Una mano de pulcras uñas barnizadas de azul oscuro se posó sobre la carpeta impidiéndole abrirla.

-Es la madre quién me preocupa - retiró la mano y se recostó ceñuda - Hugo me comentó que hizo llorar a la última novia que le presentó. -

Antes de pensar si quiera en suprimirla, una risotada escaló por su garganta hasta escapar por sus labios. Rubby frunció el ceño ahora indignada. Ante eso sofocó su risa con un carraspeó.

- Eso no pasará. En lo que llevo de vida contigo (y tienes que aceptar que es casi la mitad) no he conocido la primera persona capaz de hacerte llorar presionándote. Así que no puedo imaginarte en esas. De cualquier manera - se apresuró a agregar al ver que le iba a replicar- le gustes o no, tú y Hugo se van a casar. Las preparaciones las venimos llevando a cabo hace poco más de dos meses. -

Su argumento pareció tranquilizarla, lo cual le permitió a ella abrir la carpeta y sumirse por un rato en el mundo de las operaciones mentales, cálculos de costos, y estadísticas de rentabilidad.

-"Encontrada a orillas de un desagüe con cinco puñaladas y desnuda" -

Alzó la vista curiosa.

-"Se fue al colegio en la mañana y no volvió" - continuó con gravedad su amiga.

Divertida, sostuvo su barbilla en sus manos entrecruzadas y la contempló recitar otro trágico titular. Rubby dejó de ver la pantalla de su celular para mirarla admonitoria.

- ¿Eso de leer titulares amarillistas del periódico local es en lo que una impaciente arquitecta de veinticinco años cae mientras espera a su novio? - inquirió socarrona.

Ella colocó el celular y las manos en el escritorio ignorando su burlón comentario. Después la contempló con aquella seriedad que le recordó a su profesora de historia de tercero cuando confundía a Simón Bolívar con Cristóbal Colón.

-Titulares amarillistas o no, son situaciones que sucedieron hace poco en Barranquilla, Katherine. -

Esta vez logró evitar el desastre a tiempo conteniendo su carcajada. Rubby solo usaba su nombre completo cuando quería hacerla entrar en razón.

- No me parece sensato que salgas tan tarde de la oficina - finalizó.

Kathe estiró los brazos hacia arriba y arqueó la espalda despreocupadamente.

-Sabes que vivo a dos cuadras de aquí. No es como si fuera una distancia extremadamente larga y es bien sabido por cualquiera que esta es una zona bien patrullada. -

Rubby separó los labios, dispuesta a hacer volver temprano a la casa a la terca y confiada de su amiga, cuando dos golpes sonaron en la puerta. Kathe moduló un "adelante" y las dos volvieron la atención hacia el visitante.

-Hugo. Justo hablábamos de ti - dijo Katherine - Me comentaba Rubby que la llevarás con tu "simpática" madre y tu padre a cenar. -

El hombre avanzó hacia ellas mientras Rubby la fulminaba con la mirada. Él besó en la mejilla a su amiga y luego la miró.

-Así es. Ahora mismo acabó de llamarme mamá. Nos están esperando. Sin embargo - agregó este viendo a su amiga con una sonrisa apoteósica- vestida como va me vienen otros planes a la cabeza. -

Esta soltó una risita y acarició el brazo de Hugo suavemente; en sus ojos ardiendo la promesa de que muy bien se cumplirían "esos planes" más tarde esa noche. Él capturó la traviesa mano para llevarla a sus labios mientras tomaba asiento en la silla contigua. Kathe solo pudo contemplarlos con una sonrisa.

Estaban perdidamente enamorados. ¿Quién habría imaginado que ella los llevaría a aquello?

Sentía que apenas había sido ayer y no hace un año el día que había invitado a su amiga a "Aldayara & Asociados S.A". Llevaba tres años en la empresa constructora. Había realizado sus prácticas allí, y por cosas de la vida se quedaron con ella. Empezó como asistente de la sección financiera, para luego ir ascendiendo con inusitada rapidez a subdirectora financiera, y al tercer año, a directora financiera. Cualquiera habría catalogado de demente al director ejecutivo por asignar un puesto tan importante a una muchacha de veintitrés años recién salida de la universidad. Pero pese a su edad y experiencia laboral, Kathe era muy buena en lo que hacía, y tal vez, había contado con la suerte de que el anterior director y subdirector (que la precedió como director) no hubieran sido muy creativos u honestos que digamos. Fue el día después de que Hugo Aldayara (el moreno y varonil director ejecutivo de vigorosos treinta y tres años) la ascendiera que, después de haber celebrado con su amiga la noche anterior, la llevara a la empresa para mostrarle su nueva oficina y camelarla para que pujara por el puesto de arquitecto que faltaba. Había sido esa la mañana en que Rubby Gnecco y Hugo Aldayara se habían conocido. Para ella desde el principio había sido evidente la conexión entre ellos y posteriormente, esta se había hecho evidente incluso para Miguel Ángel Aldayara, director comercial y hermano menor de Hugo.

Razón y CorazónOnde histórias criam vida. Descubra agora