reciente y él se tiene que frotar las palmas suavemente contra los ojos para despabilar y poder dirigirse al cuarto de baño para hacer sus necesidades mañaneras.

Reacio a conservar los recuerdos nocturnos que lo han devuelto a la vida, Harry se ducha con un mohín en los labios, ausente cuando el agua le recorre los hombros y le cae delicadamente por el abdomen, borrando el rastro seco que su amante ha dejado en él con devoción. Se lava como puede, con un dolor que cala profundamente en cada uno de sus movimientos hasta que la lluvia artificial cesa y su único consuelo es el reflejo que lo recibe al secarse de vuelta en la recámara principal, que, a pesar de ser la misma imagen de siempre a la que no le encuentra nada de extraordinario, le hace ver el único obsequio palpable de la euforia reciente que ha sufrido a manos de un bello pajarillo.

Le es imposible no morderse el labio inferior al observar tal obra adornar su cuello paliducho en un contraste divino. Es una marca violácea hecha sin mucho pensar, espontánea y hermosa a su modo, siendo casi perfecta cuando carece de ser permanente y él sólo podrá deleitarse con ella por unos días.

Sonríe. Fascinado. Enamorado. Perdido.

El pelo le gotea sobre su arrugada camisa al momento de vestirse. Rizos marcados en las puntas de sus mechones, desprendiendo rocío olor a margaritas que aterriza en la tela de sus prendas a medida que su cuerpo va cubriéndose.

Es rápido y no se molesta en cuidar detalles propios de un caballero. Se apresura a recolectar sus cosas y cuando se dispone a tomar la llave de la habitación, abandonada en la mesa de noche al costado de la cama, nota algo que le hace desacelerar y le pinta un fruncimiento momentáneo entre sus cejas que desaparece en cuanto se da cuenta de lo que parece ser la página de una de las libretas que ha llevado consigo situada en una de las esquinas del pequeño mueble.

Una nota.

Harry no pierde tiempo en desdoblar el papel con torpeza, teniendo un temblor insusual en sus extremidades y procediendo a leerlo con cuidado, atento a cada palabra que ha sido escrita ahí hasta que llega a la parte final y el nombre de Louis en forma de firma provoca que su corazón se acelere y sus mejillas vuelvan a tomar algo de color.

Una sonrisa parece querer partirle la cara por la mitad al momento de llevarse la nota al pecho después de leerla por segunda vez, y un suspiro cándido le sirve como alivio cuando interpreta a su manera lo que aquel mensaje significa. Una esperanza nimia, intoxicante, imposible, abriéndose paso en su sistema que sirve sólo para convencerse de que su amorío con el joven de ojos celestes no será algo que debe dejarse ir tan fácilmente.

Parpadeando con ilusión, el hombre de cabellos rizados termina por juntar sus pocas pertenencias y sale de la habitación para dirigirse a la recepción del hotel. Devuelve la llave sin perder su alegría y le da los buenos días a la mujer tras el mostrador mientras ella termina de registrar su salida.

Afuera, en la acera friolenta donde los rayos del sol son prácticamente invisibles, su precioso Cadillac lo espera para marcharse de Lime Street con varios paquetes ocupando la mayoría del espacio de los asientos traseros. Estando tras el volante, se pasa las manos por el rostro tratando de relajarse, visualizando el largo camino a la siguiente librería para finalmente ser capaz de irse a casa.

The Robin. ➤ os larryWhere stories live. Discover now