En la punta del monte Everest

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Riley Fisher

—¿Quieres hacerle jugar a...?

—No.

—¿Por que no ha...?

—No.

—¿Y si...?

—No.

—¿Tienes algo más que decir aparente de responder a todo "No"?— pregunté frustrada.

—Si... y si tanto quieres que te responda, te daré la oportunidad en una de tus patéticas preguntas.— con tono serio habló.

—¡Genial!— lo pensé bien por un rato. —¿Qué es lo que más te gusta de esta habitación?

No demoro en responder así que pensé que le gustaba específicamente algo, pero su respuesta no fue lo que yo esperé.
—El silencio y la paz, los cuales estas perturbando justo en este instante. ¿Ahora te callas?

Esto no estaba funcionando.

Cuando yo daba dos pasos para acercarme, él daba un vuelo hasta China para alejarse.

Así que intenté entrar en su mundo.

—Bien, entonces aremos silencio— me senté en el suelo cruzando los pies. —Vaya, que silencioso está... No hay ningún ruido— continuó el silencio por unos dos minutos y ya para este punto no podía con la incomodidad. Si, así soy de resistente en todo. —Tan silencioso como un cementerio ¿no lo crees?

—No— soltó muy secamente —por qué hasta yo sé que un cadáver es capaz de mantener la boca cerrada que una voluntaria de pocas neuronas.

Abrí los ojos sorprendida, para luego darle mi respuesta a su forma grosera de describirme. —Pues está voluntaria de pocas neuronas al menos lo está intentando. ¿Podrías hacer lo mismo?

Giró su cabeza en dirección en donde yo estaba, se demostró molesto. —Perdón, ¿yo te pedí que vinieras?... —me quede callada a lo que el chico obtuvo la oportunidad de continuar —No y si tanto te quejas de mi comportamiento mira— señaló con su dedo a una pared. —Allí está la salida.

No, no por favor.

No.

Se me escapó una carcajada corta que pronto cubrí con mis manos, asustada.

Oh no.

—¿Disculpa? ¿qué de lo que dije te dio tanta gracia?

Ahora si quiero estar a tres metros dentro del suelo.

—No nada, solo me acorde de algo chistoso— mentí.

Neytan se incorporó nuevamente en el sofá y con un ceño fruncido habló con una voz de esas que te helaban la sangre —Bien será por las malas.

Mátenme.

—Yo...— quería hablar y dar un intento, aunque fuera fallido, de tranquilizar las cosas, pero él me interrumpió atacándome con sus feroces palabras.

—Si no me dice la verdad, créeme que lo sabré en cuanto tú te hayas ido de este lugar y para mañana te irá peor que hoy. No trates de mentirme por qué nuevamente te descubriré.— sonrió falsamente.

¿Qué si estaba intimidada?

Si.

Completamente.

Afirmativo.

Me sentía acorralada de una manera horrible y todo por solo una pequeña carcajada. Parecía que no tenía salida. Así que sin más, dije la verdad. Claro, decorándome un poco, decir la verdad en este caso se me dificultaba y demoraría más en salir de mis labios.
—Es que usted... usted señaló una pared no a la puerta de salida— expliqué con mi voz débil y tartamuda.

La cara de Neytan se volvió fría y sería, tanto que me erizó la piel. —Vaya, así que ahora te burlas de mi condición— lo dijo con el mismo tono que me asustaba aún más.

—Yo no...— no me deja hablar.

—¡No he terminado!— alzó la voz dejándome perpleja y casi temblando —Ahora te pido que te largues antes de que termine tu horario de voluntariado, vayas a la recepcionista y le pidas a otro discapacitado que necesite de tus malditos servicios para al fin dejarme en paz. Por qué si te quedas aquí hasta que termine el día te prometo que juntos...— se paro del sofá — viviremos el mismísimo infierno desde mañana... hasta que decidas irte.

Sin más, empezó a caminar como si nada hasta su habitación, sin decir ninguna otra palabra, solo tenía el sonido de los pasos pesados que él hacía, la puerta crujiendo al abrirse y de un golpe cerrándose.

Sabía a qué se refería al contrato. Por suerte ya venía prevenida gracias a Cam.
De inmediato descubrí también por qué ella decía que Neytan era una persona difícil, pero mañana tendríamos la verdadera aventura, así que el trato que tuve hoy se triplicaría para el siguiente día.

Tenía que mejorar de alguna forma y esmerarme más.

Deje de lado el plan de la película con pizza, suponiendo que otras ya intentaron con eso, tendría que buscar en algo que tengamos en común para de esa manera fortalecerla y crear un pequeño hilo que pueda llamarse amistad o al menos encontrar algún tema que le interese charlar. Pero antes tenía que hacer algo...

Empecé a limpiar todo y arreglar las cosas a mi alrededor, no estaba en mi labor, pero quería hacerlo.
Mientras la astilla problemática tenía su siesta, todo estaría tranquilo hasta el medio día.
Así que cualquier detalle que encontraría tal vez me sería útil para ayudarme a comprenderlo mejor, a encontrar algún gusto, pasa tiempo o algo por el estilo.

Muchas veces las fotografías ayudan, pero Neytan no tenía ninguna colgada o puesta en alguna mesa o estante, tampoco pinturas, absolutamente nada en las paredes.

En mi primera visita no puse tanta atención en el detalle de los colores, pero Camila tenía razón al igual que en la carpeta.

Pues no existía ningún rastro de color que no fueran los tres anteriores mencionados.

Los sofás parecían muy elegantes y caros, tenían un color negro cada uno. La cocina predominaba el plomo y el blanco, y...
Bueno, tanto el suelo como las paredes tenían este último nombrado color.

No había fotos, libros, cuadros,...

Nada que me guiara a más sobre sus gustos. Si no fuera por la carpeta era muy poco probable de que hubiera descubierto de que le encanta la pizza y menos sobre que le gusta escuchar películas antiguas.

En fin.

Me dediqué toda la mañana hasta casi del medio día limpiando. El tiempo se me fue volando hasta que...

—Sigues aquí— me di la vuelta fijándome que el que dijo eso era Neytan. Mire el reloj, marcaba el medio día para luego verlo nuevamente.

Pero no sé si decir que me arrepiento por mi acción o no.

Aplané los labios como pude, oprimiéndolos con fuerza para que de ellos no saliera otra risa y que él se pusiera más furioso conmigo, pero es que si se veía gracioso su cabello revuelto y levantados por todos los lados posibles, con sus típicos gafas oscuros que no se quitaba desde que lo vi por primera vez y esa mueca en su cara, se veía tan adorable que de mis labios esa risa aguantada la remplace por una sonrisa.

—Si, me dispuse a limpiar todo lo que había por aquí para...

—No era necesario, Margot se encarga de eso— explicó con el mismo tono frío de siempre, entendí que esa sería la forma en la que me hablaría.

—Entiendo... ¿Disfrutó su siesta?

—Con un mapache escurridizo, haciendo demasiado ruido tanto en la sala como en la cocina. ¿Cómo alguien puede llegar a disfrutar dormir?

Bajeé la cabeza avergonzada.

¿En serio hice tanto ruido?

—De verdad que eres una enfermedad para mí— dio unos pocos pasos hasta llegar al mismo sofá cama, se tiro en él y no hizo o dijo nada por más de una hora.

RojoAzul Where stories live. Discover now