Lorena

No. No me habías dicho.

Phoebe

Oh, lo siento.

Bueno, estoy esperando respuesta, pero tal vez sí me quede. La chica de recursos humanos mencionó que era una gran candidata para el puesto. Y el sueldo no está mal. De todas formas mamá me dijo que me apoyaría con la mitad.

Lorena la miró a través de la pantalla, el estómago se le revolvió de repente. No estaba segura de que lo supiera, pero era una chica muy afortunada. Monica, su mamá, poseía la solvencia económica suficiente para mantenerse a ella y a su hija con más de lo necesario, y lo había logrado sin el apoyo de absolutamente nadie. El padre de Phoebe decidió huir antes de que ella naciera, pero Monica se las arregló para salir adelante incluso como estudiante universitaria. Alguien le dio la oportunidad de trabajar en una empresa de diseño de modas, lugar en el que todavía laboraba como gerente de publicidad, y gracias a ello Phoebe podía disfrutar de ciertos privilegios.

Pero sobre todas las cosas, tenía el apoyo incondicional de Mónica para toda la vida. Y eso le daba una ventaja mil veces mayor a la de cualquier familia acomodada con la posibilidad de pagar cualquier capricho. Porque faltaba lo más importante. Algo de lo que Lorena carecía.

Sus padres nunca iban a acceder a pagar ni el veinte por ciento de la colegiatura en Fame. Ya estaban aportando lo suficiente a sus estudios universitarios, a la salud de la abuela Carolina y la manutención de tres personas en casa. Irene ya era autosuficiente, dejó de representar una carga para ellos antes de terminar la universidad, pero a veces decidían ofrecerle su apoyo económico porque estaba haciendo algo importante. Lo que todo el mundo a su alrededor esperaba de las dos.

Lorena se replanteó por un momento la vida con unos padres diferentes. Se sentía como una malagradecida por considerar esa opción, pero ciertamente el dinero era lo que menos le interesaba en ese momento. Lo único que deseaba era que mamá se comportara distinto con ella, más comprensiva con sus sentimientos, con sus sueños. Y que papá dejara de ser tan indiferente, que se pusiera en la brecha por lo importante. Pero era mucho pedir. Eso no iba a suceder.

Lorena

Intentaré comentarlo con papá.

Pero de todas formas no lo eches al león.

Sinceramente, creo que va a ser una gran experiencia.

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Los descansos eran la mejor parte del día. Incluso estando en casa, sentía que los necesitaba más que nunca.

Bajó los escalones con pisadas fuertes sin importar si llamaba la atención de quienes se encontraran en casa. Su abuela en la cocina preparaba un caldo Tlalpeño, su especialidad, mientras escuchaba una radionovela antigua en la tablet de Lorena. Era algo sobre un romance prohibido en México durante el siglo XIX.

Olía exquisito. El sazón de la abuela Carolina siempre fue su favorito. Le encantaba ir a su casa en México cuando estaba de vacaciones porque, además de pasar ratos agradables en compañía de ella y de Irene, había algo nuevo por probar. También le preparaba su platillo favorito —pollo dulce con plátano macho— galletas de jengibre y pan de naranja.

Lorena sonrió al entrar a la cocina y pareció que su disgusto por cuestiones escolares había desaparecido.

—Acabas de disminuir mi mal humor —Le dijo acercándose a la estufa, envolviendo los brazos de la abuela.

Ocurrió en Doménica [Actualizaciones lentas]Where stories live. Discover now