III

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Eran alrededor de las ocho y media de la tarde cuando Bea había acercado a Juanjo en coche hasta el portal de su casa. El chico tuvo que batallar con Álvaro, el cual tenía intenciones de subir y saludar a Martin para invitarle por su propia cuenta a quedar con ellos el próximo día. Tras deshacerse de este y despedirse de sus amigos subió al piso.

Al abrir la puerta se encontró con Martin sentado en el sofá mientras tocaba la guitarra. ¿Desde cuándo tocaba la guitarra? El día que llegó con todas sus maletas no se fijó mucho en las cosas que traía el chico. Entró cerrando la puerta detrás de él y la mirada del contrario se dirigió hacia la entrada, dejando de tocar.

–Hola– el chico le sonrió. Juanjo dejó las llaves en la mesa de la entrada y se dirigió hacia su compañero.

–Hola– sonrió de vuelta y le hizo un gesto con la cabeza, indicando que quería sentarse a su lado. –No sabía que tocabas la guitarra– confesó.

–Sí bueno, toco un poco– se echó para un lado y dió unas palmadas al hueco libre en el sofá, el chico se sentó a su lado. –También canto– Juanjo se sorprendió, ya tenían dos cosas en común. No es tan fácil encontrar gente que cante y toque instrumentos, le pareció demasiada casualidad.

–Yo también canto y toco la guitarra– ahora el sorprendido era Martin. –Canto jotas– Martin soltó una risa y Juanjo lo miró mal.

–Ni una puta broma eh– el vasco negó aguantándose la risa.

–Cántame algo– Juanjo dudó unos instantes. Por algún motivo le daba algo de vergüenza cantarle a Martin y eso que a él nunca le había dado vergüenza cantar.

–No sé qué cantar– dijo como excusa.

–Lo que quieras– se puso a pensar hasta que se decidió por una canción, le pidió la guitarra a Martin y comenzó a tocar unos acordes.

Se armó de valor y fingió que Martin era una persona más, que lo era, pero eso le ayudaba a no estar nervioso. Cerró los ojos y empezó a cantar a tu vera.

...

–Wow, qué bonito– dijo aún impresionado. Juanjo tenía una voz increíble, la canción le había puesto los pelos de punta. –Cantas genial–

–Gracias– sonrió Juanjo rojo. –Tú también me tienes que cantar algo algún día, eh–

–Ya te debo muchas cosas– el chico rió ante el comentario.

Pasaron horas en las que se dedicaron a conocer un poco más del otro. Juanjo le habló sobre sus amigos y las cosas que le gustaban hacer, Martin le habló de su familia y de como era Getxo. El mayor descubrió que a Martin le encantaba el teatro y el contrario descubrió el cariño que Juanjo le tenía a su pueblo, Magallón.
Se dieron cuenta de lo diferentes que eran pero también de como coincidían en muchas otras.

Martin miró el reloj de su muñeca, marcaba las diez.

–Es un poco tarde–

–Pues yo me muero de hambre– dijo dejando la guitarra a un lado. –¿Pedimos pizza?– a Martin le pareció una idea genial y asintió. Estaba emocionado, era la primera vez que pasaba tiempo con Juanjo. Quién sabe, a lo mejor hasta podrían ser amigos.

–¿Te gusta la de barbacoa?– preguntó el vasco y el chico asintió.

–Es mi favorita– otra cosa que tenían en común.

Juanjo cogió su móvil y marcó el número del telepizza. Tuvieron que esperar media hora a que llegara la cena, tiempo que aprovecharon para cambiarse y ponerse ambos el pijama.

El sonido del timbre interrumpió la conversación y el más bajo se levantó del sofá para abrir la puerta. No tardó ni dos minutos cuando volvió al sofá con una caja de pizza dejándola sobre la mesita y volviendo a tomar asiento.

–Por fin, me moría de hambre– Juanjo abrió rápidamente la caja y se llevó un trozo a la boca. –¿Cuánto te debo?– Martin negó.

–Tranquilo, yo invito– el otro chico insistió en pagar, sin éxito. –Te debo muchas así que te quiero invitar– de todas formas Juanjo le dió las gracias.

–Es una invitación, por majo– le dió un bocado a su trozo de pizza y vió como Juanjo levantó una ceja.

–¿Majo?– Martin asintió y el otro se echó a reír.

–Qué bonico– a Martin se le escapó una sonrisa tonta tras el apodo. ¿Por qué? Qué cojones sabe él. La voz de Juanjo lo sacó de sus pensamientos.

–¿Te apetece venirte a tomar algo mañana?– se arrepintió al instante de su invitación. –Con mis amigos–

¿Por qué no? Así conocería gente nueva.

–Por mí bien– dijo con una sonrisa

–Pues perfecto, Álvaro dijo que nos quería llevar a un bar nuevo que han abierto por su zona– Juanjo acercó la mano a la caja para coger otro trozo y Martin, que le estaba escuchando atentamente hizo lo mismo, haciendo que sus manos se tocasen.

Juanjo abrió los ojos y separó rápidamente la mano mientras que Martin la dejó quieta sobre la caja.

–Perdona– dijeron ambos a la vez para después reírse nerviosos. El chico le ofreció el último trozo y el contrario negó.

–Tú tenías más hambre– dijo insistiendo.

–Pero tú has pagado la pizza–

–Pues a medias– Juanjo levantó los hombros en señal de que le daba igual.

–Pues trae un cuchillo o algo y la partimos–

–No seas tonto que es un trozo de pizza, no vamos a manchar un cuchillo para eso– la verdad es que a Juanjo no le apatecía fregar pero era una excusa bastante tonta. Martin era consciente de ello pero tampoco sabía a dónde quería llegar con todo eso.

–Ni de coña chupo tus babas– negó asqueado y Martin le miró ofendido, cuántos quisieran pensó.

–Qué exagerado– le acercó la pizza y Juanjo le miró confundido.

–¿Qué?– dijo aún con la pizza en la cara.

–Que la muerdas– los dos se empezaron a descojonar por el comentario.

–¿El qué?– Juanjo quiso seguirle la broma, sin mucho éxito.

–La pizza Juanjo, la pizza– se le estaba cansando el brazo de sujetar el trozo frente al contrario. Juanjo dudó un momento antes de que Martin se la acercara más y no le quedase más remedio que darle un bocado.

Martin quitó la mano haciendo que Juanjo se quedase con el trozo en la boca.

–¿Qué haces, no te ibas a comer la otra mitad?– Martin negó, le acababa de mentir. –Pero tú eres tonto– el vasco le sonrió divertido.

–Por mis cojones que te la comes–. Juanjo se tiró encima de él y empezaron a forcejear hasta que consiguió meterle lo que restaba de pizza en la boca.

Martin, medio ahogado, no tuvo más remedio que tragar. Cuando se dieron cuenta, el chico estaba tumbado en el sofá con Juanjo sentado encima suya, el último se levantó rápidamente saltando del sofá.

–Me voy a dormir ya– dijo algo seco. El chico lo miró confundido y se incorporó en el sofá

–Hasta mañana– se despidió de él para nada, porque Juanjo ya había desaparecido y había escuchado la puerta de su cuarto cerrarse.









promesa - juantinWhere stories live. Discover now