Tragame Tierra

20 9 1
                                    

Riley Fisher

—Hola.

—Hola— saludó amablemente la recepcionista y comenzó a revisar unos papeles. —¿Eres la señorita Fisher? La nueva voluntaria. ¿Estoy en lo correcto?

—Así es, Camila me recomendó.

—Muy bien— nuevamente reviso los papeles con tranquilidad, pero algo malo tuvo que haber leído por que realizo una mueca que demostraba tragedia. —Huy, te tocó enfrentar a nuestro pleito, "La astilla sorda y necia".

—¿Qué?— pregunté asustada.

¿Astilla sorda y necia?

—Tranquila linda, eres joven, por lo menos durarás más que las otras que hayan entrado a esa habitación.

—¿Ah?— incrédula, intenté comprender que estaba pasando.

—Bien, la señorita Camila ya te llenó tu formulario, aquí tienes el horario del muchacho, terapia, comida, enfermedades. Toda la información que necesitas saber— me entrego una gigante carpeta de color verde. —Es urgente que lo leas todo lo más rápido posible. Y... ¿Es necesario esa ropa?

Observé desde la punta de mis pies hasta donde mi vista me lo había permitido, la ropa que traía puesta tal vez era algo extravagante, pero no le notaba lo malo.

—¿Algún problema con mi atuendo?

—No, solo que para la próxima, si quieres durar más tiempo, colores como el negro, gris o incluso blanco te darán menos lucha.

Asentí aún más confundida que antes.

—Habitación 88-A.— Estaba por darme la vuelta cuando me llamo. —¡Señorita Fisher! Solo póngase firme con él y no pasará nada— me guiño un ojo para después continuar revisando otros papeles.

¿Cómo debería de reaccionar en estas circunstancias?

No tenía idea, agarré mi sombrilla y tome con más fuerza la pesada carpeta que me habían dado y revisé la primera plana.

—Entonces, habitación número 88, paciente ¿Neytan? De acuerdo.
Vamos allá.

Subí al ascensor y oprimí el botón que tenía puesto un cuatro en el centro.

No sé cómo acabé aquí.

Mamá me había sugerido ir a la playa, por alguna razón que ya no recuerdo no lo acepté, unos días después quise retomar mi vida, hacer algo que me despejara por los siguientes dos meses de vacaciones y de que aparte abarcara por completo con todo mi tiempo.

Llamé a mi prima Camila, para saber si seguía siendo ayudante de esos grupos de apoyo para personas con enfermedades terminales, para mi suerte, después de tres años lo seguía siendo. Pregunté por el voluntariado de trabajo comunitario para discapacitados y ella muy alegre me dijo que tendría todo listo.

¡Pero nadie me comentó de que me encargarían a un pleito!

El ascensor se detuvo y a los poco segundos se abrieron las puertas.

—¡Uf! Si puedes— me alenté antes de salir.

Un pasillo enorme sin duda, frío, casi a obscuras, sin nadie alrededor. Era como estar en una película de terror y yo era el personaje que se desasen al principio de esta, ya saben, para volverla interesante.

—¿Qué hace aquí?— sonó una voz brusca y fuerte.

Pegue un pequeño grito al igual que un sobre salto al ser sorprendida a mis espaldas.

RojoAzul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora