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Capítulo 04 | Lorena

El trayecto en bus un viernes, a mediodía, en dirección a la facultad de Ciencias Sociales y Derecho era demasiado aburrido. Y también monótono. Sobre todo, si viajaba sola.

Tampoco había muchas cosas para ver a los alrededores, porque desde que llegó a vivir a Hopeville se dio a la tarea de visitar cada rincón de la pequeña capital. Desde entonces nada llamaba particularmente su atención.

Por fortuna, esa casi tarde no iba sola. La acompañaba Phoebe, una compañera de la facultad con quién mantenía una estrecha relación. Se conocieron durante el primer año de universidad mientras realizaban un trabajo de investigación juntas. Se suponía que debía exponerlo delante de clase con el equipo al que las había integrado el profesor, otras dos personas que no hicieron más que postergar su parte hasta que ya no hubo tiempo para realizarlas. De manera que Lorena y Phoebe se vieron en la necesidad de terminarlo por ellas mismas. Luego de haberlo anunciado al profesor, sacaron a aquellos dos irresponsables del radar y la calificación solo se dividió entre ellas dos.

A partir de ese momento no cesaban las conversaciones en los tiempos muertos, pero lo que finalmente terminó por darle el nombre de amistad a esa relación, fue el gusto en común que encontraron por el teatro. Específicamente los musicales en Broadway. Phoebe tenía el sueño de participar en alguna puesta en escena tanto como Lorena, aunque sabían que era algo bastante difícil de lograr.

De pronto se vieron inmersas en pláticas interminables sobre el tema hasta que, de pronto, ya no solo hablaban de ello. Tenían acceso a los aspectos más profundos de sus vidas, esos que solamente las amigas íntimas pueden saber.

Al salir de Doménica, permanecieron justo en la esquina de la calle Brunette esperando el transporte público, que no demoró tanto tiempo en aparcar a la parada de autobuses. Una anciana comenzó a caminar con ayuda de su bastón hacia los escalones del bus, e intentó subir a través de ellos con a dificultad. Phoebe se adelantó para ayudarle antes de que pisara el primero porque, además, llevaba una bolsa de tela llena de fruta del mercado.

La anciana, muy agradecida, y sabiendo que probablemente no lo necesitaba, le extendió a Phoebe dos naranjas que, a juzgar por su aspecto, estaban en su punto perfecto. Dulces y jugosas.

—¡Cómo me gustan las naranjas! —Phoebe exclamó, emocionada, cuando ya habían tomado asiento en la parte trasera—. Anoche bajé a la sala, casi a medianoche, con alto antojo de una de estas. Pero olvidamos comprar ahora que fuimos al mercado.

—La vida da giros inesperados —Lorena le contestó mientras buscaba en su mochila un cúter para intentar cortar la fruta.

—¿Qué rayos haces? Todavía no están limpias.

—Voy a quitar la cáscara también —Lorena contestó con tono de obviedad. Cuando iba con su abuela al pueblo de su infancia, era exactamente lo que hacía si se encontraba fuera de casa y tenía ganas de ingerir alguna fruta.

—Como sea —Phoebe espetó colocando ambas manos sobre su regazo—. Qué random, ¿no?

—¿A qué te refieres?

—Esa ancianita nos regaló dos naranjas por nuestra amabilidad. Deberíamos dedicarnos a esto.

Lorena soltó una risita al instante, inmersa  en la tarea.

Ocurrió en Doménica [Actualizaciones lentas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora