Parte I

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Si Harry intenta ondear su mano contra el viento, es poco probable que se estrelle por desviar la vista momentáneamente del camino. Estando acostumbrado a maniobrar el volante con una sola mano y tentado a juguetear sus dedos en el aire para divertirse en medio del ajetreo que se desvanece con el anochecer abriéndose paso en el horizonte a la distancia.

Ha tenido cinco entregas en un solo día, moviéndose por el sur, surcando el norte y terminando más al oeste. Recorriendo las carreteras con un Cadillac que apenas es capaz de contener los grandes paquetes de libros en sus tapicerías recién lustradas, sin ser un secreto que algunas veces a él en realidad le preocupa empacar aquel pesado inventario por las mañanas al pensar que en un descuido trágico las vestiduras del automóvil podrían trozarse o rayarse debido al rasposo cartón.

Es lo que menos necesita en ese instante; que su medio de trabajo se estropee por alguna torpeza accidental y su padre se lo reproche con una furia desmedida que termine por dejarle una jaqueca insoportable. Simplemente no está dispuesto a enfrentarse a ello y es entonces que se permite olvidar aquella situación hipotética solamente para no tener que angustiarse de más por algo que quizás nunca sucederá.

Las estrellas brillan haciéndole compañía y la luna menguante le sonríe inocente como si quisiera hacerlo sonrojar. Con una brisa que alborota su pelo y que a su vez provoca que la corbata se le pegue al pecho. Un deleitable silbido que le acaricia mimetizando un par de alas aleteando a un suave ritmo, rondándole y refrescándolo como si unas blandas plumas acariciaran su dermis con suma delicadeza.

Todo es silencioso y sólo después de que pasa un cuarto de hora sumido en su propio sigilo, Harry logra vislumbrar las luces de una calle que de primer momento no puede reconocer, tratándose de un caso peculiar al tomar en cuenta que su vida se basa, la mayoría del tiempo, en transitar continuamente las concurridas y estridentes calles de Londres. Resonantes ciudades que ha visitado múltiples veces y que han sido pobremente inspeccionadas por su juicio al no interesarle más allá de completar su trabajo.

Ninguno de los edificios que le rodea le resulta familiar mientras se adentra más y más a la urbanidad por la que ahora se pasea con una velocidad casi pacífica. Las intersecciones en las avenidas no despiertan algún recuerdo remarcable en su memoria, y él en realidad no puede agobiarse mucho por encontrarse en un lugar desconocido ya que, a final de cuentas, se ha visto envuelto en enredos así un par de veces en el pasado y el pánico a ese punto del camino es un sentir bastante fuera de sus consideraciones inmediatas.

Lo primero que piensa es que necesita buscar algún hotel en donde poder pasar la noche, pues sin contar con relativos en lo que parece ser la lejana Lime Street, es evidente que tendrá que gastar algunas libras a cambio de la comodidad de un buen refugio, y el pensamiento no le molesta en lo absoluto cuando prefiere sacrificar una cantidad considerable de dinero a tener que dormir inconvenientemente en los asientos traseros de su auto.

Es cuestión de minutos para que un enorme letrero luminoso capte su atención. De un color rojo que se ha desvanecido por el tiempo que a su vez crea una sombra del mismo tono sobre su rizada cabellera cuando encuentra un lugar donde poder parquearse y decide salir a averiguar si aquella es una morada adecuada para residir y guardar reposo por algunas horas.

El edificio frente a él es como cualquiera en el que se ha alojado con anterioridad, sin ser demasiado suntuoso o sumamente espléndido, con cristales que se tienen que empujar al momento de entrar, ascensores que llevan hasta las suites más caras y pasillos adornados con plantas decorativas que le recuerdan un poco a su casa de verano cerca de Gloucestershire.

No es complicado pedir informes sobre el precio de las habitaciones y sus acomodaciones al dirigirse directamente a la encargada de la recepción del hotel, quien le sonríe con cordialidad justo después de que Harry se acerca con los hombros caídos, y ella le explica con precisión todo lo que tiene que saber sobre el lugar al responder cada una de sus preguntas de forma amable y educada.

The Robin. ➤ os larryWhere stories live. Discover now