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Capítulo: 35






















Conocía bien esas paredes blancas, las manchas de oscuridad a causa del tiempo sobre las mismas, el pasillo largo y frío por el que tenía que pasar antes de entrar a la sala. El edificio tuvo mejores días, era obvio que ahora no era ni una tercera parte de lo que solía ser.

Apretó los labios, no entendía porque sentía nervios de entrar a aquel lugar que le brindó seguridad en sus peores días, quizá porque pensó que no sería necesario volver a entrar, pero ahí estaba, frente a la puerta, dejando los minutos pasar, sin animarse a entrar.

—¡Hey! ¿Como estás? ¿Vienes a una sesión?

Miró ese rostro amable, ese cuerpo delgado, aquel Omega que siempre tenía una sonrisa en sus labios.

—Creo que sí…

Sintió vergüenza, el otro por su lado sonrió y dio un apretón a su hombro.

—Me alegra verte, vamos, no hay de que preocuparse.

Miró a su al rededor, sillas colocadas en forma circular, algunas personas sentadas, hablaban entre ellas, no pasaba nada extraordinario, no conocía a nadie y eso de alguna forma lo alivió.

El venir a ese tipo de sesiones grupales era algo tan extraño e impersonal, pensó que había superado su miedo a ese tipo de situaciones pero aún les tenía cierto repudio, nadie lo podía culpar, era un hombre de secretos, que le fue enseñado ocultar todo de los demás.

JaeBeom al no ser el alfa prometido que su familia esperaba con tantas ansias desde temprana edad le fue enseñado que debía ocultar todo de sí mismo, quizá porque su padre se enojaba de solo verlo, y nadie podía culparlo, era un hombre machista, que esperaba ansioso el nacimiento de un hijo alfa, sus dos hermanas mayores, una alfa y otra Omega no fueron nada satisfactorias para los deseos de su padre. 

El día de su nacimiento todo fue alegría y gozo, desde pequeño muchos aseguraban que sería un gran alfa, con gran porte y fuerza, pero al llegar a sus diez años, cuando el aroma comenzaba a desarrollarse, su padre cambió de forma drástica su comportamiento con él, los buenos tratos y preferencias desaparecieron solo por su aroma y su único resguardo fueron sus hermanas y madre, quienes hicieron todo lo posible para cuidar de él.

La sesión comenzó, aclaró su garganta y apretó los labios, parecía que en estos días adquirió esa mala maña, cada que algo lo ponía de un humor cuestionable apretaba los labios y formaba una mueca molesta en su rostro. No tenía que decir nada, cualquiera podía darse cuenta de su humor, esa no fue la excepción.

Escuchaba con cuidado, cada uno contaba sus historias, sus experiencias y como tenían tanto miedo a ese espécimen.

Los omegas siempre eran renegados, comparados con basura, como si no tuvieran valor. Los alfas siempre tomaban ventaja de su lado suave y sumiso; el mundo no era un cuento de color rosa.

Las historias no solo eran cuentos, eran un reflejo de la realidad y como aún en épocas actuales cada Omega que estaba sentado ahí sufrió en brazos de un alfa al punto de quebrar cada parte de estos.

JaeBeom toda la sesión permaneció en silencio, solo se limitó a oír, aplaudir o mirar a los otros. No recordaba que fuese tan difícil estar en una sesión de ese tipo, escucharlos hablar, decir el más mínimo avance en su vida y celebrarlo como el logro más grande de su vida.

Resopló al término de la sesión y solo logró bajar la vista, mirar al suelo, aquel azulejo quebrado de color gris, que perdió el brillo inicial y dejó hace mucho de ser lo que solía, se sintió por un instante tal como un azulejo: roto.

sumiso ;; jinbam; jackbeom ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora