ㅤㅤㅤIf We Burn, You Burn With Us!

767 62 9
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

ㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤ

ㅤㅤㅤ


ㅤㅤㅤSu piel estaba adornada por perlas de sudor.

Sonríe, moviendo la languida figura al compás de la música. Rodeado de un coro de admiradores, siento ganas de vomitar. No de ofensa ante la idolatría (no soy mi madre), sino más bien de envidia.

Están los mismos de siempre. También otros, que mañana desaparecerán de su grupo y memoria. La envidia se dispersa para con estos últimos.

No puedo evitar buscar con la mirada su sonrisa. Blanco en una habitación llena de colores. Tan tibia como el sol que adornará su rostro cuando despierte con las consecuencias de esta fiesta. Encantadora como el discurso que nos dan cada año al entrar a clases. Podría estar alusinando, pero estoy segura que su sonrisa es capaz de cualquier cosa. Yo misma sería capaz.

Se acerca alguien a preguntar si quiero acompañarlo a la pista. Recuerdo vagamente que tenemos una clase en común. Aún así, declino con amabilidad. Cuando se marcha, huyo a una esquina. Luego, sigo observando. Igual y no me apetece bailar.

Aquella perforación sobre la ceja brillaba tanto como la cadena que me había regalado, parpadeando como mis esperanzas de poder lograr algo con él esta noche. En medio de aquel cuarto de luces moradas y verdes (un color que mi fanática y cuadrada madre asocia con las brujas, por ende el mal) es clara la figura que destaca. Alta. Imponente.

Es Felix Catton.

Por primera vez en toda la noche, gira hacia mi escondite. Es inútil esconderme. Lanza una sonrisa en mi dirección, a pesar de los obstáculos y la distancia que nos separan. Escondo mis mis brazos detrás de la espalda, para que no vea el temblor en mis músculos con tan sólo su saludo. Es patético y poco probable que lo note. Sin embargo, soy y sigo siendo demasiado precavida. O tal vez paranoica. Eso es culpa de mi padre.

Le devuelvo el saludo naturalmente. No me cuesta sentir la alegría alzar las comisuras de mis labios en una mueca que sea espejo de la suya. Es una fracción de segundo, apenas. Luego vuelve a lo suyo. Yo a lo mío.

Él acostumbrado a tener el mundo a sus pies. Yo a observarlo desde mi sombra. Nunca demasiado dentro de su círculo, porque Felix es el sol, y tengo miedo de quemarme. Prefiero mantener una distancia prudente tanto en esta fiesta como en nuestra relación.

Algunos lo llaman ser amigos. Yo lo llamo tortura.

Porque para Felix siempre seré otra del montón, lo suficientemente interesante para hablarme pero no lo suficiente para mirarme dos veces. Seré el hombro sobre el que llorar. La confidente. Nunca la protagonista de sus secretos.

No, a sus ojos, siempre seré como una hermana menor. Alguien a quién cuidar y tratar con una condescendencia casi tan amable como un profesor con su alumno.

O un triste proyecto. Un caso perdido del que sientes pena e inmensas ganas de recuperar. Salvar. Felix y su amabalidad infinita que dolía cómo un puñal.

― Hola.

A este chico no lo he visto nunca antes.

― Hola.

Su mirada cristalina se clava en mí. Es casi gris. Fantasmal dirían unos. A mí me recuerda al río donde pescaba los veranos con mi padre.

― ¿Te invitaron?―pregunta curioso. Rio. No puedo evitarlo.

― Aquí no hay nadie que no haya sido invitado―respondo. Sin embargo, tengo la sensación que él no ha sido invitado. Parece no encajar. Él podría pensar lo mismo de mí.

― Es la fiesta de Felix―dice. La mención de mi amigo me divierte. No hay nadie aquí que no lo conozca.

― Asumo que te invitó. Si no, no estarías aquí.

Esquiva mi mirada, dirigiendo la vista de nuevo hacia Felix. Provoca preguntas rápidas en mí que se desvanecen cuando retoma la palabra.

― Claro―ríe a modo de introducir su broma―. Gracioso, ¿no lo crees? No necesitas el permiso de tus padres para venir. Sólo el suyo.

― Me da igual―siento como viene. No puedo evitarlo. Escucho la palabra padres y siempre termino diciendo lo mismo de una manera u otra. Como un impulso. O un reflejo. De nuevo, me da igual―. No tengo padres.

Es algo sin tacto para otros. Para mí, es una forma de medir las reacciones ajenas. La primera impresión es la que más cuenta.

A él parece divertirle de cierto modo.

― Qué curioso. Yo tampoco.

Ahora soy yo la que se queda sin saber qué decir. Él tiene cara de disfrutarlo.

― Oliver.

Extiende su mano a la mía. Mi temblor sigue evidente. Espero que no lo note.

― Bianca.

Y así empezó todo.

Like A Prayer ✹ SaltburnWhere stories live. Discover now